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IMPLOSIÓN K

POPULISMO SIN PLATA

“El kirchnerismo tiene el complejo de secta grande, creen que son más de lo que son”

Pablo Semán, antropólogo

*El acto de Plaza de Mayo fue un festejo en el velorio. Se van los okupas de los últimos 20 años, dando lugar a los que todavía valorizan el nacimiento en 1810. El escenario del 25 de mayo se montó a espaldas de la sede constitucional del gobierno. Todo un símbolo de un régimen que gobernó a espaldas del sistema republicano.

**La acostumbrada auto referencialidad de Cristina y las descontroladas diatribas contra sus adversarios, no sirvieron para disimular su creciente y patética soledad.

***El modelo implosiona, incapaz de generar sus propios correctivos. La retirada es cubierta por el humo de su mejor vendedor.

                   Luego de la tremenda crisis de 2001, producto de la salida de la convertibilidad, el matrimonio del sur sentó sus reales en la Casa Rosada. Lo que podía presumirse como un gobierno más, en realidad fue el inicio de un tiempo prolongado de vigencia de un modelo político, económico y social que en tiempos de vacas gordas supo enamorar a muchos argentinos.

                   Duhalde, antecesor y mentor de Néstor Kirchner, hizo el trabajo sucio, despejó el camino de la crisis económica e inestabilidad social y dejó el campo orégano para que el exgobernador santacruceño comenzara un proceso de acumulación de poder y de dinero casi inéditos en la Argentina.

                   Un hombre de suerte, Néstor. Por lo menos en sus inicios presidenciales. Impulsado por los fuertes vientos de cola de la economía mundial, la extraordinaria valorización de las materias primas hizo de los commodities agropecuarios argentinos una fuente de ingreso de dólares que parecía inacabable.

                   Comenzaba, de esa manera, el veranillo económico para las arcas estatales, también para la economía nacional que, desde la estación de fábricas paradas y gente sin trabajo, partió el tren del incremento de la actividad económica y creación de puestos laborales.

                   Fue muy fuerte el contraste entre 2001/2 y 2004. Tal vez fue ello lo que trasfundió al nuevo inquilino del sillón de Rivadavia de aires de omnipotencia, o quizás ya lo traía “in pectore” y sólo sirvió como un oportuno instrumento para concretar sus ambiciones.

                   Lo cierto es que a partir de entonces, se instala en la Argentina un modelo que no sólo transformaría el poder sino también la sociedad, con profundas huellas que tardarán en borrarse.

                   Con las arcas llenas, se reeditó con renovadas fuerzas el “populismo de estado” de los primeros tiempos del peronismo, un prototipo basado en el consumo, el gasto público y los subsidios. Las divisas no sirvieron para la inversión, casi todo se fue en el reparto. Fueron momentos de cosecha, no de siembra, lo que determinó la pérdida de una magnífica oportunidad de sentar algunas bases de desarrollo.

                   A la par, las nuevas generaciones se fueron formando en la dinámica del ocio, de la espera financiada, del estado paternal. La dignidad del trabajo fue cediendo su lugar a la pretensión de recibir sin trabajar garantizado como derecho. El discurso de confrontación hizo el resto, y así la sociedad quedó dividida.

                   No todo fue utilitarismo, el modelo fue almibarado con la épica setentista, de la que sus mentores siquiera participaron, salvo para llevarse tajadas de beneficios. A través del dinero estatal cooptaron a las organizaciones de derechos humanos, se apropiaron políticamente de los mismos, se reeditaron los juicios a los militares y la absolución a la guerrilla.

                   La verdad, fue un pleno de Lupín en la ruleta de la política. Arcas llenas luego de una crisis fenomenal y campeón mundial de los derechos humanos olvidando su pasado de relaciones carnales con los militares. ¿Qué más podía pedir?

                   El resto, fue construyendo paso a paso. Como dije, transformó no sólo la sociedad, sino el poder. Un creciente ejercicio autocrático, el culto a la personalidad, una presión constante contra los otros poderes del estado, una corrupción pública estructural, completaron el esquema.

                   Nuestro país se constituyó en el ejemplo del progresismo latinoamericano, una mezcla de populismo, corrupción y autoritarismo, que dejó secuelas imborrables.

                   Pero el tiempo pasa y la basura se acumula hasta que se hace inocultable. Los momentos de bonanza económica se fueron yendo, y el agua comenzó a entrar en los botes del régimen kirchnerista.

                   Es que no hay populismo sin plata, no se puede repartir lo que no hay, una sociedad no puede funcionar sin el esfuerzo del trabajo y el ahorro, la burbuja distribucionista comenzó a agrandarse y daba señales de una próximo estallido.

                   Como lo dijera Diego Cabot en su columna del diario La Nación, el experimento del populismo de estado sólo funciona con dinero y discrecionalidad: porque hoy se acabó el dinero, cada día aumenta la discrecionalidad.

                   Un sistema económico debe ser siempre autosostenible. Debe generar lo que consume. De otro modo, si los gastos superan permanentemente la generación de recursos, es sólo cuestión de tiempo su derrumbe.

                   En el caso del modelo kirchnerista, hablamos del proceso de implosión en el que se encuentra inmerso, las causas de su caída no deben buscarse en elementos externos a su estructura, sino en la acumulación de tensiones generadas por la propia naturaleza de este. Déficit fiscal gigantesco, alta presión impositiva, ya se rasca la olla para que la destrucción total se postergue luego de los comicios. Anticipar ingresos, postergar pagos, es la tarea del bombero que no le echa agua al incendio sino humo para cubrirlo.

                   Lo verdaderamente dramático de la situación no es tanto que el sistema implosione y de un plumazo nos vuelva mucho más pobres de lo que somos, sino el día después, aquello que hay que construir sobre los escombros.

                   En este punto hablamos de que todavía no se advierte un plan válido y creíble que reemplace al vigente en el último cuarto de siglo. Es más, la gobernabilidad será un problema a futuro, porque hacer un estado populista es extremadamente fácil, desarmarlo es la tarea más difícil, porque supondrá “sangre, sudor y lágrimas”.

                   Obviamente que la economía no es la única razón de la implosión, tal como sucedió con la disolución de la URSS. El régimen de los Fernández está al borde del colapso, la disociación entre el poder real y el poder político está causando estragos en el manejo del estado.

                   La fotografía del acto de la Plaza de Mayo fue un fiel reflejo de la Argentina, un escenario montado de espaldas a la Casa Rosada, un presidente que huyó de la misma, y una devaluada líder política que, consciente de sus debilidades, apuesta todas sus fichas a ser “cabeza de ratón” en la Provincia de Buenos Aires.

                   Pero no sólo no invitaron al acto del 25 de Mayo al presidente en ejercicio, también faltaron Cornelio Saavedra y todos los integrantes de la Primera Junta, porque la patria, la patria somos todos, todos nosotros, los kirchneristas, por ello la patria, en el acto de Cristina, nació hace 20 años no hace 213.

                   Cuando los regímenes autocráticos comienzan a degradarse, la reacción inmediata de sus acólitos es encerrarse en sí mismos, achicar el círculo, volverse más autorreferenciales. Por ello, tampoco estuvieron los gordos de la CGT, la mayoría de los gobernadores, ni siquiera el peronismo tradicional.

                   El discurso de Cristina fue más de lo mismo, 50% de autobombo y 50% de descalificaciones a los adversarios. A su lado, su familia, y sus probables mascotas electorales: Massa, Kicillof, De Pedro. El ruido de los bombos no disimuló su patética soledad.

                   Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

 

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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