#COLUMNASIMONETTI barrilete sin cola coparticipación federal presidente Fernández

ANDÁ P´AYÁ, ALBERTO; VOLVÉ P´ACÁ

COPARTICIPACIÓN CABA

“Cómo siempre, el presidente hace todo a medias”

Jorge Macri

* “Barrilete sin cola” es la mejor construcción retórica que pude hallar para definir en pocas palabras la figura presidencial. Las idas y vueltas ante la decisión de la Corte sobre la coparticipación de Caba, nos exhibe un primer mandatario que se mueve entre los pliegues de su propia incompetencia y de la obediencia debida.

**La monumental degradación institucional pivotea en la desvalorización casi definitiva de la concepción republicana de gobierno.

***La rebelión de escritorio contra la Corte no es sino una bravuconada de cartón, inadmisible en quienes ocupan los sillones del poder.

                          Las autoridades de un país serio se mueven al ritmo cadencioso que marca el ordenamiento jurídico. Las republiquetas, en cambio, a los remezones que determinan las reacciones emocionales de sus gobernantes. Esto último es lo que pasa en la Argentina, que baila la sinfonía de los caprichos, enojos e intereses de los Fernández.

                          El ejemplo último es lo que advertimos con la decisión de la Corte sobre la coparticipación de Caba. Enojos, berrinches, rebelión de escritorio, vuelta sobre los pasos, avivadas criollas, todo al máximo nivel institucional.

                          Es que, en su gestión presidencial, Alberto tiene dos momentos que, generalmente, le marcan dos decisiones distintas.

                          El primero es el tiempo del temperamento, en que la decisión es producto del arrebato, de la improvisación. Lo hizo con Putin, ofreciéndole la Argentina como puerta de entrada de Rusia a Latinoamérica, a pesar de las señas desesperadas en contrario de sus asesores. La macana estaba hecha.

                          El segundo es el momento de la obediencia debida, cuando baja la orden que, presuroso, se afana en cumplir, aun cuando ello le signifique dar una vuelta de campana respecto a la primera. Es la zona de confort de Alberto, de tranquilidad, recibir y cumplir la orden. Nadie, salvo la sociedad, le puede reclamar nada, para eso fue puesto, y Alberto es un subordinado disciplinado.

                          En el caso de la coparticipación de Caba, tal fue la improvisación que los dos momentos se convirtieron en tres, con igual cantidad de decisiones sobre un mismo asunto, pauta de un país sometido, no a la ley, a los vientos cambiantes de la mera voluntad.

                          Hay que recordar que, a raíz del recorte de la coparticipación a la ciudad de Buenos Aires, cuyo producido fue directo a las arcas de Kicillof, se planteó un proceso judicial ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

                          En esa causa, luego de infructuosas reuniones de conciliación convocadas por el tribunal, a las que concurrieron el Jefe de Gobierno porteño y el Ministro de Economía de la Nación, se dicta una medida cautelar disponiendo que parte del porcentaje detraído (no todo) vuelva a Caba, hasta tanto haya sentencia definitiva. Algo así como una partición salomónica.

                          Sin dudas que la Nación, sus representantes letrados, sus autoridades, sabían que algo así podría pasar, porque entra en el marco de posibilidades de resolución del conflicto.

                          La intempestiva reacción inicial de desobediencia, no hace sino marcar el temperamento cuasi adolescente (con perdón de los adolescentes) de quiénes deberían dar un ejemplo de adultez y maneras legales.

                          La primera reacción presidencial se produjo de inmediato al anuncio de la cautelar. Lanza en ristre, cual Chacho Peñaloza, Alberto dispuso una rebelión de escritorio, azuzado por una banda de gobernadores, encabezados por el atolondrado Capitanich y el despintado radical Zamora, primeros mandatarios del Chacho y de Santiago del Estero, respectivamente. Matonismo de cartón.

                          “Rebelémonos y andá” fue el consejo, y Alberto fue de cabeza contra la decisión judicial, anunciándolo con bombos y platillos.

                          Pero cuando comenzaron a llover las críticas y las denuncias por la desobediencia presidencial, el valiente Alberto miró hacia atrás pero no encontró a ninguno de sus escuderos. Se dio cuenta que, a la hora de los bifes, estaba sólo. Obviamente, le faltaron extremidades inferiores para retroceder.

                          El momento siguiente es un novedoso intermedio, que marca el retroceso presidencial con el condimento propio de sus “albertadas”, una avivada de corto vuelo. Cumpliría la orden judicial, pero no lo haría con el goteo diario de recursos que marca la ley, lo haría con un pagadios de bonos sin valor, algo totalmente improcedente.

                          El segundo y definitivo momento, el tercero en rigor, fue realizado por orden superior. A través del pocurador Zanini, planteó un recurso “in extremis”, solicitando la revocatoria de la decisión, con la recusación de los cortesanos. Torpeza factual y jurídica. No existen ese tipo de recursos ante el más alto y último escalón del poder judicial, menos aún la recusación ex post facto.

                          Cómo si todo ello fuera poco, a modo de presión sobre la opinión pública, se difundió que Massa se encuentra estudiando nuevos impuestos a la población para satisfacer la coparticipación de Caba. Estrategia infantil de corto alcance.

                          Técnicamente, el presidente de la nación argentina continúa en desobediencia al mandato judicial. Haciendo futurología en función de los “players” que intervienen en este juego perverso, la orden judicial finalmente será cumplida. Un presidente temeroso y una Corte habilísima en el manejo de los tiempos y firme en sus posturas, decantará en ello.

                          A fuerza de ser repetitivo, digo que tenemos el presidente que tenemos y así nos van las cosas. En esta oportunidad, dio muestras de su habilidad esencial, el del especialista de las vueltas de campana, que impidieron, hasta ahora, que caiga del trapecio, aunque de equilibrista del circo pase a la función de payaso.

                          Se rebeló en el escritorio, dio marcha atrás, y volvió a rebelarse apurado por su jefa política. Un juego de idas y vueltas que lo convierten en lo que es: un barrilete sin cola.

                          No resisto hacer la comparación futbolera, muy obvia en estos tiempos. Parafraseando a Lionel Messi, describiré la situación con una frase: “Andá p´ayá, Alberto; volvé p´acá”.

                          Y si hablo de Messi, no puede faltar Maradona. Un periodista, que supo ser un relator de fútbol extraordinario, con la emoción del segundo gol a los ingleses allá por 1986, así describía al autor de la magistral jugada: “barrilete cósmico… ¿de qué planeta viniste?”

                          Imaginando la manera que el devenido periodista K relataría las jugadas de Alberto, pondría en su boca lo siguiente: “barrilete cósmico… ¿en qué planeta perdiste la cola?”

                          Es difícil tomar los devaneos presidenciales por el lado de la seriedad. Una y otra vez debemos recurrir al humor para describirlos, nos resulta más fácil, porque es como no salir de la impronta humorística que el primer mandatario aplica a sus movimientos.

                          Un botón basta de muestra. El Ejército Argentino es una institución de la Nación, independiente del juicio que nos merezca el comportamiento de otrora de sus integrantes. Es de riguroso protocolo y tradición que su Comandante en Jefe, el presidente, deba quedarse durante toda la ceremonia en la que los cadetes reciben formalmente sus atributos de mando. ¿Qué hizo Alberto? Se fue a la mitad del acto. Punto.

                          Es evidente que la crisis argentina pasa principalmente por el lado de la ética, del ejemplo de conducta, de la reserva y formalidad de los representantes públicos, del respeto del estado de derecho. Es la única manera de generar confianza y credibilidad en la sociedad. ¿Qué semilla estamos sembrando, cuando al presidente de un país le da lo mismo cumplir o no la ley, respetar o no las decisiones judiciales, hacer una cosa y al momento siguiente hacer la opuesta?

                          Un barrilete sin cola, es una cometa sin rumbo. Le falta un elemento sustancial, que equilibra sus movimientos, la cola. Es la carencia del presidente.

                          Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

*Los artículos de esta página son de libre reproducción, a condición de citar su fuente

 

 

                         

                         

                         

 

 

 

 

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back To Top