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LA DEMOCRACIA BOBA

 

ALTERNANCIA, UNA PRECONDICIÓN MORAL

“Sin una sociedad capaz de comprender y entender lo que se dirime en el espacio público, no podremos hablar de calidad democrática”

Jorge Simonetti, “Las zonas oscuras de la democracia” (2020)

*Sin ciudadanos educados e informados, la democracia se vuelve un sistema bobo. La falta de una agenda pública, la ausencia de debate, la comodidad mediocre, la carencia de controles, poderes que funcionan sólo formalmente, la chatura opositora, generan un continuismo que empobrece la política y los valores democráticos. La alternancia es una precondición moral, no un mero instrumento del sistema.

**Si las mismas elites políticas se mantienen en el manejo del poder por más de dos mandatos consecutivos, seguro que hay que buscar dónde está la falla democrática.

***En la mayoría de las provincias argentinas, un sistema híbrido, mezcla de democracia formal y autoritarismo, generan el continuismo.

                          Que el insumo principal de la democracia es la sociedad, la gente, los votantes, el pueblo en suma, no es un secreto. Nadie ignora, además, que no existirá democracia eficiente sin una sociedad educada.

                          La figura central del modelo clásico de democracia es el ciudadano informado. “Una opinión pública que no entienda la política puede ser fácilmente instrumentalizada por el poder político”, dice Daniel Innerarity. Hombres y mujeres informados son los mejores controles que puede tener el sistema.

                          Pero todas las democracias no son lo mismo. Muchas de ellas, bajo el manto de la formalidad electoral, son verdaderas autocracias que obstaculizan la educación y la información de la gente.

                          En mi libro mencionado (págs. 124 y 125), hablo de cuatro sistemas políticos: a) Hegemonía cerrada: sin elecciones, las elites gobiernan según su exclusiva voluntad; b) Oligarquía competitiva: existen elecciones con competitividad acotada,  hay un bajo nivel de participación; c) Hegemonía representativa: el gobierno es muy representativo pero hay poca participación ciudadana en el ejercicio efectivo del poder; d) Poliarquía (democracia ideal): buena calidad de representación, gran apertura a la participación ciudadana, liberalización del debate público.

                          ¿En qué sistema nos ubicamos nosotros?, refiriéndome tanto a la nación como a la provincia. La respuesta la debe dar cada uno, analizando nuestro sistema jurídico, la competitividad electoral, la agenda del debate público, el funcionamiento de los poderes, el control de la gestión pública, las condiciones de alternancia política.

                          El politólogo Adam Prseworsky define de manera muy original a la democracia: “es el sistema en el que los gobiernos pierden elecciones”. Es decir que, independientemente de las normas jurídicas, si los gobiernos ganan muchas elecciones seguidas, el sistema democrático hace agua.

                          En esta columna, reiteradamente hemos expuesto el efecto “cancha inclinada” de un sistema político, que es aquél que generan los detentadores del poder, dictando las normas electorales, manejando el aparato institucional con sentido clientelístico, controlando la prensa, adormeciendo el funcionamiento de los poderes, manteniendo a una sociedad desinformada o desinteresada.

                          El continuismo no sólo es posible lograr en los feroces autoritarismos, también en jurisdicciones electorales más pequeñas, como son las provincias, dónde la chatura y la comodidad prevalece sobre una agenda rica en cuestiones importantes.

                          La alternancia política es una condición necesaria aunque no suficiente de la democracia. ¿Qué es la alternancia? Yo la defino como “la sucesión de los distintos”. Al hablar de lo distintivo, me estoy refiriendo a las personas y a las elites gobernantes, no a las ideas. La alternancia no es meramente instrumental, es un valor en sí misma.

                          Un mismo gobernante que se repite en el poder una y otra vez, o una misma elite política que extienda su influencia en el tiempo, contienen la semilla autodestructiva del sistema. Es que, como todo lo humano, estar demasiado tiempo manejando los destinos y dineros públicos, nos dan la sensación de invulnerabilidad y de propietarización del poder. Y eso es mortal para el sistema.

                           Siguiendo la definición de Prseworsky, les hago a los lectores una advertencia: si una misma persona o una misma divisa partidaria extiende su estadía en el gobierno por más de dos mandatos, desconfíen, examinen dónde está la falla, averigüen cuáles son las condiciones democráticas que no se están cumpliendo.

                          Las sociedades tienen distinta tolerancia a sus gobiernos. Edelman es una empresa multinacional de las comunicaciones, el marketing y las relaciones públicas, que anualmente publica su “Barómetro Edelman de la Confianza”, referido al grado de confianza de los pueblos para con sus gobiernos. Los índices publicados son una referencia muy importante para el mundo político y empresarial en la toma de decisiones.

                          El Barómetro 2022, basado en una encuesta global en 28 naciones, con más de 36 mil personas encuestadas, determina que el país dónde hay más confianza en el gobierno es…China, con el 91%, seguido en los seis primeros lugares por naciones asiáticas.

                          Ahora bien, el país dónde hay menos confianza en el gobierno, según dicha encuesta, es…Argentina, con el 22%, seguida por otras naciones latinoamericanas.

                          Es cierto que cuando los encuestados responden a esta pregunta tan delicada, son muchos los factores que influyen, por ejemplo el sistema político en el que viven, las características culturales de su sociedad. Es que, no son lo mismo los chinos y su gobierno, que los argentinos y el suyo. Cuando hablo del gobierno no me refiero a una determinada gestión, sino al concepto de la administración de lo público.

                          Lo cierto y concreto es que en España y América Latina la población masivamente desconfía de los gobiernos, extendiendo la desconfianza a los políticos en general.

                          A nivel nacional, esa desconfianza puede generar un cambio de conducción política en los próximos comicios. Todo pareciera indicar que la oposición política tiene grandes chances de ganar en este año electoral, y que no hacerlo sólo puede provenir de su propia impericia.

                          A nivel subnacional, en cambio, la cosa es distinta, salvo en provincias como Mendoza, en la que, conjuntamente con Santa Fe, la reelección no está permitida constitucionalmente, la alternancia fue un hecho a partir de 1983.

                          En muchas provincias argentinas, sin embargo, la misma no es un insumo común de sus “democracias”. Pareciera, a estar al barómetro Edelman, que los pueblos provincianos se parecen más a los chinos que a los argentinos, tiene tanta confianza en sus gobiernos que le otorgan nueva oportunidades a sus élites políticas para perpetuarse en el poder por más de veinte o treinta años.

                          La cuestión no parece ser la bondad de los que continúan, sino la falta de alternativas atractivas ancladas en la chatura de su clase política. Se vota, entonces, a quienes han garantizado un mínimo de estabilidad y tranquilidad, aunque los índices económicos y sociales demuestren que todo está como era entones.

                          Es válido preguntarse, a esta altura, si la democracia tiene un imperativo moral que la hace superior a otros sistemas, porque si así no fuera, si es un continuismo permanente de personas y elites, tal vez sería más barata una monarquía, evitando costosos procesos electorales y políticos.

                           La respuesta es afirmativa, la democracia está basada en el respeto a la autodeterminación de las personas, es eso y no otro el fundamento moral del sistema. Pero con ello no se cumple acabadamente con el compromiso moral.

                          En mi obra mencionada, parafraseando a John F. Kennedy dije que no cabe preguntarse qué puede hacer la democracia por mí, sino que puedo hacer yo por la democracia. Y lo que podemos hacer los ciudadanos, resulta clave para que los poderosos no se eternicen en el poder.

                          Educarnos, informarnos, participar, exigir una agenda pública sobre los temas decisivos, controlar a los poderes, son un buen antídoto contra la democracia boba. La alternancia política vendrá por decantación.

                          Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

*Los artículos de esta página son de libre reproducción, a condición de citar su fuente

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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