#COLUMNASIMONETTI Menem Milei

PATILLAS LIBERALES: SIMILITUDES Y RIESGOS

COPARTICIPACIÓN, DOLARIZACIÓN Y PRIVATIZACIONES

“Menem fue el mejor presidente de toda la historia y Cavallo el mejor ministro de economía”

Javier Milei

*Así como el kirchnerismo trajo la épica setentista a su mandato, hoy parecen volver los noventa del gobierno de Carlos Menem. Admirado el riojano por el presidente electo, la convertibilidad de Cavallo, una dolarización sin dólares, tuvo una primera etapa exitosa, para terminar de la peor manera con la crisis de 2001.

**Las ideas del libertario están cambiando al ritmo del armado del gabinete. Especialmente en Economía, su especialista en dolarización ha sido desplazado, por lo que la medida está puesta en duda.

***Si algún temor despertaba la ortodoxia ultraliberal en función de gobierno, Milei lo está despejando con mucha muñeca pragmática en sus primeros pasos.

                   Comienzo por resetear mi disco duro. Se borran de mi memoria algunas propuestas de Milei durante la campaña. Se instalan las que emite en su condición de presidente electo, algunas distintas a las originales, otras menos disruptivas, las restantes directamente olvidadas. Por las dudas, lo de la dolarización no la borro, o si?

                   En esa tarea estoy cuando me veo ingresando en el túnel del tiempo, transportado por vía de la regresión psicológica, a la última década del siglo XX, a los noventa, tiempo dónde supo brillar el riojano de patillas.

                   Y en esa teletransportación, voy pensando que los votantes de Milei en realidad tuvieron más suerte con sus cambios de planes que los peronistas de 1989, que habiendo votado salariazo y revolución productiva, recibieron el gobierno más liberal de los últimos cien años de la historia argentina.

                   Cuestiones ideológicas aparte, sin dudas que Menem y Milei no tienen sólo en común sus patillas, también una declarada devoción del presidente electo sobre el ya fallecido riojano. Y no sólo por él, también por Domingo Cavallo, ambos calificados como los mejores presidente y ministro de economía de la historia argentina, respectivamente.

                   De modo tal que, las coincidencias que pudieran encontrarse entre las medidas que piensa concretar a partir del 10 de diciembre Javier Milei y las que rigieran en los noventa, no son casualidad sino la instrumentación consciente de un plan similar.

                   El objeto de este artículo no es abrir un juicio de valor acerca de la gestión menemista, simplemente deseo resaltar algunas coincidencias con las propuestas de Milei, y las consecuencias que tuvieron en ese entonces, y que hoy podrían repetirse.

                   No soy economista, pero como simple ciudadano y con el valor agregado de la experiencia de gobierno de esa época, me permito formular observaciones respecto a tres temas: las privatizaciones, la dolarización y la coparticipación.

                   Los argentinos no aprendemos casi nunca de nuestra propia historia. Repetimos una y otra vez la experiencia de tropezar contra la misma piedra. Todo lo que se haga en dirección contraria, nos hará un poco más sabios, menos aprendices y seguramente disminuirá el peso de nuestros desvelos.

                   La privatización de empresas y actividades a cargo del estado, se presenta como uno de los pilares del gobierno del libertario para disminuir el déficit público. Lo dijo días atrás: “Todo lo que pueda estar en el sector privado, va a estar en el sector privado”, sustentado en la máxima liberal de que todo lo que hace el estado lo hace mal y caro.

                   Palabras más, palabras menos, lo dijo el ministro de obras públicas de Menem en los noventa, Roberto Dromi: “Nada de lo que no deba ser estatal, permanecerá en manos del estado”.

                   Hoy ya no tenemos todas las “joyas de la abuela” que tuvo Menem para vender, el dinero que se obtendría no sería significativo en términos del tesoro. Por caso, las acciones en manos del estado de la petrolera YPF, apenas alcanzan a los tres mil millones de dólares.

                   Es cierto, se eliminaría el déficit operativo del conjunto de empresas estatales, que hoy se estiman en 4.500 millones de dólares, pero la experiencia menemista indicó que la eliminación del empleo de las empresas privatizadas no fueron compensadas con demandas de nuevas actividades económicas, lo que provocó un índice de desempleo que llegó al 10% en 1994, luego un salto al 20% en 1995, y finalmente un promedio del 15% en los siguientes siete años.

                   La dolarización fue difundida como la panacea de nuestros males inflacionarios. Comparativamente hablando, la convertibilidad de Menem y Cavallo es prima hermana de la dolarización, porque fue una dolarización sin dólares, al establecer la paridad cambiaria: un peso, un dólar.

                   La lógica de la convertibilidad residía en la obligación legal de mantener la relación entre reservas en divisas y emisión de dinero local. Si no se incrementaban las reservas, no se podía emitir y aumentar la base monetaria.

                   El sistema tuvo un veranillo, pero luego, al no incrementarse las reservas (hoy negativas, en rigor), la plaza se secó de pesos, la iliquidez hizo estragos en las actividades, y no había dinero legal para mantener activa la economía.

                   Debo decir que en ese entonces, a diferencia de ahora en que las provincias se encuentran en relativa estabilidad financiera, los ingresos por coparticipación estaban en un mínimo. En Corrientes, las remesas nacionales apenas alcanzaban para cubrir el 60% de la nómina salarial, el resto se completaba con recaudación de los impuestos locales (que por definición son magros) y el endeudamiento bancario a tasas de mercado.

                   En suma, las provincias no tenían para pagar sus empleados y los servicios esenciales que debían prestar, lo que se completaba con la toma de deuda en el sector privado, cuyas cuotas se detraían directamente en origen.

                   La iliquidez y otras tantas cuestiones derivadas, generaron una olla a presión a punto de estallar, que halló un alivio impensado en la creación de la cuasimoneda, en la Nación y en quince provincias (en Corrientes, los famosos Cecacor), papeles de deuda que sólo hundían más al erario y, a la vez, perjudicaban a los que recibían esos instrumentos, ya que su cambio de mercado estaba por debajo del 50% de su valor nominal.

                   Luego, pasó lo que pasó: estalló el sistema de la convertibilidad, hubo una devaluación catastrófica, se decomisaron los depósitos bancarios de la gente, y el resto es historia conocida.

                   Milei, en su campaña, reiteradamente habló de la eliminación del sistema de coparticipación. Hoy, como presidente electo, lo niega, expresa que para hacerlo se necesita el voto unánime del Senado, algo casi impensable.

                   Si esto es así, los gobernadores deberían quedarse tranquilos, y sólo reclamar las detracciones que el compañero Massa realizó para financiar su campaña electoral. Pero el problema ya no estará en la modificación del sistema ni en la devolución de las amputaciones.

                   Si trazamos un paralelo entre la convertibilidad menemista, y hoy la eventual dolarización, la paralización de la obra pública anunciada, las privatizaciones, la no emisión de moneda espúrea, seguramente disminuirá la inflación pero generarán una recesión tremenda que afectará los volúmenes que recibirán las provincias en concepto de coparticipación.

                   Es tremendo decirlo, pero es lo que sucedió hace menos de treinta años, en tiempos que gobernaba un presidente que es el ídolo del que asumirá próximamente.

                   Tanto es válida la comparación que los proyectos se parecen mucho y parte de los equipos de trabajo están constituidos por funcionarios menemistas reciclados.

                   Son nuevos tiempos, y las ideas liberales han sido plebiscitadas por el voto ciudadano. Sin embargo, es necesario que las construcciones teóricas tengan un baño de realidad de experiencias pasadas, para no tropezar dos veces con misma piedra.

                   Que no sea peor el remedio que la enfermedad.

                   Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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