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MILEI, FURIA Y LA TRIVIALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA

UNA SOCIEDAD MASIFICADA

“La lengua no es la envoltura del pensamiento, sino el pensamiento mismo”

Miguel de Unamuno

*¿Qué podrían tener en común la Casa de Gran Hermano con la Casa Rosada? Que el personaje principal que las habita, obtienen adhesión utilizando el mismo método, el de la violencia verbal, que en la Argentina de hoy es el insumo principal para obtener la adhesión social.

**No importa el rubro, uno institucional, el otro televisivo, ambos protagonistas hacen su negocio, utilizando su agresividad temperamental.

***Importa menos la actitud de los perpetradores en cuestión, que la adhesión a la agresividad que se manifiesta en una sociedad al borde del colapso.

                   Existen muchas formas de ejercer violencia contra las personas, desde las físicas hasta las psicológicas, comenzando por las violencias verbales y culminando con las de hecho sobre la humanidad del o los agredidos.

                   Y la lengua, refiriéndonos al habla, es un magnífico instrumento para desatar la violencia, porque tiene la variabilidad de herir sin daño exterior, y la capacidad inmensa de desencadenar consecuencias impensadas en la psique del violentado.

                   Y si hablamos de la violencia en el campo de la política, no podemos olvidar la relación entre el comportamiento de un líder político y la masa de seguidores.

                   La Argentina tiene una frondosa historia de violencia política. La más evidente y que ha dejado heridas aún no cicatrizadas, es la violencia que nació en los 50, se alimentó en los 60 y tuvo su expresión material en los 70.

                   La misma comienza casi siempre en el líder, que tiene capacidad de penetración en las masas. Un mensaje, una frase, una convocatoria o apenas una palabra, puede desatar impulsos colectivos imposibles de detener con la racionalización del problema.

                   Hoy, en el ámbito público, estamos viviendo un tiempo de violencia verbal, expuesta como una herida abierta, que se vuelca casi impunemente sobre la sociedad.

                   Los diarios, los portales, la televisión y especialmente las redes sociales, son difusores permanentes de demostraciones de violencia verbal por parte de líderes políticos o de famosos fugaces, en una sociedad fértil para fructificarla y replicarlas hasta el infinito.

                   Es notable ver como la adhesión política o la adquisición de simpatizantes, ya no dependen del desarrollo de cualidades virtuosas de los líderes emisores, sino de la calidad y cantidad de descalificaciones, insultos, agresiones y amenazas que profieren.

                   Y en nuestro país tenemos dos ejemplos casi paradigmáticos del tema en análisis: el presidente de la Nación Javier Milei y la habitante de la Casa de Gran Hermano, Juliana “Furia” Scaglione. Dos personas que se encuentran en ámbitos diferentes, pero que se mimetizan a la hora de trasmitir al gran público la catarata de destratos a terceros.

                   Lo verdaderamente tremendo es que los argentinos comenzamos a trivializar la violencia verbal, tanto la política del presidente como la mediática de “Furia”, viéndolo no sólo como un comportamiento casi normal sino como medio fundamental para adherirnos a sus figuras.

                   El presidente, manteniendo un alto porcentaje de aprobación social, la Scaglione ganando una y otra vez las votaciones y aumentando los “fanáticos” que la siguen.

                   Las víctimas de la oratoria insultante de Javier Milei, van desde políticos, periodistas, artistas, instituciones públicas, el estado argentino, hasta personalidades del exterior, jefes de estado y hasta el papa Francisco.

                   Y que no se diga que no lo vimos venir. Ya en tiempos de Macri, como panelista, repartía destratos a diestra y siniestra. Es paradigmático el caso del economista Federico Furiase, a quien en 2018 lo tratara de “chanta”, “mentiroso”, “bestia”, para luego en 2023 designarlo como asesor en el Banco Central.

                   En su campaña de diputado nacional, a Rodríguez Larreta lo trató de “zurdo de mierda”, “sorete”, y ya en el poder le dedicó al economista liberal Roberto Cachanosky, los motes de “mogólico”, “imbécil”, “tarado”. Ni el ya fallecido Raúl Alfonsín se salvó.

                   En el exterior, creó conflicto de distinta intensidad con mandatarios como Gustavo Petro, Lula Da Silva, Andrés López Obrador, Gabriel Boric, hasta culminar con verdaderos papelones en España ante el presidente Pedro Sánchez, que provocó un conflicto diplomático con el retiro de la embajadora española.

                   Ni el papa Francisco se salvó, “el representante del maligno en la tierra”, que mereció luego un pedido de disculpas y un marcha atrás propio de un adolescente atolondrado.

                   Las instituciones estuvieron también entre los blancos del presidente: el estado argentino es una “organización de delincuentes”, el Congreso “un nido de ratas”, los periodistas son “ensobrados” y los políticos, salvo él, defienden sus intereses particulares.

                   Sólo botones de muestra, los demás a la camisa de un presidente que linda su comportamiento con lo patológico, pero también con un estudiada estrategia para mantener adeptos a través de la elección de enemigos de las “fuerzas del cielo” que el representa como santo laico en la tierra.

                   Y si nos atenemos a Miguel de Unamuno, lo que escupe por la boca, representa lo que realmente piensa, que traducido a su lenguaje significaría que todos lo que no piensan como él, viven en una cloaca.

                   Ésa violencia verbal, que se trasmite a una sociedad mimetizada, es cambiar el orden natural de las cosas. Tal como decía Ortega y Gasset: “la civilización no es otra cosa que el ensayo de reducir la fuerza a ultima ratio. […] La acción directa consiste en invertir el orden y proclamar la violencia como prima ratio”.

                   Hace muchos años que la Argentina está en un estado de regresión social, veinte años de kirchnerismo fueron la prueba. Pero, lamentablemente, con distintos condimentos e integrantes, la cosa continúa.

                   A gran parte de la sociedad, importa poco “qué” se le dice, sino “quién” se lo dice, es decir la figura investida como líder, aunque lo que diga sean insultos. Según Freud, la psicodinámica del fenómeno de masas consiste en la sustitución por parte del hombre masificado, de su ideal del “yo” por la imagen del líder.

                   “Furia”, en el mundo del espectáculo, es la prima hermana de Javier. Violenta, insultadora, maltratadora, genera en la señal televisiva una montaña de dólares por las adhesiones que cosecha de sus seguidores.

                   Si utilizamos el lenguaje teatral, podremos decir que hoy en la Argentina, la violencia “corta boletos”, genera adhesiones, los seguidores se suman, Milei sostiene alta su imagen, “Furia” se mantiene como potencial ganadora en la casa.

                   Mientras tanto, el sector social que los sostiene, se mimetiza con la violencia de sus líderes, ejerciéndola contra todo aquél que se atreve a cuestionar a alguno de ellos, con amenazas, descalificaciones, improperios y toda suerte de bajezas.

                   Debemos decir, no obstante, que si bien han cambiado los métodos y la ideología, esto no es nuevo en el país. Ejemplo tenemos con los cuatro mandatos kirchneristas, que como buenos populistas, inventaron al enemigo sobre el cual concentrar el ataque (el neoliberalismo).

                   El tema es que, cuando pensábamos que comenzaríamos a cerrar la grieta, aún con diferencias ideológicas, la grieta ha cambiado de formato pero sigue fortaleciéndose con cada descalificación, con cada insulto, en la que poco tiene que ver la ideología.

                   Gobernar contra alguien es la consigna que en la Argentina atrae votos, ya sea que ese alguien sean los empresarios avaros, el neoliberalismo insensible, la casta política. Cualquiera, el asunto es crear un enemigo y denostarlo, el resto lo hace la masa que se mimetiza con el líder populista.

                   Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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