OREJEANDO EL PRÓXIMO TURNO ELECTORAL
“No habrá risa, no habrá arte, ni literatura ni ciencia; sólo habrá ambición de poder, cada día de una manera más sutil”
Georges Orwel
*La votación dividida por el presupuesto nacional, fue leída por la prensa como adelanto de la confrontación preelectoral en la coalición oficialista. Sin descartar esa posibilidad a futuro, la votación parece más bien producto de una inteligente estrategia consensuada, la de un pie en cada canoa, para no perjudicar la relación institucional con la nación ni la partidaria con el espacio político de pertenencia.
**El único peligro de frustrar un sexto mandato consecutivo parece estar entre ellos mismos, la de una confrontación que los fogoneros de cada lado no se cansan de estimular para su propio beneficio. ¿Seguirán Ricardo y Gustavo actuando de manera inteligente?
***Con una oposición que parece dibujada, el peronismo local se encuentra en una perspectiva de mayor debilidad. Sólo consolidando una figura y ofreciendo una plusvalía sobre la previsibilidad radical, tendrán alguna chance en 2021.
En cualquier democracia resulta casi normal que las conductas políticas se exacerben en tiempos preelectorales, y que las lecturas que hacemos de ellas tiendan a explotar las perspicacias de entrelíneas antes que la interpretación directa.
2021 no sólo es el año en que el mundo quiere derrotar la pandemia, es para los correntinos el turno electoral principal, en el que se elige su fórmula gubernativa.
Con un radicalismo que gobierna ya durante cinco períodos consecutivos, la definición de la candidatura a gobernador para aspirar al sexto presenta una situación que no es nueva: la policefalia del liderazgo, el político y el institucional en cabezas distintas, Ricardo Colombi por un lado y Gustavo Valdes por el otro. No es necesario gran análisis para intuir que allí estará centrada la dicotomía oficialista, como lo estuvo en 2009, que terminó en una fractura y dos fórmulas.
La votación en Diputados del presupuesto nacional marcó una divisoria de comportamientos en el bloque correntino de Juntos por el Cambio, integrado por dos radicales y dos del PRO. Los primeros se abstuvieron en general y votaron afirmativamente en particular los artículos que concedían fondos para Corrientes. Los segundos, votaron afirmativamente en general y en particular, alegando que lo hacían por un pedido del gobernador.
En una primera mirada de orden institucional, diríamos que todo el que gobierna tiene el derecho de elaborar el presupuesto con que ha de encarar el siguiente año, lo tiene Alberto, y, se esté de acuerdo o no, la oposición no puede impedir su aprobación.
Sofía Brambilla e Ingrid Jetter votaron a favor (además de los kirchneristas Aragón, Sand y Romero); Estela Regidor y Jorge Vara se abstuvieron en general y votaron favorablemente algunos artículos en particular. Hay que decir que ninguno de los dos sectores en que se dividió el oficialismo correntino obstruyó la media sanción, aunque pueda observarse una incongruencia en la abstención en general y el voto positivo en particular.
Hago un paréntesis en el tema de fondo de este artículo, para decir que el presupuesto presenta números que generan incredulidad, como un dólar que valdrá $102,40 en diciembre del año próximo, una inflación para todo 2021 del 29% y un PBI que, de una caída del 12% durante el corriente año, pasará a un crecimiento del 5,5% para el entrante. A optimistas, nadie le gana a Fernández.
Retomando las disputas del pago chico, creo que las diferencias de los diputados correntinos de Juntos por el Cambio en la votación del presupuesto hicieron mucho ruido con pocas nueces. ¿Qué quiero decir con ello? Que fue más una cuestión testimonial que confrontativa.
Las cuestiones políticas y las institucionales pueden transitar los mismos senderos o distintos. El asunto es visualizar dónde están colocados cada uno de los intereses. Los intereses institucionales del radicalismo gobernante están en la mantención de una buena relación con la gestión nacional kirchnerista; los intereses políticos, en cambio, en seguir una coherencia opositora con la alianza a la que pertenecen. Lo que se dice, la estrategia de un pie en cada canoa.
La función de Ricardo Colombi es dirigir políticamente un partido que integra la coalición opositora en el ámbito nacional, por lo que no es de extrañar que los legisladores del palo se hayan abstenido. En cambio, la grave responsabilidad de Gustavo Valdes de gobernar, le impone muñequear la situación con Alberto Fernández, de modo tal de concederle votos para la aprobación del presupuesto nacional, porque de él también dependen los fondos para Corrientes.
Aquello que la mayoría de la prensa observó como un adelanto de la confrontación que se viene por la primera candidatura para el 2021, es posible que se trate en realidad de una estrategia inteligente convenida entre el presidente de la UCR y el gobernador, para dejar conformes a todos los sectores con los que se entrelaza una provincia radical en un país peronista.
No estoy diciendo que no puedan haber disputas por candidaturas en el futuro, lo factibilizan la existencia de dos liderazgos con peso suficiente para aspirar al sexto galardón gubernativo, pero si la supuestamente acordada estrategia bidireccional del presupuesto, fue producto del “timming” político del tandem, probablemente lo repitan para definir puertas adentro las candidaturas de 2021.
En el marco de su hosquedad proverbial, el mercedeño es el creador del sistema que le permitió al radicalismo salir de un llano perenne para pasar a la cúspide continua. Una gestión ordenada, tranquila, con el pago riguroso de los salarios públicos (que mueve la acotada economía de una provincia altamente dependiente del estado) y obras públicas de pequeña y mediana cuantía.
Tuvo a su favor una oposición que nunca terminó de configurarse como una fuerza capaz de crear expectativas a un pueblo que se acostumbró al importante valor que trasmitieron los gobiernos radicales: la previsibilidad.
Es cierto que con ello no se ha movido gran cosa el amperímetro del desarrollo local, no se han hecho obras de gran aliento como el segundo puente, pero ello cuenta más en el debe de un sistema centralista general y de “federalismo de amigos” que siempre practicaron los gobiernos kirchneristas.
El de Ituzaingó mantuvo el sistema paiubrero. Obviamente lo consolidó con un dinamismo de gestión importante y una visión más moderna. Como senador nacional, también fue funcional a una estrategia conjunta con Colombi, no en vano lo designó su sucesor.
Pero hay que poner todo en contexto. Al endémico subdesarrollo del norte argentino, que no está en la agenda de los grandes partidos nacionales, se le suma el grave “parate” económico por el Covid-19 que agrega desocupación y pobreza. Corrientes no es la excepción y los gobiernos de todo el país hoy se conforman con sólo capear el temporal.
La disociación de los tiempos electorales nos lleva a los correntinos a definir en el próximo turno el gobierno local. El peronismo y sus aliados tendrán que consolidar una figura convocante, pero fundamentalmente demostrar que están en condiciones de aportar una plusvalía sobre aquello que se ha venido haciendo en los últimos veinte años. El radicalismo parecería que “tiene la vaca atada”, con Valdes o con Ricardo, pero un proceso tranquilo de definiciones dependerá de la inteligencia de su dirigencia.
Mientras tanto, así como Alberto espera el “milagro” de la vacuna para levantar la puntería de su descolorido gobierno, los del partido de Alem, Irigoyen y Alfonsín saben que no contarán con ayudas milagrosas y que, en esta oportunidad, puede no alcanzarles con hacer la plancha.
Jorge Eduardo Simonetti
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