SIN BRÚJULA ÉTICA
“Sin pobreza generalizada y sin ignorancia no hay necesidad de subsidios, sin subsidios no hay dependencia del poder de turno, sin dependencia del poder de turno no hay votos clientelares, sin votos clientelares no hay populismo”
Jorge Eduardo Simonetti: “A Dios lo que es del César” (2021)
*El fin de la repitencia secundaria propuesta por las autoridades de la Provincia de Buenos Aires, es un hito más de tantos que marcan el camino hacia la profundización de la ignorancia y la pobreza. En sus veinte años de vigencia, el kirchnerismo ha producido una generación de jóvenes que no conoce el valor del esfuerzo propio y de la educación como medio de progreso, un daño muy difícil de reparar.
**El facilismo educativo está inmerso en un facilismo aún más comprensivo. La máxima populista: “a cada necesidad, una dádiva”, terminará por sepultar el progreso material y moral de la sociedad.
***El aquelarre de materias acumuladas y promociones facilitadas, son la punta del iceberg que preanuncia una embestida fatal a nuestras posibilidades de futuro.
Luego de casi dieciséis años en el poder, sobre veinte posibles, deberíamos conocer la matriz del kirchnerismo en función de gobierno, si es que tiene alguna.
No pretendemos descubrir su núcleo ideológico, tampoco lo haríamos con el peronismo que es su continente, es tarea imposible en un movimiento que hizo del pragmatismo su norma y fue capaz de albergar las ideas políticas más disímiles. Seamos claros, no es que nunca tuvo ideología, tuvo una distinta para cada momento que le tocó gobernar, desde el liberalismo de Menem hasta el falso izquierdismo de los Kirchner.
Pero el interrogante apunta más a determinar las huellas digitales que dejaron impresas en la sociedad como producto de su preeminencia en el siglo XXI, averiguar qué virtudes sembraron en la sociedad, qué valores, que conceptos fueron capaz de formular en las distintas áreas, especialmente en la cultura y en la educación.
Dice la fábula que para que el burro tire del carro hay que ponerle una zanahoria delante, lo bastante cerca para que crea que está a punto de alcanzarla pero, a su vez, lo suficientemente lejos para que no lo logre. ¿Cuál fue la zanahoria del kirchnerismo para determinar los comportamientos sociales?
Gobernar, en términos simples, es distribuir los incentivos sociales, de modo tal que los comportamientos de las personas se muevan en dirección a ellos, como el burro detrás de la zanahoria. Si los incentivos son virtuosos, las personas sabrán que es el estudio y el trabajo los que determinarán su progreso. Si, en cambio, la dádiva programada y sistemática es el motor social, hacia allí se dirigirán, esperando siempre el bienestar de la mano del estado.
Para hacer un poco de teoría política, diremos que existen cuatro modelos de estado. El estado socialista responde a la idea de que “a cada necesidad, un derecho”; el estado populista, “a cada necesidad, una dádiva”; el estado de bienestar (socialdemocracia), “a cada necesidad, una ayuda momentánea”; el estado liberal, “a cada necesidad, el funcionamiento del mercado proveerá”.
Temo que el régimen de los Kirchner, como continuidad de su movimiento paternal, responde a los principios del estado populista que, con dádivas sin tiempo, mantienen cautiva a su clientela electoral, en la pobreza y sin educación adecuada.
No se trata sólo de una cuestión utilitaria, el de lograr determinadas ventajas materiales a cambio del voto y la concurrencia a las movilizaciones. Es, definitivamente, la enseñanza que se implanta en el imaginario social: el sueño de poder vivir sin necesidad de trabajar, garantizado como derecho. Ese es el verdadero daño para quienes necesitan y no tienen opción.
Temo que veinte años es tiempo suficiente para observar si la semilla kirchnerista ha podido fructificar en nuevas generaciones que funcionen al compás de sus incentivos. Los adolescentes y los más jóvenes, sólo conocen ese paraíso, el que les propuso la pareja del sur, que los conduce irremediablemente a una vida anómica, quitándole la posibilidad de conocer la única dignidad de los seres humanos: el esfuerzo propio.
Tal vez ya no se trate sólo de observar los movimientos del poder, ver el manejo impúdico para conseguir la impunidad, ser golpeados en la cara por una gestión dedicada a borrar las huellas de lo que fue y de lo que hicieron. Es más grave, mucho más: es haber sembrado en la conciencia de tantísimas personas, de una generación entera, un modo de vida y un conjunto de disvalores que los hará siempre esclavos de los mandones de turno.
Creo que Alberto Fernández, ha conseguido el galardón principal del populismo kirchnerista, al afirmar que “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años”, por lo que deberíamos entender, a contrario sensu, que para el no presidente es el acomodo, el favor, la abulia, la espera del reparto y la dádiva, el motor del crecimiento personal y social.
Ud., amigo lector, ¿no se siente un poco estúpido por fomentar en sus hijos el estudio y el trabajo, o piensa que el estúpido es quién desvaloriza el mérito?
Formulo estos conceptos, para traer a cuenta un ejemplo que nos muestra, con singular crudeza, el rumbo que ha tomado la nave denominada “Argentina” con el timón kirchnerista.
Se trata de la educación, hoy en especial el proyecto en la Provincia de Buenos Aires de Axel Kicillof, para poner fin a la repitencia escolar, plan que viene de la mano de Alberto Sileoni, director general de cultura y educación de la provincia, que fuera ministro de educación de Cristina a partir de 2009.
La modificación planificada desde la guarida del kirchnerismo, apunta a convertir el actual sistema del nivel secundario provincial en un aquelarre de materias y promociones que solo van a profundizar la crisis educativa. No habría repitencia, y los alumnos podrían avanzar durante tres años con materias adeudadas. ¡Una facilidad más por aquí, una exigencia menos por allá!
Una educación que se ha derrumbado en su calidad, contenidos, exigencias y estructura, sólo puede esperar de sus administradores el golpe del final, que es implantar en el nivel secundario el relajamiento de las exigencias como método, para entrar en un “vale todo” populista. De allí al desguace intelectual y moral de la sociedad, hay sólo un paso.
Afortunadamente, el fin de la repitencia quedó para más adelante, fue postergado su tratamiento, pero no porque no creyeran en ello, sino porque en un año electoral, podría significar un suicidio político en una sociedad que lo rechaza.
El kircherismo todo, camina por el mismo desfiladero de Alberto Fernández, descreer de la meritocracia, del esfuerzo personal de la mano de la educación, para terminar tercerizando la vida en el manejo de los poderosos, cuyo instrumento de sometimiento es la pobreza y la ignorancia.
¿Qué podemos esperar de un estado elefantiásico y fallido, que no sólo es incapaz de intervenir en sus funciones elementales de educación seguridad y salud, sino que brega permanentemente para fortalecer una concepción de una sociedad de derechos y no de obligaciones, de reclamos y no de aportes, de facilidades educativas y no de exigencias?
El facilismo educativo que desde tiempo vienen instalando los detentadores del poder en la sociedad, es parte de uno aún mayor, que apunta al relajamiento casi total de la disciplina social. Y al hablar de la disciplina no estoy refiriéndome al autoritarismo, a la imposición, al punterazo en los dedos, sino a la internalización de los parámetros indispensables del autocontrol, del cumplimiento de las normas como hecho normal, a la reconfortante dignidad de los logros por esfuerzo propio.
El fin de la repitencia es un tiro para el lado de la ignorancia y de la pobreza.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI
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