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TRUMPSONAROS Y CRISTINOCHAVISTAS, LA MISMA MATRIZ CON DISTINTO AROMA

VIOLENCIA POLÍTICA EN BRASIL

“Hay fanáticos, pero también hay dirigentes que incitan a una sociedad hiperpolarizada que no tiene tolerancia al gobierno del otro”

Luciana Vásquez, periodista

*Hoy, la lucha política no se libre entre derechas e izquierdas, una dicotomía fenecida en el siglo pasado. La verdadera contradicción se plantea entre autoritarios y republicanos, autócratas y demócratas, hipócritas y sinceros. Brasil lo prueba. Bolsonaro es igual a Cristina. Ninguno entregó el poder a su sucesor.

**El otro es el enemigo, no por sus ideas, simplemente por ser el otro. La otredad no se tolera.

***La grieta se genera desde arriba hacia abajo. Del líder autoritario nace y se alimenta el fanatismo social.

                         Antes de encarar el tema de este artículo, siento la necesidad de sentar nuevamente mi posición respecto a las ideologías en el orbe. Políticos, periodistas y la sociedad en general, todavía se manejan con conceptos ideológicos fenecidos en el siglo pasado: izquierda/derecha.

                         Tal como lo analizara detalladamente en mi libro “La Neoizquierda” (2019), el derrumbe de la URSS concluyó con el colectivismo. Hoy la bipolaridad creciente puede analizarse en términos militares o de hegemonismos, más no de ideologías.

                         Dije en esa obra que “la izquierda es socialista o es nada”, y optó por ser nada. La apropiación política que los autotitulados “de izquierda” hacen de derechos sociales y culturales que son de todos, no los define ideológicamente, antes bien los coloca en el sitio del ladrón de paternidades no comprobadas, de derechos humanos que pertenecen a la sociedad en su conjunto, de una supuesta “superioridad moral” que no es nada más que un telón para sus felonías.

                         Hoy el mundo se maneja en torno a otras bipolaridades, las que tienen que ver con la democracia y el autoritarismo, con la pluralidad y el hegemonismo, con la tolerancia y la negación del otro, con el poder como medio para gobernar o como instrumento para someter.

                         Los sucesos de Brasil hacen blanco en esas nuevas contradicciones, resaltan las hipocresías de gobernantes que se autoubican del lado de los buenos y no hacen más que exponer su patética distopía.

                         Desde un extremo al otro de aquello que se denomina izquierda y derecha, hubo pronunciamientos condenando los actos vandálicos en Brasilia. Pero, en pocos casos, los discursos dejaron traslucir las verdaderas posiciones que alientan sus conductas. En pocas palabras, dicen lo que no hacen, hablan de lo que no creen.

                         Se destacó hasta el cansancio que lo sucedido en los edificios gubernamentales de la capital brasileña, protagonizados por simpatizantes del candidato perdedor, son una copia fiel de aquello que sucediera en Washington con los partidarios de Trump. No aceptar un resultado electoral, agitar incomprobados fraudes, recurrir a la violencia.

                         Al kirchnerismo, ello le vino como anillo al dedo. De un modo por demás expuesto, identificaron a Macri con Bolsonaro, a pesar de que el expresidente argentino no sólo condenó los sucesos sino que su gobierno fue de una rigurosidad republicana muy superior al de sus acusadores.

                         Obviamente, resulta una tarea casi imposible analizar con cierta lógica las posiciones del gobierno de Alberto Fernández, un cultor del ida y vuelta casi permanente. Su ministro de relaciones exteriores, el mismo que conjuga un inglés balbuceante, se apresuró en identificar al líder del PRO con los sucesos brasileños. Insólito y mentiroso.

                         La democracia es una sola, los comportamientos democráticos tienen un hilo conductor, que los diferencia claramente del autoritarismo populista, que hostiga permanentemente a la otredad política.

                         El kirchnerismo, como todo autoritarismo, gobierna en función de la creación de un enemigo al cual atribuirle todas las causas de los problemas. En esta oportunidad, el canciller Cafiero reapareció con la gastada teoría del “¡ah, pero Macri!

                         Sin embargo, omite a Cristina como la autora de un acto que atacó al núcleo democrático. La entrega del mando al presidente entrante por parte del saliente es un comportamiento que constituye la esencia del sistema:  la continuidad institucional.

                         Brasil fue una muestra acabada de que lo malo se replica. Bolsonaro no entregó los atributos del mando presidencial a Lula, tal como Cristina no lo hiciera en 2015 a Macri.

                         Estos hechos, casi simples, sin interpretaciones complicadas, ponen blanco sobre negro la hipocresía de la llamada izquierda, del cristinochavismo, movimiento político que en 2017 fue el autor intelectual y material del ataque al congreso argentino.

                         No podemos, entonces, hablar de izquierda y derecha, pero sí de violentos y antidemocráticos por un lado y de republicanos y pacíficos por el otro. Es notable observar el encuentro al fin del camino, porque son muchos los puntos en común que tienen Trump y Bolsonaro con Cristina y Maduro. Autoritarios, intolerantes, ególatras, narcisistas, oportunistas morales.

                         Es evidente que la grieta se profundiza en el mundo, lo prueban muchos casos en naciones que tradicionalmente cultivan un perfil de menor intensidad confrontativa. Ya no son sólo las dictaduras latinoamericanas como las de Venezuela y Nicaragua, tampoco es sólo la Argentina, también pasa en los EEUU y ahora en Brasil.

                         Sin embargo, lo dije reiteradamente, la fractura política que generan sociedades polarizadas, antes que responder a la lógica de la ideología, atienden principalmente al temperamento de sus gobernantes. La grieta se genera desde arriba hacia abajo, desde el líder autoritario y confrontativo hacia la sociedad.

                         No hubieran existido confrontaciones tan agudas sin Trump en EEUU, sin Bolsonaro en Brasil, sin Chávez y Maduro en Venezuela, sin Ortega en Nicaragua, sin Néstor y fundamentalmente sin  Cristina en Argentina.

                         La cuestión, ahora, es que no se tolera el triunfo del otro político, ya no es el rumbo de la gestión lo que se cuestiona sino la gestión misma. Todo se plantea en términos de amigo/enemigo, tanto en lo interno como en lo internacional. Las dictaduras son buenas si son amigas, repudiables si no lo son. La hipocresía en grado sumo.

                         Lula, que podría catalogarse como un individuo de temperamento menos maniqueo que sus compinches del Foro de San Pablo, se equivocó al plantear los sucesos vandálicos de Brasil en términos de confrontación ideológica, de una supuesta superioridad moral de la izquierda sobre la derecha. Allí, apretó el disparador de una mayor división de la sociedad brasileña.

                         El comportamiento de los hombres de armas parece importante en Latinoamérica, muy incidente en otras épocas. En nuestro país se mantienen en sus gateras, como corresponde a las instituciones de la democracia. En Brasil, no respondieron al reclamo de los bolsonaristas.  Vale la diferencia, porque no es el caso de Venezuela, dónde se mantienen en sus cuarteles a través de la coparticipación en los negocios de la dictadura.

                         En nuestro país se acercan las elecciones. La alternancia como principio innegociable del sistema, parece que pasará al terreno de los hechos a fines de 2023, si la oposición no comete graves torpezas.

                         Con un oficialismo dispuesto a dinamitar las bases de las instituciones republicanas, ahora con el juicio político a una Corte que le  pone límites, no está demás “curarse en salud” y hacer lo necesario para evitar un escándalo político que culmine con hechos desgraciados el próximo 10 de diciembre.

                         Tal como queda cada vez más evidente, golpistas no sólo fueron los hombres con charretera. El golpismo hoy de moda en el país, es el que se ejerce desde el poder mismo, generando la incredulidad en una sociedad de por sí descreída de su clase política.

                         No son distintos. Aunque uno huela a conservadurismo fascista y el otro a progresismo cleptócrata, tienen una común genética autoritaria.

                         Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

*Los artículos de esta página son de libre reproducción, a condición de citar su fuente

 

 

 

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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