LA REPÚBLICA DE PARRILLI
“Claramente esta es una Corte parcial y desprestigiada. Sin ninguna autoridad ni jurídica ni moral para decirle a los otros poderes que es lo que tienen que hacer. Dan vergüenza”
Senador Oscar Parrilli, 3.01.2022
*En un libro de mi autoría que trata integralmente la temática, en el capítulo “Número de cortesanos, una variable de ajuste”, dije que “no es una cuestión de número, sino de actitud, de respeto, de autolimitación auténtica” (“Justicia y Poder en tiempos de cólera”, 2015).
**En la república de Parrilli, la Justicia no debe controlar al poder político, salvo que los jueces sean un apéndice del mismo. Es lo que ansía el senador.
***Defender a la Corte sería, en esta instancia, defender la división de poderes, la vigencia de los principios republicanos, la limitación de los avances autocráticos sobre la sociedad.
Hace algunos años, cuando se volvió a menear el tema de ampliación del número de integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, escribí un artículo denominado “Corte a la Carta”, haciendo referencia a un menú de restaurant, cuyos platos los gobiernos elegían a gusto y paladar.
Esto va a cuento de las declaraciones del “pelotudo” de Cristina (tal cual ella lo tratara en diversas escuchas telefónicas), el Senador Oscar Parrilli, que dijera días pasados “no quiero dar un número, pero tiene que ser mucho más numerosa de lo que está hoy. Creo que debe ser por lo menos de dos dígitos. Debe haber por arriba de 10, por lo menos”. Cuando el senador habla, es la vicepresidenta la que opina.
Es útil a esta situación, transcribir algunos párrafos del artículo al que me refiriera más arriba, que refiere de modo coloquial a la situación del número de cortesanos como variable de ajuste de los problemas políticos y judiciales del poder político a través de los tiempos:
“En el viejo restaurant de Avenida Rivadavia 1862 de la ciudad de Buenos Aires, el veterano gastronómico le contaba al curioso parroquiano, que lo mejor de la casa eran los productos cárnicos, y su especialidad gourmet, “Corte a la Argentina”. Claro que, con la carta del menú a mano, se podía optar por sus distintas presentaciones en función del número”.
“Cuando se abrió, por mediados de los 1800, la especialidad del menú original fue la de “corte de cinco” y se mantuvo sin variantes durante casi cien años”, dijo el verborrágico mozo, agregando que “dado el éxito, en 1960 se ofreció el plato en una versión aumentada de siete, aunque duró sólo seis años dado que en 1966, un sobrio “maitre” con tono castrense lo volvió a cinco. El cheff de los noventa, que con el gorro de cocina ocultaba sus largas patillas, apostó por la abundancia e incrementó el platillo a nueve, eso sí, con sus propios condimentos”.
“Los que la hicieron buena fueron los mastercheff del sur, que en el restaurant de sus pagos incrementaron el plato local de tres a cinco, pero aquí nos desconcertaron porque hicieron lo contrario, bajaron de nueve a cinco”, seguía diciendo el “garson”, con una mirada entre picaresca y cómplice, mientras la bandeja se contoneaba en su mano izquierda.”
“Cansado y con hambre, el comensal le pidió que le trajera la variante tradicional. Pero el mozo, un gallego porfiado que no se rendía fácil, le respondió: “pues va a tener que mirar la carta, porque tenemos el plato tradicional de Corte de Cinco, pero también ahora estamos ofreciendo las variantes de Corte de Siete y Corte de Trece”, lo que terminó por desconcertar del todo al bombardeado cliente, que para dar por terminada la infructuosa charla optó por pedir una tortilla de papas.”
Para terminar la escena del restaurant, cabe decir que se intenta cambiar el menú a pedido de Parrilli, agregando el plato “Corte del número que quiera el cliente”.
La Corte puede representar la consagración de la justicia como virtud, o, su opuesto, de la injusticia como vicio del poder. La corte “sicarlista” de los 90 representaba lo segundo, la de estos tiempos se acerca más a lo primero. Si el desiderátum de la república es la división de los poderes, su peor enemigo es la confusión de sus competencias.
Y lo digo de una: tengo un respeto profundo por la integración de la Corte de Suprema de Justicia de la Nación de los últimos veinte años.
Más importante que el nivel jurídico de los cortesanos, que lo es, sin dudas su comportamiento ético, su carácter independiente y su espíritu republicano es lo que prima.
La autonomía judicial no significa fallar en contra de los gobiernos sino de conformidad al derecho. En el país de la grieta, muchas personas, sin el conocimiento acabado de la función judicial, pretenden que los tribunales decidan unívocamente para uno u otro lado de la grieta, y, precisamente eso, no es justicia.
Independientemente de su pertenencia ideológica, del presidente que los propuso, de la integración del Senado que les dio acuerdo, el valor de esta Corte, con algunos cambios en su integración en los últimos veinte años, la trascendencia de esta cabeza de poder, son los hitos que fueron plantando en el camino de ser el último valladar al avance de la autocracia, como la declarada inconstitucionalidad de las leyes de democratización de la justicia, primero, y de la conformación del Consejo de la Magistratura, más recientemente.
La independencia del alto tribunal no es mérito de Menem ni de Alfonsín ni de Cristina. Esta integración se la debemos a Néstor Kirchner y a Mauricio Macri, aunque a algunos les parezca paradójico.
Los nombres que fueron pasando durante el siglo XXI, mantuvieron esa dignidad, salvo Zaffaroni, que de reputadísimo catedrático del derecho penal, pasó a alquilar no sólo sus departamentos para el comercio sexual sino también su pluma y su integridad al sector más extremo del populismo autoritario.
Tal vez la admiración que me generó el comportamiento impecable de la Corte, que simplemente escuchó e hizo “mutis por el foro” ante los improperios e insultos institucionales que recibió por parte de un barrabrava de los estrados, de un ignorante republicano, de un patovica de cabaret, de un matón de comité, como el Ministro Soria, me lleven a sobrevalorar la cordura, la serenidad, la firmeza, el valor de un sector fundamental del entramado del estado de derecho: la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Con el perdón de los lectores, una señora Corte.
No fue necesario contestar la grosera provocación de la que fue objeto en su propia casa, que es lo que pretendían los que lo mandaron a Soria.
Es que, como antes, como debió serlo siempre, los jueces hablan por sus sentencias, y sólo unos pocos días después lo hicieron con la trascendente decisión de declarar inconstitucional la ley Cristina que diera preeminencia al sector político oficialista en la conformación del Consejo de la Magistratura.
Este verdadero golpe a la ambición de los autoritarios y de los interesados en obtener impunidad, es la luz institucional que podemos ver al final del túnel.
Fue Cristina Senadora, en 2006, la que encabezó la reducción de integrantes de 9 a 5, a través de la Ley 26.183.- ¿Cuál sería las razones jurídicas e institucionales para su incremento?, tal cual lo preconiza Parrilli.
Y termino como entonces: “queremos la especialidad de la casa, una Corte Suprema de Justicia de la Nación independiente y ecuánime. Que el viejo camarero no nos termine dando una tortilla de papas.”
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI
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