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TAPIA PRESIDENTE

FÚTBOL Y POLÍTICA

“Fútbol, dinámica de lo impensado”

Dante Panzeri, 1967

*En el título está todo. La vida es como el fútbol, pareciera. En el triunfo deportivo los argentinos encontramos cómodo respaldo para olvidar nuestras desventuras en la vida. Pero, tal como en el deporte del balompié, no siempre gana el mejor. Lamentablemente, somos expertos en premiar con nuestros votos al peor.

**Hasta el Diego, un 10 de noviembre de 2001, fue capaz de realizar una autocrítica: “la pelota no se mancha”. Los políticos, never.

***La nobleza del espíritu deportivo, debería influirnos para manejarnos en la vida de modo diferente. Difícil, pero no imposible.

                          El título parece una ironía, pero no lo es. Argentina, un país futbolero si los hay, admite la posibilidad de una candidatura presidencial del titular de la Asociación del Fútbol Argentino, Claudio Fabián “Chiqui” Tapia, para 2023.

                          Olvídense que es yerno de Moyano. De origen humilde, alguna vez barrendero, presidente de un club modesto, confrontó por la AFA con el zar de la TV, Marcelo Tinelli, debió reemplazar al Vito Corleone del fútbol argentino, don Julio Grondona, condujo el proceso de la selección nacional desde el fracaso de Rusia 2018, designó director técnico a Lionel Scaloni, anteponiendo la frescura y el don de gente a la experiencia y los galones, contra la opinión generalizada de periodistas y académicos.

                          En definitiva, fue el hombre detrás del escenario que nos condujo a la copa mundial de Qatar 2022. No fue Messi, tampoco “el Fideo”, ellos ya estaban, fue el Chiqui.

                          La pregunta es si ello le da la enjundia suficiente para presidir un país. La respuesta podría contemplar la repetición de la experiencia futbolera, la gente nueva. ¿Por qué no sería un “morocho argentino”  un buen presidente, cuando ya fracasaron una abogada exitosa, un empresario y un profesor universitario?

                          La verdad, no lo sé. Pero, es evidente que en la Argentina, no hay cosa alguna que el fútbol no pueda solucionar. Pruebas al canto con la desaparición mágica de la grieta, dónde millones de argentinos se congregaron sin preguntarse unos a otros su pertenencia política.

                          Tan mágico fue que hasta los políticos se borraron, aunque no tanto como para que el presidente no lanzara otra de sus “albertadas”: “soy el presidente que ganó tres copas”, dijo, en medio de la soledad de una espera infructuosa en el balcón de la Casa Rosada.

                          Es cierto, para vivir la nueva sociedad habría que adecuarse a la filosofía futbolera, ésa que describiría magistralmente Dante Panseri: “fútbol, dinámica de lo impensado”. Aunque, analizando con detenimiento, los argentinos estamos muy acostumbrados a ello, a ver día por día como se produce lo “impensado”. Así que lo único que agregaríamos sería un especialista del fútbol a conducir el país.

                          Ese juego maravilloso que nos apasiona fuera de toda medida, fue capaz de producir ídolos de magnitud mundial, que destacaron en el orbe a fuerza de su calidad técnica, pero, además, por su experiencia de vida, caso Lionel Messi, querido más por su don de gente que por su excelsa zurda.

                          Y aquí incluyo a Diego Maradona. ¿Cómo? Si, al diez, al de la mano de dios, al tipo de las mil y una cualidades en el juego y los mil y un defectos fuera de él, pero que fue capaz de separar la paja del trigo en ocasión de su despedida como futbolista.

                          Sí, fue un 10 de noviembre de 2001, en la Bombonera, cuando separó su persona de la esencia del juego: “Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”.

                          El Diego, con una capacidad autocrítica inexistente en el ámbito de la política, estaba reconociendo que su vida no fue un dechado de virtudes, pero que ello no puede afectar a la esencia del juego, no puede manchar la pelota.

                          Podríamos trazar un comparativo hipotético en el ámbito institucional, sería como escuchar a Cristina: “Porque se equivoque una, no tiene que pagar la política. Yo me equivoqué y pagué, pero la política no se mancha”. La verdad, imposible que una autocrítica saliera de la boca de un político, no sólo de Cristina.

                          La identificación del pueblo argentino con el fútbol, con su selección, con sus ídolos, marca su impronta muy relacionada más con las emociones que con las razones, su necesidad de envolverse en los sentimientos como bandera, para olvidar las causas de sus desazones, de sus fracasos en otros ámbitos, de sus ambiciones frustradas.

                          También habla de su relación con los triunfos, con el exitismo, nada se compara con el ganar, con ser primeros. Importa poco, quizás, la manera con que se alcanza el objetivo, aunque estos muchachos lo hayan hecho de la mejor manera, con las mejores armas.

                          Pero, aun cuando los resultados manden, la futbolera quizás es la pasión más auténtica, porque si bien importa el triunfo, no se abandona la camiseta en la derrota.

                          Es cierto, los argentinos no estamos ciegos, somos capaces de reconocer el buen juego, las maneras con las que se consiguen los resultados, dando los créditos necesarios a la planificación, a la garra y al buen pie de los chicos que nos representan. Hay una gran conexión entre los que juegan dentro y los que juegan afuera. Se vio en Qatar.

                          No sucede lo mismo en la política. No nos importan las formas, no reconocemos la buena gestión, no identificamos el buen pie. Mientras que los resultados económicos sean buenos, no importa si ganamos el partido con trampas, con simulación, con el bidón de Bilardo. Que nos importa vivir en democracia, reconocer la república, la división de los poderes, el respeto mutuo, si con el bolsillo a medio llenar alcanza.

                          Tal vez nos confundamos cuando la pasión ingresa a nuestra mente, a nuestro corazón, y el fútbol representa esa pasión inexplicable, ese juego que produce manifestaciones de alegría y de tristeza inexplicables, que representa casi siempre, sin saberlo, la lucha por la vida y su cotidianeidad.

                          A algunos puede ocurrírsele la idea de implantar el Var en la política, para hacer perfecta la marcha institucional. Pero no, porque es siempre la dinámica humana la que gobierna las acciones. La perfección de la tecnología no eliminará el debate, el error, la interpretación disímil, el sesgo humano, tampoco la trampa, el atajo, la simulación.

                          Para los matemáticos de la vida, los disvalores quizás resulten un tema de cálculos erróneos, pero para los futboleros será una parte de una pasión sustentada en la vida misma, hecha de errores humanos y de aciertos también humanos.

                          Así es el fútbol, impensado como el hombre, imprevisible como la vida. Es ese mundo en que, como dijera el Beatle John Lennon, los hechos mandan por encima de los presupuestos, “es lo que te va sucediendo mientras planificas”.

                          El deporte de la pelota muchas veces no es justo, su imponderabilidad marca que no siempre gana el mejor, allí radica su hechizo, su misterio. La injusticia es parte de su esencia. Argentina, merecido campeón, no lo hubiera sido si la pierna del Dibu no sacaba el tiro del final. Así de aleatorio, así de injusto.

                          ¿Es un buen mensaje para la vida que no siempre gane el mejor, que el que hace las cosas bien puede no ganar, que el que las hace mal puede obtener el triunfo? Tal vez no, pero así es la relatividad humana.

                          El deporte es como la vida o la vida es como el deporte. Tapia presidente, lo resume todo.

                          Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

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Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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