LA BATALLA DE LOS ODIOS
“A veces uno elige de qué lado estar simplemente viendo a quiénes están del otro lado”
Leonard Cohen
*En esta instancia electoral, las cartas ideológicas se vuelven a barajar y se reparten de nuevo. La antigua contradicción que unió al macrismo con el radicalismo, como oposición del kirchnerismo, hoy se renueva bajo otra consigna, más acorde con el origen y la naturaleza de los pensamientos partidarios: liberalismo de derecha o populismo recargado.
**Entre un modelo que naufraga y otro que parece suicida, los argentinos no la tenemos fácil para definir nuestro voto.
***Con el objeto de captar el voto independiente, uno promete deskirchnerizar el gobierno, el otro baglinizar sus medidas. Faltan apenas dos semanas para que encaremos la encrucijada.
Cómo si no fueran suficientes las numerosas estaciones de este verdadero vía crucis electoral de 2023, esta segunda vuelta a muchos ciudadanos les está resultando un verdadero ejercicio de imaginación negativa. Se trata de ese poco más del treinta por ciento que no eligieron ni a uno ni al otro.
En lugar buscar las virtudes de los candidatos, muchos fantasean con identificar la menor capacidad de daño de cada uno, tratando de encontrar al menos malo, al que menos perjuicios le causaría a nuestro sufrido país y a la situación personal de cada quien.
Para colmo, no sólo tienen que soportar una insufrible campaña electoral, tan obvia como repetitiva, sino además los consejos, memes, videos, dibujos, que pululan por las redes sociales, instando a obrar de una u otra manera.
Algunos hasta se animan a advertir que el voto en blanco es “traición” o “cobardía”, que tiene un costo negativo, esos mismos pregoneros que hasta anteayer no se dieron cuenta que la política existía.
Es que el poder es una poderosa droga, tanto para los que quieren seguir prendidos al mismo, cuánto para los que siempre estuvieron en el desierto y advierten cerca el oasis.
Votar a Massa o a Milei es un derecho, pero también votar en blanco lo es. Y punto. Sería bueno que dejen un espacio de serenidad en el ánimo de las personas, para que cada uno pueda pensar y tomar su decisión.
Establecido ello, ingreso al análisis político de esta instancia electoral. Temo que los resultados de la primera vuelta, generaron una verdadera batalla de cúpulas partidarias, principalmente en el espacio de Juntos por el Cambio, que implosionó de la peor manera y hoy se muestra como un enorme vacío, un agujero negro que ha dejado a mucha gente a la buena de dios.
Esta segunda vuelta electoral se está desarrollando en función de tres conceptos: la ideología, la personalidad de los candidatos y el odio o el miedo que generan los oponentes.
La salida de la convertibilidad en 2001, con su tremenda crisis, produjo un período de veinte años dónde el eje ideológico se trazó a partir de la díada republicanismo/ejecutivismo o democracia liberal/populismo. A partir del ejercicio hegemónico del poder por parte del kirchnerismo, la contracara fue una oposición unida en torno a los valores de la república.
Este período histórico ensambló en una misma trinchera a personas y partidos que, aparentemente, tenían distintos pensamientos políticos, bajo la consigna del mal menor. El radicalismo tiene una raíz histórica similar y previa al peronismo, no al Pro, pero la defensa de la república lo ubicó con Macri y compañía en la lucha contra el ejercicio autoritario del poder.
Pero hoy, a partir de un nuevo crack económico y la aparición de otras opciones ideológicas, los alineamientos quedaron viejos y se presenta una nueva contradicción, en función de la cual los partidos, dirigentes y ciudadanos deben tomar posición.
Es que, los Kirchner tuvieron la virtud de colocarnos en la misma vereda a tirios y troyanos. Con su declinación, comenzamos a darnos cuenta de que no somos tan iguales, que antes nos unía el “anti” y hoy nos separa el “pro”.
El resultado de la primera vuelta determinó la senectud de alineamientos políticos y estrategias, y que la nueva contradicción que se plantea en la política argentina es la del liberalismo de derecha y la demagogia peronista.
El que primero entendió ese nuevo esquema fue Mauricio Macri. En una movida madrugadora y desprolija, se tiró a los brazos del sector político que le resulta más natural a su pensamiento y origen personal: el libertarismo de Javier Milei.
La precocidad macrista obligó a los restos de Juntos por el Cambio a mover sus fichas. El Pro quedó partido, y el radicalismo marcó una neutralidad a medias, que mira con buenos ojos a su primo hermano, el peronismo, en este caso aparentemente atenuado por el virus massista.
De un modo casi forzado, el fuerte viento electoral fue acercando a cada chancho a su estaca ideológica: la derecha mileísta se recarga con el Pro de Macri, la demagogia masista con las simpatías de un radicalismo “neutral” que mira con asco al desgreñado. Y así, cada uno en su gatera natural, en la que permanecerán sin necesidad de taparse la nariz.
En función de ese nuevo eje ideológico, los ciudadanos tendrán que optar entre un sistema instalado que se cae a pedazos y otro nuevo que no termina de definirse.
La personalidad de los candidatos es un tema para detenerse. Por un lado, un rockstar con asiduos estados de emoción violenta, un émulo de Chaparrón Bonaparte, ese personaje de Chespirito que se transformaba cuando le asaltaba la “chiripiorca”. Imagínenlo sentado en el sillón de Rivadavia.
Por el otro, un embustero serial, un gastador compulsivo al que no lo saca de su tranco ni el habernos dejado de a pie a los argentinos durante varios días.
La pregunta sería: ¿qué es más probable? ¿qué un loco se vuelva cuerdo o que un embustero se torne confiable? Si tiene la respuesta, tiene el sentido de su voto. Si no, dios lo ayude.
El odio al oponente es otro dato insoslayable de esta realidad electoral. Probablemente sea una elección que se resuelva en función de los odios. El que reúna menos odios seguramente ganará la elección. Si tengo que elegir presidente, como no odiar a la política argentina que me obliga a elegir entre permanecer en la sartén o arrojarme al fuego.
¿A qué le temen los electores? A muchas cosas. Miedo a perder el trabajo o a no conseguirlo. Miedo a no poder educar a sus hijos. Miedo a la inseguridad. Miedo a no poder pagar sus cuentas. Miedo a la persecución de las minorías. Miedo a los que mienten. Miedo a los que pierden los estribos. Miedo a la incertidumbre. Miedo a los cambios. Miedo a que todo siga igual. Miedo a un candidato. Miedo a otro candidato. Miedo a lo malo conocido. Miedo a lo bueno por conocer.
La Argentina de los miedos y de los odios se hace presente con toda su contundencia ante esta instancia electoral.
Tal vez, en otro artículo podamos incursionar más profundamente en las fortalezas y debilidades de ambos candidatos: uno que quiere atenuar sus propuestas casi suicidas y el otro que quiere aparecer como el bombero que apaga el propio incendio que genera.
Como un buen ejercicio de comparación, pensemos por un lado en la Argentina de los Kirchner y, por el otro, en el Brasil de Bolsonaro o en los Estados Unidos de Trump. Tal vez allí encontremos algunas respuestas.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI