INSENSATEZ
“No hay mayor mal que se pueda sufrir que odiar el discurso razonable”
Sócrates
*El lunes será día de evaluar los resultados electorales. Con el desayuno del martes, con el telón caído y un presidente electo, las especulaciones se concentrarán en las derivas de un nuevo gobierno, con las expectativas e incertidumbre de los más de 45 millones de conejillos de indias.
**El escenario político, institucional, económico y social será absolutamente disímil según sea el presidente electo. La reacción de los distintos sectores, y de los mercados, darán una idea de lo que sigue.
***La sociedad deberá asimilar los resultados y prepararse para los remezones que necesariamente se generarán en un país que, se intuye, comenzará el camino de las nuevas trincheras.
Lo primero que hizo Javier Milei cuando encabezó los resultados de las Paso, fue visitar a Alejandro Fantino, agradeciéndole con emoción el buen trato y cordialidad del periodista para con él. Es al mismo Fantino al que escuché, días atrás, en su programa de radio decir lo siguiente: “Suenan tambores de guerra, es trágico lo que se viene, gane quien gane”.
Si hay algo que no va a provocar esta elección es la concordia entre los argentinos. Antes bien, me temo, cualquiera de los dos que resulte triunfante, va a recargar la grieta existente con elementos novedosos, hasta ahora de presencia difusa, el elemento ideológico.
Con el calor de la contienda electoral, parecería que nadie se ha puesto a pensar que, luego de ganar, hay que gobernar, y en un escenario verdaderamente caótico.
Sin embargo, se advierte en la dirigencia política, casta o no, y fundamentalmente en la sociedad, la pérdida de toda chance de conformar un espacio de objetividad.
Nadie ignora, cada uno desde su lugar, que para gobernar hay que acordar, que resulta necesario la conformación de una masa crítica de fuerzas políticas y sociales cuyo objetivo sea bucear en los caminos de la concordia y, sobre todo, de la instrumentación de políticas públicas que tengan la chance de resultar viables.
Ese mismo espacio de objetividad, permitirá moverse entre los pliegues democráticos con el poder necesario para bloquear cualquier locura gubernamental, pero a la vez para colaborar en la instrumentación de políticas con cierto nivel de consenso.
Pues, nadie está hoy trabajando para ello, ocupados todos, políticos y ciudadanos, en tirarnos piedras o intentando cancelar la opinión divergente. La mitad de la población ve a uno de los candidatos como un personaje embustero y manipulador. La mitad restante, considera que el otro es demente e inmaduro.
Parafraseando lo expuesto por Carlos Pagni en su columna de La Nación, es cómo si la disputa fuera meramente entre aquél que debe someterse a un examen psicológico y el otro a una prueba del polígrafo.
Con el debate, la pretensión de instalar en el imaginario social un prototipo de ciudadano justo se fue por la borda. Pocos fueron capaces de analizar con cierta objetividad, nadie vio los errores del candidato propio ni las virtudes del ajeno. O fue genio Milei, burro Massa, o genio Massa, burro Milei, así de maniquea y contundente fue la posición de cada lado.
No hay lugar para la razón, la pasión recargada invade los espíritus. Nadie soporta que haya otro que piense distinto. Los grises no están en el catálogo social. O sos amigo o sos traidor.
Los haters políticos, que a esta altura ya somos todos, inundaron como nunca las redes de toneladas de expresiones gráficas, visuales y sonoras, hechas o retrasmitidas por cada quién, demonizando al contrario.
Y es lamentable ya que, como dijera Sócrates, rechazar la lógica y el razonamiento es un daño grave para el individuo, ya que limita su capacidad para comprender y aprender.
En mis artículos trato de ser ecuánime, lo intento por lo menos, sin dejar de dar mi opinión. Eso mismo me vale para que amigos de uno y de otro se enojen conmigo, por no hacer parte abiertamente. Afortunadamente, lo escrito, escrito está.
Los dirigentes políticos, aquéllos que deberían traducir en ideas y no en agresiones las distintas posiciones, están también con la pala en la mano. Y lo más inusual, la parte que antes se veía como razonable, hoy es la que se ocupa de echar más leña al fuego.
En los últimos días pudo verse una campaña disolvente y cargada de mensajes negativos del oficialismo hacia el candidato opositor, utilizando las armas más negativas cargadas con el dinero público. Esta vez, extrañamente o no tanto, Cristina no sumó para el lado de la grieta, su silencio fue estratégico.
Sin embargo, del otro lado, se vio a un Mauricio Macri activo, con tuits agresivos en contra de quienes hasta anteayer fueron sus socios políticos. Le puso más pasión a la defensa del libertario que la que puso para apoyar a Bullrich.
Colocar al radical Morales en una misma bolsa con Milagro Sala fue demasiado. Acaso olvida Macri que el gobernador jujeño fue el que puso lo que hay que poner durante su gobierno, para amputar uno de los tentáculos más poderosos del kirchnerismo, Milagro Sala.
Con ese nivel de agresividad, que no se vio en 2015 ni en 2019, y lo peor dentro de un mismo espacio, es muy difícil acordar para hacer un país gobernable.
La cuestión es que en la nueva zanja, trabajan para profundizarla no sólo la dirigencia política, sino también la sociedad, que participa abiertamente para la división.
Por allí suelo preguntarme ¿quién alimenta las pasiones de quién? ¿Los de arriba a los de abajo, la sociedad a los políticos, o éstos a aquélla? Es cómo estar en un círculo vicioso, de continua retroalimentación, que nos conduce a una pérdida de valores, de calidad de vida.
Y tenemos que elucubrar sobre un futuro con alguno de los dos ¿Qué pasaría si gana uno? ¿Qué pasaría si gana el otro? ¿Será Milei el que conduzca a la nueva dirigencia opositora? No lo creemos. ¿será Massa el jefe opositor?, tampoco. ¿Cómo actuará cada sector si su adversario es gobierno?
Parecería que dos personajes públicos de la política deberían salir de los primeros planos, porque representan la vieja fractura: Cristina y Macri. Ello nos daría la oportunidad de ir quitando del medio algunas palas y picos que sigan profundizando la grieta.
Sin embargo, la cuestión parece ser que estamos ante una nueva grieta, una más profunda, más ideológica, con nuevos personajes, que vienen sembrando vientos para que deriven en tempestades contra el otro político. Cómo si estos últimos veinte años no hubieran sido suficientes, se busca reinstalar el escenario de la verdad única, del discurso hegemónico, aunque con textos recargados y nuevos actores.
El Congreso fragmentado, fruto de la última elección de legisladores, puede ser una ventaja desde el punto de vista democrático, pero también un problema para la aprobación de medidas que proponga el poder ejecutivo.
Las fuerzas no oficialistas serán seguramente reacias a compartir los costos de un ajuste, que es lo que en definitiva tendrá que hacer quién gobierne. Y allí estaremos navegando aguas turbulentas, entre las decisiones ejecutivas, la negociación legislativa, y la resistencia de los sectores afectados.
Tal vez el lector esté tentado de decirme “¡uh, que manera de tirar pálidas!”. Y tal vez tenga razón, pero el margen para el optimismo se achica cada vez más en la medida que se agranda la crisis y el enfrentamiento entre los sectores políticos se profundiza.
Por lo pronto, hoy votaremos y comenzaremos a develar las incógnitas.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI