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MECHA LARGA, BOMBA GRANDE

PRESIÓN INFLACIONARIA

“Postergando las soluciones de fondo y recurriendo a medidas de corto plazo, se alarga la mecha al costo de agrandar la bomba”

Comunicado de Juntos por el Cambio

*Si el Rodrigazo del 75, la hiper del 89, el estallido de 2001 fueron hitos contundentes de un país en crisis perpetua, a que distancia temporal estamos de plantar el próximo. La acumulación de tensiones en la economía y en la sociedad, una inflación imparable, un gasto fiscal descontrolado, una devaluación postergada, el crecimiento descontrolado del endeudamiento interno, son un combo mortífero para nuestro futuro.

**Un no gobierno, dedicado a durar y postergar las medidas de fondo, preanuncian una próxima administración puesta a desarmar el mecanismo de relojería de una bomba retardada.

***La principal lucha electoral parece estar en la interna de la oposición. Con este panorama, resulta difícil explicar porque hay tantos competidores.

                          Según Alberto Fernández, un artículo de economía no debería ser escrito por un economista sino por un psicólogo, teniendo en cuenta su teoría de la auto percepción cómo causal de la inflación. Creo, sin embargo, que ni un psicólogo ni un economista son necesarios para explicar lo que se ve, lo que está expuesto, lo que sufrimos en carne propia todos los días.

                          Para saber dónde estamos parados desde el punto de vista socioeconómico, no es necesario conocer los números detallados de la temperatura (hablando en términos meteorológicos), nos alcanza con la sensación térmica, con ese frío que nos corre por las espalda diariamente cada vez que miramos las góndolas y nos palpamos los bolsillos.

                          El Rodrigazo del 75, la hiper del 89, el estallido del 2001, son apenas los hitos más agudos de un país en crisis casi perpetua. Hemos puesto nuestro smartphone vital en modo “crisis” y allí nos mantenemos, desde hace mucho tiempo.

                          Los argentinos, hay que reconocernos un mérito, somos peones prácticos en la tarea de mantenernos a flote en medio de la borrasca eterna. Sólo falta que nos entreguen el título de “sobrevivientes”, con el que se premia a los que se mantienen agarrados al madero de su propia tragedia.

                          A las dificultades objetivas de siempre, esa endemia que nos plantea la escasez, la inflación, la falta de fuentes de trabajo, la pobreza, los salarios y jubilaciones en continua pérdida, la mala administración política, en esta oportunidad le agregamos un condimento inédito, una insuperable discapacidad subjetiva: la falta de gobierno, no un mal presidente, un no presidente.

                          Y allí le encuentro razón a Alberto Fernández: nos hace falta un psicólogo para entender a un gobierno que se decidió por no gobernar, no gestionar, dejar que las cosas decanten, dar un discurso por aquí, inaugurar un techo por allá, intentar quedar bien ante la segunda al mando institucional, y pretender que los ciudadanos crean que los graves problemas argentinos están en los fallos de su Corte Suprema de Justicia. De psicólogo, no?

                          Pero bueno, es lo que hay. La cuestión parece ser llegar al 10 de diciembre de 2023 aunque más no sea con muletas, aunque yo no sería tan optimista, con que llegáramos con respirador me alcanza.

                          Sin embargo, los verdaderos problemas, si es que los actuales no nos parecen tales, se presentarán a partir de 2024, ateniéndonos al concepto, cada vez más generalizado, de que este gobierno construye día a día una bomba con mecanismo de relojería, con espoleta de retardo, destinada a explotar en el próximo.

                          Algunos pocos datos nos demuestran la alta probabilidad de cumplirse el pronóstico. La lectura política de la actual gestión económica, según la visión del periodista Marcos Buscaglia, sería la instrumentación del “Plan Volver 2027”, dando por sentado que a quién gobierne a partir de fines del año, le será casi imposible desarmar la bomba.

                          Tal como pasó con las tensiones que acumuló el Plan de Convertibilidad de la década del 90, que explotó en 2001 dejando el tendal de damnificados, la situación actual indica que el gobierno sólo adopta medidas que postergan el estallido.

                          Patear los vencimientos importantes de deuda externa hacia adelante, mediante el acuerdo alcanzado con el FMI, continuar con el endeudamiento interno como modo de financiamiento del gasto colosal del estado, mantener artificialmente sobrevaluado el peso, son situaciones que tienen un límite en el tiempo y en el contexto. Cuando revientan, las esquirlas nos alcanzan a todos.

                          Un dato importante y preocupante: cada seis meses se duplica la base monetaria en la Argentina, por la imparable impresión de billetes. De locos, no?

                          Alguna lectura del déficit primario nos puede confundir. Es cierto que el mismo bajó como dato objetivo contrastado con el PBI, pero no por la reducción de gastos, por el ajuste fiscal, sino por la bendita inflación que, si bien es enemiga de la gente, es aliada del estado para equilibrar sus cuentas.

                          Es que, los índices no conocen de moral, el déficit bajó, y ello puede ser publicitado como un acierto gubernamental, no importa que haya sido a costa de la depreciación de las jubilaciones. Si nunca intentaron bajar el gasto político, por lo menos deberían tener la grandeza de dar gracias a los “viejitos” por la patriótica contribución para bajar el déficit a costa de sus ya magros haberes.

                          Sin embargo, el único índice que parece positivo, no lo es tanto si hacemos comparación con otros países. En Argentina, el déficit primario bajó (a costa de los jubilados) del 3% del PBI en2021, al 2,5% en 2022. Muy poco, poquísimo, si comparamos con países vecinos, que pasaron de déficits primarios de 0,4% y 6,8% del PBI en 2021, respectivamente, a un superávit primario de 0,5% del PBI en Brasil y un superávit fiscal en Chile, en 2022.

                          Los economistas señalan tres cosas básicas para bajar la inflación: no gastar más de lo que ingresa, dejar de emitir dinero espurio e integrarse al mundo. Nada de eso hacemos, seguimos aumentando el gasto del estado, la maquinita de emisión está al rojo vivo y no tenemos acceso al mercado internacional de capitales. Más claro, échale agua.

                          La inflación no para, el 6% en enero, contra el pronóstico del prestidigitador devaluado, Sergio Massa. Los cepos no le alcanzan para contener el drenaje continuo de reservas, el aumento de los bienes básicos no cesan, a pesar de los precios cuidados, precios justos y control camionero. Metiendo la mano en la galera, ya no es tan fácil sacar conejos.

                          Otro dato que preocupa. Las “Leliqs” son letras semanales que el BCRA entrega a los bancos para sacar los pesos de circulación e intentar así controlar la inflación. En pocas palabras, un endeudamiento interno, a tasas altísimas. Actualmente, no se pagan siquiera los intereses, se acumulan al capital. Se habla, por ello, de la “bola de leliqs”, que en este enero alcanzó su récord de 11 billones de pesos, deuda que supera diez veces a los 1,1 billones del gobierno de Macri.

                          Si sumamos, aceleración de los vencimientos de deuda externa, incremento sideral del endeudamiento interno, inflación imparable, ajuste fiscal inexistente, reservas en el mínimo y cayendo, economía estancada y con cepo, peso artificialmente alto, tendremos el contexto de una situación de una colosal bomba a la espera de una chispa que la haga explotar.

                          Y para completar el combo de futuro: gremios y piqueteros que se volverán sorpresivamente combativos con un gobierno no peronista.

                          En tiempo electoral, lo único que podemos esperar de esta administración, si es que algo podemos esperar, es que sigan alargando la mecha al costo de agrandar la bomba.

                          Interrogante final: ¿por qué hay tantos precandidatos opositores que aspiran a la presidencia?

                          Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

*Los artículos de esta página son de libre reproducción, a condición de citar su fuente

 

 

 

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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