AYUDA SOCIAL TERCERIZADA
“El estado nacional debe recuperar el control, la auditoría y la aplicación de las políticas sociales, que no pueden seguir tercerizadas”
Cristina Kirchner, junio de 2022
*La Argentina Emerenciana es el país de la alianza espuria entre la política corrupta y el piqueterismo empresarial. De manera mediata, la víctima es la asesinada Cecilia; de modo inmediato, los ciudadanos, que son rehenes del modelo. Tenemos la oportunidad de cambiarlo.
**En pleno proceso electoral, las definiciones de los políticos deben ser contundentes en cuánto a los temas centrales como la existencia de organizaciones paraestatales que manejan cuantiosas sumas del erario.
***Cuando la crisis económica y moral es tan profunda, no alcanza con la tibieza de los continuismos disfrazados. La democracia debe generar sus propios correctivos.
La historia demuestra que el sistema capitalista ha generado siempre un sector social excluido de sus beneficios, personas que se desenvuelven en los márgenes de la educación y la economía, y que el estado no puede, ni debe, desentenderse de su suerte.
Esta situación de marginalidad se intensifica particularmente en tiempos de crisis, en los que una progresiva pauperización de los sectores, hace fluir una gran cantidad de conciudadanos hacia el piso de la pobreza, la indigencia, el desempleo, imposibilitados de emerger por sus propios medios ni por el mero funcionamiento del mercado.
Distingo tres momentos en la intervención estatal de la ayuda social: la ayuda oportuna, la masificación de la misma y la tercerización.
Para paliar esas situaciones extremas, surgió en el siglo XX la concepción política del estado benefactor, que es la institucionalización del bastón social en beneficio de esas personas.
El estado de bienestar moderno surgió como una manera de superar la Gran Depresión en EEUU en la década de 1930, bajo la forma de intervencionismo estatal para abordar el desempleo, la pérdida de la producción y el colapso del sistema financiero. Fue la primera etapa de la ayuda social.
Como fase superior, que desnaturalizó la concepción primigenia, surgió el estado populista con la masificación de la ayuda social en beneficio de autócratas políticos, que hicieron de la misma un instrumento de control social y político. Ya no fue un “bastón”, sino la columna vertebral del sistema, para mantener el apoyo popular basado en el asistencialismo y no en el fomento del trabajo.
Un dato ilustrativo de la profundidad y dimensiones del problema es que el presupuesto nacional de 2023 prevé planes sociales para 26,75 millones de beneficiarios, una cifra que muestra una mayoría viviendo de la dádiva estatal, contra un acotado número de trabajadores registrados.
Esa segunda etapa nace en nuestro país particularmente desde la instalación del peronismo, cuyo lado positivo es la incorporación de grandes masas ciudadanas al consumo, pero que en el tiempo fue financieramente inviable con el altísimo gasto público que ello suponía. El keynesianismo mostraba su costado débil.
El siglo XXI trajo a la Argentina la tercera fase del modelo, que significa la tercerización del dinero público destinado a la ayuda social y representa el populismo en grado paroxístico.
Con ello, nació un esquema complejo que importa la existencia de tres actores fundamentales: el político que terceriza de acuerdo con su conveniencia, las denominadas organizaciones sociales como verdaderas empresas de tercerización y la masa beneficiaria y cautiva del sistema.
La tercerización no es nueva, nació también con el peronismo al entregar a los sindicatos la administración de la salud, concediéndoles cuantiosos fondos públicos que constituyen la base fundamental del poder y la permanencia de los caciques gremiales.
Es cierto que el sistema capitalista genera, en mayor o menos medida, una sobrepoblación en su dinámica productiva, personas que forman parte del sector desempleado o subempleado, y que subsisten en función de la dádiva. Cuando, como en nuestro país, ello es generalizado, tenemos una situación inviable, sustentada en una base improductiva que termina por implosionar.
Según José Nun, polemizando con el marxismo tradicional, el estado busca tener a esa masa desempleada como “afuncionales”, no integran el sistema pero tampoco lo amenazan. Ello, con el objeto de que no se vuelvan “disfuncionales”, un problema para el orden social.
Es así como, los gobiernos buscan la tranquilidad social pactando con grupos, cada vez más numerosos en la Argentina populista. Pero ellos no están solos, tienen dirigentes que a través del tiempo han constituido esa capa geológica consolidada, indispensables a la hora de la intermediación de la ayuda, porque sin ellos no hay paz social.
Y el pacto no se produjo sólo en gobiernos de matriz populista. Lo hizo Macri también que, para generar gobernabilidad, entregó la administración de los planes sociales al Triunvirato San Cayetano integrado por la Ctep, Barrios de Pié y CCC y Juan Grabois.
La intermediación y la tercerización del dinero público es hoy un sistema empresarial que genera “popes” que presionan y extorsionan a la política, cambiando dinero público por piquetes controlados.
No es casualidad que los últimos acontecimientos que conmocionaron a la opinión pública, hayan sucedido en provincias que integran el norte pobre de la Argentina, Jujuy y Chaco, y menos aún lo es que en ellos están involucrados aquéllos que llevaron la tercerización de la ayuda social a su desiderátum.
Casi es un hecho comprobado que Milagro Sala ha planificado y conducido los disturbios en Jujuy. Desde su casa, demuestra que la poderosa organización que supo conformar con fondos públicos remitidos por Cristina, más poderosa que el propio estado jujeño, todavía subsiste y es capaz de generar caos.
Más cerca de nuestra provincia, cruzando apenas el charco, destaca hoy la figura de Emerenciano Sena y el clan Sena, una familia que, en función de alianzas políticas y económicas con el gobierno de Capitanich, hizo del piqueterismo una empresa productiva que le trajo bienestar económico familiar y poder desmesurado.
Sena y su clan, son los emergentes del sistema clientelístico tercerizado, un modelo que descansa sobre una nueva mafia, la de los enriquecidos piqueteros que negocian con el lado corrupto de la política, para constituir un estado paralelo que reparte dinero público y se queda con la mejor parte.
Cecilia, no sólo es la víctima inmediata por su muerte atroz, también de manera mediata por un sistema político que entrelaza intereses oscuros, que hoy se exhiben en su crudeza pornográfica. Capitanich y Sena son los extremos interdependientes de ese sistema.
Si bien el gobernador chaqueño es el padre de esa criatura hoy incómoda, Emerenciano Sena, cómo Cristina de Milagro Sala, la visión en perspectiva de conjunto indica que la lucha política y la definición electoral se centran en determinar si es ése el modelo cuya continuidad deseamos, el Chaco Emerenciano, la Argentina Emerenciana, cuyo producto final es el caos jujeño y la muerte de Cecilia, una inocente.
En ese contexto, a veces algunos candidatos de la oposición pierden perspectiva, al comportarse como palomas ingenuas, como si no supieran cuáles son los problemas centrales de una Argentina vaciada económica y moralmente.
Es cierto, la grieta debe terminar, pero ello no debe suponer el pacto con esa lacra que se ha beneficiado con la explotación de los excluidos, tanto de los empresarios piqueteros cuánto de los políticos que los crearon.
Las paradojas de la vida nos muestra a una Cristina que, hace apenas un año, protestaba contra la tercerización de los planes sociales. Aprovechemos que su creadora quiere acabar con su criatura.
Que el temor de una crisis social no determine la continuidad de la Argentina Emerenciana. Para ello hace falta un gobierno con inteligencia política y temperamento.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI