ELIMINACIÓN DE LAS PASO
“Cuando la cosa viene mal, mejor alejar a la gente de las urnas y ampliar el margen de las máquinas partidarias”
Alejandra Lorden
*La suspensión de las Paso está hibernando a la caza de votos legislativos. En una de las etapas más oscuras del país, se intenta utilizar a la democracia como variable de ajuste de los graves problemas políticos, económicos y sociales. Pavor oficialista a las urnas.
**Aún con todas las críticas a las Paso, no existe una propuesta superadora para neutralizar el “dedazo” de las cúpulas en la selección de candidatos.
***Con el voto contrario de Juntos por el Cambio y la izquierda, los libertarios podrían inclinar la balanza en uno u otro sentido.
Ampliar la base de participación ciudadana debería ser la conclusión más lógica del silogismo democrático. Cuando las decisiones y los candidatos dependen más de las urnas que de las cúpulas, teóricamente deberían ser mejores para el sistema. Digo teóricamente porque, estoy convencido, no todo lo que vota la gente está signado por la garantía de la mejor opción, la historia está llena de ejemplos contradictorios.
Quiero decir con ello que es mejor que se equivoquen las urnas y no las cúpulas, por lo menos es más democrático, aunque, obviamente, en ningún caso es un sinónimo de la opción más conveniente.
En América Latina, la denominada tercera ola de democratización generó reformas legales tendientes a lograr el aumento de la participación ciudadana en las estructuras partidarias, disminuyendo el poder de las elites políticas en la selección de candidatos.
En nuestro país, como producto tardío de la severa crisis de representación desatada en 2001, a partir de un rechazo generalizado de la población hacia la clase política, la desconfianza en las estructuras partidarias y la fragmentación del sistema de partidos, en 2009 se sancionó la Ley 26.571, instituyendo para las candidaturas nacionales las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso).
Con anterioridad, la incidencia de las trenzas partidarias en la selección de candidatos era fatalmente decisiva, cualesquiera fuera el mecanismo utilizado, las asambleas, los congresos, o las elecciones internas. Los acuerdos de cúpula se terminaban imponiendo, siempre.
La nueva normativa buscaba ordenar la fragmentada oferta partidaria, a través del piso del 1,5% del padrón, y dar mayor participación al ciudadano y menos incidencia a las cúpulas.
Bastante agua corrió desde entonces bajo el puente y varias elecciones de candidatos bajo el nuevo sistema, con suerte diversa, mejor en algunos casos, mal en otros.
Las críticas principales que se formularon a las Paso tienen relación con el costo y con la competitividad. En primer lugar, el gasto equivale a los de una elección general y están a cargo del estado. La segunda es que en la mayoría de las Paso que se realizaron, casi siempre ganó “el caballo del comisario”, es decir aquellos candidatos apoyados por las autoridades partidarias.
Ambas cuestiones son ciertas. En descargo de ello, debo decir que las dictaduras son más baratas que las democracias, pero no por ello adoptamos las primeras. En cuánto a no alcanzarse el objetivo de la neutralización de la influencia de las cúpulas, cierto es que el sistema se presenta como el mejor en tanto no haya otro que lo reemplace y garantice debidamente la participación.
De algún modo, en los distintos procesos de selección la presencia de candidatos “no oficialistas”, aunque ganaran en muy pocos casos, oficiaron de elementos disruptivos a la comodidad de los poderosos que manejaban con piloto automático la suerte de los partidos.
Es cierto que las reglas electorales siempre tendieron a modificarse de acuerdo con los intereses de las fuerzas mayoritarias con suficiente poder de fuego para modificar las leyes, y consecuentemente las reglas del juego, a su gusto y conveniencia en la coyuntura.
En el kirchnerismo, nunca hubo elecciones reales para elegir sus candidatos para la fórmula presidencial. Siempre se presentó sólo una, tanto en 2011 (Cristina-Bodou), como en 2015 (Scioli-Zannini) y 2019 (Alberto-Cristina), así que las Paso sólo fueron formales.
En la otra vereda, en 2015 compitieron tres fórmulas, terminó imponiéndose Mauricio Macri al radical Ernesto Sanz y a Lilita Carrió. En 2019, hubo una sóla fórmula: Macri-Pichetto.
En 2021, se agitó el fantasma de la suspensión por la razón de la pandemia, a pesar de que en muchos países se realizaron comicios, circunstancia que no cuajó y finalmente se hicieron para candidaturas legislativas.
Para las elecciones nacionales de 2023, el kirchnerismo duro, en conjunto con los gobernadores del palo, hacen ingentes gestiones para que se suspendan las Paso, intención que se encuentra en maduración, a la caza de votos en el Congreso.
El oficialismo choca con el primitivo propósito del presidente Fernández, que en 2021 dijera que “mi mayor aspiración es que en 2023, desde el último concejal hasta el presidente de la república, lo elijan los compañeros”, aunque ya sabemos que ello no representa obstáculo alguno si finalmente Cristina da la orden de suspensión.
Juntos por el Cambio está decididamente a favor de su vigencia, particularmente porque será un instrumento valiosísimo para definir la feroz competencia que hoy existe entre los muchos candidatos y las fuerzas políticas que integran el sector, fundamentalmente el Pro y el radicalismo.
La izquierda, no sin puja interna, ya anunció que no votaría la suspensión. En cambio, los libertarios se encuentran en una encrucijada entre apoyar una ley que ahorraría gastos y votar para el lado de la democracia. Sus votos son importantísimos en tren de lograr ajustados números en Diputados.
En el caso de Juntos por el Cambio, previendo la posibilidad de una suspensión, ya tienen un plan de contingencia dónde sobresale la realización de un internas abiertas a todos los ciudadanos no afiliados a terceras fuerzas políticas.
San Juan y Salta ya decidieron suprimir las Paso para las candidaturas provinciales. Corrientes, a través del Secretario General de la Gobernación, se manifestó en contra del cambio de reglas electorales nacionales a poco de los comicios, aunque para las candidaturas provinciales (gobernador, vice, legisladores provinciales, intendentes concejales) tengamos la legislación electoral más atrasada, sin Boleta Única y sin Paso.
Es cierto que el debate parece a veces un juego de naipes entre tahúres, cada cual esconde sus verdaderos propósitos bajo los discursos de la ética democrática. Finalmente, todo se reducirá a una cuestión de números legislativos, que se negociarán como todo en la vida política.
Sin embargo, hay dos cuestiones que deberían quedar explícitas, por lo menos en lo conceptual, para no consentir el “todo vale” de la política: lo primero, una sociedad es más o menos civilizada de acuerdo con la mayor o menor estabilidad de sus reglas. Ello, en lo electoral, es particularmente importante. Lo segundo, aunque imperfectas, toda norma que tienda a una mayor democratización debe primar sobre las que la limitan.
Las Paso, con todas sus limitaciones, pocos logros, y mecanismos complejos, deben ser mejoradas, no eliminadas, y para ello se necesita de reformas inteligentes y consensuadas en el tiempo en que el mercado de las candidaturas no esté en pleno funcionamiento por la cercanía del acto electoral.
Nuestro país está pasando por una de sus etapas más oscuras en cuanto a la inédita disolución del poder presidencial, una economía crítica que ni siquiera termina de arrancar con Massa al mando, una sociedad que observa cada vez más lejos a la política como instrumento de solución de sus problemas reales y una líder política que tracciona las instituciones para el lado de sus problemas judiciales.
Aunque a muchos no les convenga, nuestros problemas deben manejarse con más democracia, no con menos.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI
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