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PUTIN, ¿UN ANIMAL HERIDO?

INVASIÓN RUSA A UCRANIA

“No hay animal más peligroso que el animal herido. Y si encima ese animal es una fiera de presa que aúna en un solo cuerpo la astucia de un zorro, la fuerza de un caballo y el carácter de un león, entonces ya no hablemos”

Pedro Horrillo, El País

*Putin está perdiendo terreno en su aventura invasora, no sólo porque Ucrania recupera territorios sino por el incremento de la disconformidad del pueblo ruso con la guerra. Un autócrata acorralado puede ser un elemento muy peligroso, sobre todo si tiene a la mano armas de destrucción masiva.

**La anexión de territorios a través de referéndums simulados, demuestra el grado de desesperación del gigante invasor.

***Con un presidente a la cabeza, el pueblo ucraniano está dando muestras de una valentía admirable.

                          A Vladimir Putin hay que atribuirle el “mérito” de haber colocado a Ucrania en el mapa. El 24 de febrero, cuando comenzó la demencial invasión rusa, poco conocíamos de la lejana Ucrania. Apenas sabíamos que fue un país que perteneció a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y que, con la desintegración de ésta, se convirtió en una nación soberana.

                          Hoy, con el transcurrir de la brutal agresión, no sólo podemos señalar la ubicación geográfica de su territorio, sino además aprendimos algo de su historia, que es preexistente a la de Rusia, y fundamentalmente del carácter y la templanza de su pueblo.

                          A Putin, la vaca se le volvió toro. Aquello que el presidente ruso pensó como una excursión de rápida definición, demostró que la injusticia, la arbitrariedad, la soberbia, son elementos que cohesionan a los agredidos, y la guerra hoy está cambiando lentamente de rumbo. De ésto, los EEUU tienen mucha experiencia.

                          No hicieron falta tropas extranjeras, sí apoyo en recursos y medios militares. Con la valentía de un pueblo ucraniano dispuesto a entregar la vida para defender a su patria, la todopoderosa Rusia retrocede con soldados sin motivación, que combaten sin saber por qué ni para qué.

                          Y un espía ducho en entretelones de conflictos, está perdiendo ante un artista cuya preparación está en las tablas. Ucrania, con un presidente verdaderamente “al mando”, está demostrando que la fuerza de los justos es una adrenalina más poderosa que la superioridad de recursos y fuerzas militares. Lentamente, a sangre y fuego, los invadidos están recuperando territorio, haciendo retroceder al invasor.

                          Es cierto, no hay mejor guerra que la que no se libra. Ucrania ha sido destruida por los misiles rusos, los muertos, tanto civiles como militares, se cuentan por miles, las ciudades arrasadas.

                          Un detalle nos da la pauta de la magnitud de la destrucción. Se acerca el frío y en el país del norte hay escasez de vidrio. Las ventanas han sido destrozadas por los bombardeos, y no existe posibilidad de reponerlas, lo que se hará sentir por la rigurosidad del invierno.

                          Aun con todo, Putin no sólo no logra vencer la resistencia ucraniana, sino que está teniendo que retroceder de territorios conquistados y ahora recuperados por las fuerzas que defienden su país.

                          Inicialmente, el ex KGB quiso “blindar” al pueblo ruso de las consecuencias de la invasión, presentando a la misma como un “paseo” militar, organizando festejos y evitando el cambio de la rutina habitual. Sin embargo, la realidad golpeó fuertemente a su puerta, y se hizo necesario incursionar en otras realidades más acordes con su demencial actitud.

                          El ejército ruso, con escasa voluntad de combate, se fue diezmando, y se hizo necesario recurrir a la movilización de los reservistas, circunstancia que hizo impacto directo en la población, que tomó real dimensión del conflicto, causando que muchos de los convocados huyeran a través de las fronteras. ¡Qué difícil debe ser ir a la guerra sin una motivación justa!

                          Finalmente, como demostración de debilidad antes que de dominio de la situación, a través de farsescos referéndums, Putin decretó la anexión a Rusia de las regiones de Donetsk, Lugansk, Kherson y Zaporiyia, circunstancia que obtuvo el unánime repudio y desconocimiento de un acto fraudulento y contrario al derecho internacional.

                          Con esa comedia llevada a la práctica con la complicidad de los gobernadores pro-rusos, se intentaba armar la teoría de que, al incorporarse esas regiones a Rusia, el avance del ejército ucraniano en recuperación de su territorio sería considerado como una invasión a un país extranjero. Obviamente, argumento insostenible desde cualquier ángulo.

                          Los sueños imperiales de Vladimir Putin, que calificó a la disolución de la Unión Soviética como la “catástrofe geopolítica más grande del siglo”, querían concretarse al viejo estilo de los imperios de otrora: la ocupación armada, en un tiempo que la influencia económica y geopolítica reemplazó al dominio por la violencia. Un retroceso de, mínimamente, setenta años.

                          Sin embargo, lo único que logró el mandamás ruso fue unir a casi todo el mundo en su contra. China, a quién podría atribuirse alguna afinidad ideológica o por lo menos estratégica, mantiene una prudente lejanía, ocupada en no perder sus avances económicos en el planeta.

                          Cómo en el terreno de la guerra convencional Rusia está en retirada, le queda recurrir por enésima vez a la agitación del fantasma de las armas nucleares para vencer la resistencia ucraniana.

                          En esta oportunidad, para que no quede en palabras, la amenaza se concretó en la movilización del submarino nuclear, que transporta el “arma del apocalípsis”, el misil Poseidón que puede viajar hasta 10.000 kilómetros bajo el agua y provocar un tsunami radiactivo.

                          Obviamente, como en otras oportunidades, la Otan contraatacó a través de su secretario general, Jens Stoltenberg, quien declaró que “cualquier uso de armas nucleares tendrá consecuencias serias para Rusia”.

                          Las amenazas dejan de ser amenazas cuando se pasa al terreno de los hechos. Hasta ahora, todo indica que se trata de un juego de presiones, bajo la pendencia de la “espada de Damócles” de utilización de armamento nuclear. Pero, tratándose de las terribles consecuencias para el planeta, no podemos descansar bajo la cobertura del “pastorcillo mentiroso”, porque puede ser tarde.

                          A tal punto escaló la situación, que hasta el papa Francisco, hasta el momento con una inexplicable neutralidad, en su homilía llamó a Vladimir Putin a detener de una vez por todas una guerra que definió de “horror” y “locura”.

                          Aún con la alta tecnología de los nuevos armamentos, la guerra convencional tiene limitaciones de su alcance en el territorio, no es el caso de la utilización de arsenal nuclear, que podría involucrar devastadoras consecuencias para todo el planeta, aún para las regiones más alejadas de la zona del conflicto.

                          Es por ello por lo que estamos permanentemente caminando por la cornisa, ante dos fuerzas enfrentadas, Rusia y la Otan, que poseen suficiente poderío nuclear para provocar destrucciones masivas.

                          El peligro mayor está del lado del debilitamiento de la posición de Putin ante su propio pueblo que, sumado a los reveses de la guerra, lo pueden llevar a la desesperación del animal herido, que se vuelve más peligroso y puede adoptar medidas suicidas imposibles de revertir una vez que el botón se presiona.

                          Quienes estamos lejos del escenario de los hechos, tal vez no tomamos cabal dimensión de los riesgos que importan la continuidad de esta guerra, sobre todo, y aunque parezca mentira, del debilitamiento del agresor, que tiene a la mano armas de destrucción masiva.,

                          Habrá que ver si Putin reúne “en un solo cuerpo la astucia de un zorro, la fuerza de un caballo y el carácter de un león”, para calibrar la veracidad de sus amenazas de “pastorcillo mentiroso”.

                              Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

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Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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