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QUE LA TERAPIA NO MATE AL PACIENTE

LA HERENCIA Y EL FUTURO

“La suba de precios es una aliada circunstancial, pero la incógnita es cuál es la dosis tolerable de un remedio tan corrosivo

Martín Rodríguez Yebra, La Nación

*El populismo kirchnerista ha dejado un tendal en su camino, una sociedad quebrada económica y moralmente. El presidente Milei ha comenzado con su terapia de shock, que está dejando a muchos conciudadanos al borde de la miseria con la implosión inflacionaria. Que la terapia no mate al paciente, mientras se recorre el largo túnel cuya luz de vida todavía no se alcanza a ver.

**En su discurso de fin de año, el presidente Milei dijo que “en 45 años alcanzaremos el PIB de Irlanda”. Desde la tumba, su enemigo ideológico, John M. Keynes, le respondió con su frase más famosa: “a la larga estaremos todos muertos”.

***Los cucos no existen, tal vez sea necesario que alguien explique con mayor claridad y certeza el núcleo de las medidas y sus plazos. Subestimar la capacidad de entendimiento de la gente y sobreestimar su paciencia, puede ser un costado vulnerable de la nueva gestión.

                        “A menos que hagamos lo necesario ahora, nos dirigimos a una catástrofe económica de una magnitud desconocida para cualquier argentino vivo”, dijo el Presidente Milei en su mensaje de fin de año. Agregó: “Hemos diseñado un plan de shock de estabilización…para morigerar los efectos de la peor herencia de la historia”.

                    Acostumbrado a los grandes números, Milei refiere en 100 años la decadencia argentina que “las fuerzas del cielo” vienen a poner fin, y promete que en 45 años tendremos el PIB per cápita de Irlanda y en 15 años comenzarán a verse los efectos de sus políticas. No fue raro, entonces, que hubiera dictado un DNU y un proyecto de ley ómnibus, con centenares de reformas y “seguirán muchas más”.

                   Independientemente de si vale preguntarse si el número hace a la calidad, el enciclopedismo normativo que propone el libertario, es una mezcla casi indescifrable de temáticas tan diversas como difíciles de encasillar.

                   Allí coexisten, a los codazos, la modificación de cientos de leyes de todo tipo, penales, tributarias, laborales, electorales, hasta el regreso de los manicomios y el uso de toga negra y del martillo por parte de los jueces. Cómo se dice, un verdadero “cajón de sastre”, con algunas cuestiones que rozan lo ridículo.

                     Tal vez no le podamos pedir al alborotado libertario, una mayor dosis de técnica legislativa y de unidad normativa, será para él como hablarle en chino y constituirse en parte de la “casta” coimera que obstruye su cruzada.

                   Con la cantidad de modificaciones, busca, a mi juicio, trasmitir la impresión de un “cambio de régimen” con un estilo decisionista todo terreno,  un objetivo que se hubiera cumplido con contadas normas basadas en su propio programa e ideología. Lo de Sturzenegger, es “too much”.

                 Tanta temática lo único que logra es traer confusión entre la gente, mezclando el polvo con la paja. Sin embargo, la “estrategia del mamotreto”, como la llamo, no es tan inocente, es en realidad un método que utilizan los gobiernos para crear la confusión general e imponer reformas antipáticas.

                   La herencia como pretexto ha sido siempre utilizada, en mayor o menor medida, por las gestiones que suceden a otras de distinta filiación política. En nuestro caso, con una marcada descripción apocalíptica que extiende el acervo desde cien años antes.

                   Son pocas las administraciones que se autoconstruyen sobre las propias bondades de sus políticas. La generalidad lo hace sobre la ruinas del fracaso ajeno. Los escombros del kirchnerismo ya los tenemos, faltan las construcciones del libertario.

                   En estos días, se ha hablado mucho del libro de la periodista canadiense Naomí Klein, “La Doctrina del Shock. El Capitalismo del Desastre”, que pareciera describir una situación que se configura hoy en la Argentina.

                   En ese libro se analiza la manera con que las traumáticas experiencias han servido en el mundo para instaurar regímenes sustentados en los presupuestos políticos, económicos y sociales desarrollados por el padre de la Escuela de Chicago, Milton Friedman, cuyo objetivo es desmantelar el estado de bienestar e instaurar un orden netamente liberal.

                   En este sentido, el “capitalismo del desastre” postula que, detrás de toda “tragedia”, es posible ver una “oportunidad”, cual es la de aprovechar el trauma colectivo para promover e implementar reformas económicas y sociales de carácter radical sustentadas en los principios básicos del liberalismo, la eliminación del rol público del Estado, la absoluta libertad de movimientos de las empresas privadas y un gasto social prácticamente nulo.

                   La implementación de este modelo, según Klein, debe su éxito a una estrategia política denominada como “la doctrina del shock”, que sustentados en el desastre preexistente, promueven medidas radicales de fuerte impacto en la población.

                   Más que un estudio estrictamente académico, el libro de Klein constituye una documentada investigación periodística que recrea de manera detallada el largo e intrincado itinerario de maduración y reproducción del modelo propuesto por Friedman con posterioridad a la Gran Depresión del año 29. Es una reacción crítica a las propuestas keynesianas en EEUU, las socialdemócratas en Europa y las teorías desarrollistas en América Latina.

                   La precondición para la aplicación de la doctrina del shock en la Argentina, es de indudable realidad: el desastre dejado por el populismo kirchnerista, le ha servido a Javier Milei no sólo para sobreactuar la herencia sino también para sobreactuar las medidas de shock.

                   Detrás de la maraña de propuestas, se esconde el verdadero núcleo del cambio, que hace impacto en el nivel de vida de la gente. Pero una cosa es ganar la batalla cultural, otra distinta la económica.

                   Por ahora el shock cultural no parece hacer carne todavía, en cambio sí el económico. La población ha sido masacrada con los fogonazos de la metralla inflacionaria, que ha impactado de lleno en los bolsillos de vastos sectores.

                   Y aún cuándo la gente es inducida a aceptarlo bajo la agitación del cuco de peores consecuencias de proporciones bíblicas, todavía es prematuro para conocer si la dosis del remedio aplicado no alcanza el grado de letalidad para la paz social y la gobernabilidad.

                   No quedan dudas acerca de que Javier Milei recibió un estado gordo e ineficiente, incapaz de dar soluciones a una sociedad exhausta económica y moralmente. Por tales razones y por el período de gracia que goza todo nuevo gobierno, la credibilidad se encuentra todavía en un punto alto.

                   Sin embargo, aún con su innecesario y abusivo enciclopedismo normativo, el verdadero núcleo de su terapia de shock subyace entre la maraña de modificaciones propuestas. Y ese núcleo no necesita de aprobación legislativa, ya está presente en la vida de cada argentino.

                   No sé si las cuestiones que planteo son relacionables, pero no resisto la tentación de hacerlo. El decreto ómnibus, al modificar la ley de salud mental, abre la posibilidad del regreso de los manicomios.

                   En estas instituciones mentales, con la terapia del electroshock, según propias expresiones de su creador en 1938, el italiano Ugo Cerletti, “se podrían limpiar las mentes de los enfermos para que vuelvan a empezar de cero, imprimiéndoles una nueva personalidad”. Éste extremo recurso médico, causó muchos daños y muertes en ése tiempo, en una Italia gobernada por el fascista Mussolini.

                   La sociedad argentina es un enfermo grave, el presidente aplica la terapia de shock, a la vez que posibilita la apertura de instituciones neuropsiquiátricas específicas dónde se aplica. La cuestión es que, como en tiempo de Cerletti, el remedio del shock no sea peor que la enfermedad, y termine causando muerte en lugar de mejor vida.

                   Que en 45 años alcanzaremos el PIB de Irlanda, como lo prometió el libertario en su discurso, no es un aliciente. Respondo con la más conocida frase de su enemigo ideológico, John Maynard Keynes: “en el largo plazo estaremos todos muertos”.

                   Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

 

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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