#COLUMNASIMONETTI plan llegar

CAMINANDO HACIA NINGUNA PARTE

PLAN LLEGAR

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”

Antonio Machado

*El caminante individual hace su camino al andar. El gobierno, en cambio, tiene la obligación de abrir los caminos por dónde ha de transitar la sociedad hacia un destino valioso. El definitivo extravío del GPS institucional, nos tiene a los argentinos caminando hacia ninguna parte, con un no presidente turista y una facción política que hace rato perdió la magia y las expectativas sociales.

**Ni en los peores tiempos de crisis importantes, se tuvo tal sensación de desamparo y extravío. No sabemos dónde vamos, intuimos que al precipicio.

***Lo lamentable sería que los que hoy arman la bomba, vuelvan en 2027 como reparadores de los daños causados por la explosión.

                         Contrario a un pensamiento determinista, en sus versos Antonio Machado nos dice que la vida es un camino que no está marcado, y que cada uno lo va construyendo con sus pasos: “Caminante son tus huellas, el camino y nada más”.

                         Es una senda vital y experiencial, en el que aprendemos a medida que, a fuerza de machete espiritual, desbrozamos la maleza para avanzar. Pero, a su vez, para el poeta español es un camino por el que no volveremos a pasar: “Al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.

                          El poema de Machado es una representación del “homo viator” (el hombre viajero) en el que el hombre está permanentemente inmerso en un viaje de autoconocimiento. Es un tópico repetido de la literatura española, un ejemplo es “El Quijote”. También en otras culturas, con obras tales como “La Odisea” o “Divina Comedia”.

                         La experiencia personal es un instrumento formidable para atravesar la vida con alguna chance de éxito. Y no hay otra mejor forma de adquirirla que montado en nuestras propias extremidades.

                         Pero el ser humano no camina sólo con sentido utilitario, también lo hace con pretensión trascendente, sin que las paradas o los destinos adquieran centralidad en su tránsito.

                         Es así como el caminar sin rumbo puede ser el mayor acto de rebeldía contra el sistema, una experiencia liberadora inigualable. Vagabundear sin prisa y sin propósito es en sí un acto de resistencia contra un mundo material y egoísta.

                         Sin embargo, ello no deja de constituir una actitud individual, que no suma por repetición, que puede hacerle bien al alma del caminante, pero que se desentiende de la suerte común.

                         Las sociedades tienen que saber hacia dónde caminan, no les cabe el andar sin rumbo, deben conocer adónde las llevan sus gobiernos. De modo contrario, la anarquía es la estación más próxima del camino.

                         Nunca antes, como ahora, siento la desagradable sensación que camino hacia ninguna parte, pero no en soledad, sino acompañado de miles y miles y miles de pies que marchan sin rumbo, como autómatas, quién sabe hacia dónde.

                         Sólo importa el presente, cada día es un día, una carrera de obstáculos que hay que franquear para llegar al día siguiente. Tener para comer, para curarse, para protegerse bajo un techo, y basta. Mañana será otro día. Los argentinos no podemos proyectar nuestro futuro, inmersos en una selva que sólo nos deja ver el metro que vamos abriendo a machetazos.

                         Tal como dije, caminar sin propósito y sin rumbo es una actividad individual, los gobiernos están obligados a establecer objetivos, paradas, destinos y mecanismos que determinen hacia dónde llevan a la saciedad. Es su deber más elemental.

                         Lo peor que puede perderse es la esperanza, y ésta se construye no sólo con factores espirituales sino con señales materiales. Si hoy nuestra situación es mala, lo es doblemente si no vemos una luz al final del túnel, si no atinamos a encontrar la senda que finalmente nos llevará a un futuro mejor y no a un mal presente proyectado.

                         Independientemente de la opinión que nos merezcan las presidencias de Carlos Menem, el riojano fue un gobernante pródigo en expresiones para recordar, algunas para reír, otras para pensar. Refiriéndose a la marcha del país, dijo alguna vez: “estamos mal, pero vamos bien”. Simple y contundente. Quiso decir que el presente era malo pero que transitamos por un camino que nos llevará a un mejor futuro.

                         Parafraseando a su antecesor, Alberto Fernández debería decir: “estamos mal, y no sabemos dónde vamos”. Una patética expresión que muestra a la Argentina sin rumbo, navegando en aguas tormentosas sin timonel.

                         Si queremos realizar alguna disociación en la presidencia de Alberto Fernández, diríamos que su mandato legal termina el 10 de diciembre de 2023, pero su mandato real concluyó en julio de 2022, cuando despidió a su ministro de economía Martín Guzmán, y su gobierno fue intervenido por Cristina y Massa.

                         Desde entonces, aún cuando nunca tuvo todo el poder en sus manos, el presidente perdió toda chance de manejar su gobierno y se dedicó a inauguraciones varias, turismo institucional por el mundo y a escribir sus memorias.

                         El “interventor” Sergio Massa, con el apoyo a regañadientes de Cristina, comenzó a caminar por senderos que no llevan a ninguna parte, con el sólo objeto de alejar las acechanzas más peligrosas y sobrevivir hasta fin de año.

                         El “plan llegar” es el plan, que significa el “plan durar”, el plan “postergar la explosión”, que fatalmente alargará la mecha de la bomba, al costo de robustecerla día a día.

                         ¿Y dónde está ubicada la gente en el plan llegar? Pues para la gente hay otro plan, el “plan resistir”, resistir el 40% de pobreza, el 8 % de indigencia, el 7% de inflación mensual y 110% anual, resistir y seguir caminando: ¿hacia dónde? hacia ninguna parte.

                          Esta sensación de estar en el medio del mar sin auxilios a la vista, de bracear insistentemente sin avanzar un metro, es la percepción de la mayoría. Según una medición de Dalessio&Berensztein, un 76% de la población desaprueba la gestión económica, un 65% cree que en 2024 estará peor o mucho peor, lo que significa que la mayoría ni siquiera tiene la esperanza de que el recambio presidencial modifique la situación.

                         Está claro, meridianamente claro, que hace mucho tiempo esta administración perdió la “magia”. Las facciones en el gobierno, el albertismo falleciente, el kirchnerismo duro, el massismo de oportunidad, ya no están en condiciones de resolver los problemas de la Argentina. Perdieron las expectativas sociales, que es lo peor que le puede pasar a un gobierno, por ello se intenta llegar, no gobernar.

                         Pero el “plan llegar” no es inocuo para el futuro de la Argentina. Si bien en el presente se intenta evitar eventos que le confieran a nuestra dramática situación características de catástrofe, como una devaluación brusca, una hiperinflación, un desmadre de la situación social, el presente griego que le dejarán a los que vienen, como un atraso cambiario, atraso tarifario, atraso salarial, no hacen sino preanunciar más crisis.

                         Y, finalmente, el plan tiene una deriva verdaderamente maquiavélica, vista como un subplan pero que es el verdadero objetivo: el “plan volver en 2027”, claro que como salvadores de la patria, como siempre lo hicieron.

                         Este “corsi et ricorsi” de la política argentina, que antes se medía en tiempos de gobiernos de facto y gobiernos legales, hoy nos demuestra que las alternancias hace ya tiempo pasan por gobiernos populistas que arman la bomba, y gobiernos democráticos a los que les explota.

                         Ni con Isabel Perón ni con Fernando De la Rúa, la sensación de atonía fue tan grande. Cualesquiera fueron los problemas de gobierno que aquejaron a los distintos presidentes, es la primera vez que veo el desentendimiento criminal que tiene este primer mandatario.

                         Una sociedad sin cabeza, caminando hacia ninguna parte.

                         Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

*Los artículos de esta página son de libre reproducción, a condición de citar su fuente

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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