PRESUPUESTO NACIONAL
“Nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente nunca se hará República con gente ignorante, sea cual fuere el plan que se adopte.”
Pancho Villa
*El tratamiento del presupuesto nacional marcó el inicio de una nueva etapa en la Argentina, la etapa republicana. Sin el manejo total de los tres poderes, el gobierno puso al desnudo su incapacidad para el diálogo. A la oposición le faltó coordinación. ¿Aprenderán?
**Sin las generosas mayorías, el kirchnerismo parece perdido en una etapa en la que debe demostrar capacidad política para construir consensos. Con operadores ineficientes, el fracaso es una consecuencia.
***Las acechanzas del segundo bienio necesitan de un claro golpe de timón, que el gobierno parece no querer ni poder realizar. Su método político de “patear puertas”, no le sirve para este tiempo.
El título no refiere, como pareciera, a un regreso turístico a nuestra hermosa Provincia de Tucumán, cuna de la independencia nacional. Intenta traducir, metafóricamente, la necesidad de educarse para convivir dentro del sistema republicano.
El tratamiento en Cámara de Diputados del presupuesto nacional de 2022 remitido por el Poder Ejecutivo demostró, con toda su crudeza, que en la clase política pululan los “ignorantes republicanos”. La necesidad de volver a las bases, es decir al jardín de infantes de la república para aprender el abc del sistema, se vio expuesta días pasados en el recinto legislativo.
En estos tiempos, está repiqueteando permanentemente en mi cabeza el concepto de república que en la Argentina aparece difuso e impreciso.
A partir del último 10 de diciembre se abrió una nueva etapa, tanto para el oficialismo como para la oposición: aprender a gestionar sin las mayorías absolutas de los primeros dos años para los que gobiernan, y saber ejercer una oposición propositiva y responsable para los que ganaron las últimas elecciones.
La “convivencia republicana” necesita de un equipaje teórico, de una cultura específica, de una disposición de ánimo y de una práctica continua. Sin el conocimiento de sus mecanismos, sin el sedimento espiritual que genera el compartir y no monopolizar el poder, sin la conciencia de que el pluralismo no es inmovilismo ni el monopolio la eficiencia, sin la voluntad necesaria para transitar los caminos del debate, seguramente no habrá ordenamiento jurídico que contenga los desbordes.
La pregunta es si estarán, tanto gobierno como oposición, en condiciones de encarar esta nueva etapa, que no es como la de los primeros dos años de Fernández, con manejo de cómodas mayorías, ni tampoco es el otro extremo de Macri en sus primeros dos años, con apenas un tercio de diputados propios y un quinto de senadores.
Estuvo muy claro que el presupuesto presentado por Guzmán fue un mamarracho, como lo fueron los presentados en los últimos años en la Argentina.
Con una inflación proyectada muy inferior a una estimación realista, con números que dibujan la subestimación de recursos y gastos para luego manejarlos “a piacere” con las ampliaciones de partidas, con la delegación legislativa para modificarlos (los llamados “superpoderes”), con la incorporación de artículos que exceden el marco de la “ley de leyes”, como la facultad al Poder Ejecutivo de aplicar impuestos o modificarlos, el engendro debía ser modificado, sí o sí, con el nuevo procedimiento del acuerdo y no de la imposición.
Pero no, el rechazo fue el corolario de una seguidilla de actos fallidos que muestran que nos falta educación republicana y también capacidad política para enfrentar los dilemas que presenta la pluralidad.
¿Tiene el gobierno la habilidad para gobernar en minoría? ¿Están preparados psicológicamente para ello? ¿Pueden admitir que no siempre se va por el todo? ¿Tienen la disposición de ánimo para bajarse del caballo y dialogar con la oposición a un mismo nivel? ¿Tienen en sus figuras principales el “timming” para la negociación?
Pareciera que no, lo que da cabida a la exhibición de un peronismo, o su variante carnívora, el kircherismo, desorientado, al que se le queman los libros cuando de dialogar se trata, cuando gobernar no es sinónimo de imponer.
La experiencia fallida mostró no sólo las carencias de origen de la facción política oficialista, sino la inexperiencia e incapacidad para el manejo republicano de los tiempos de la dirigencia que se supone lleva adelante los intereses gubernamentales en el ámbito legislativo.
¿Es Máximo un dirigente experimentado capaz de conducir la negociación del gobierno? ¿Tiene la autoridad moral para ello? ¿Es una figura respetada por propios y extraños? Pareciera que su único mérito (¿?) fue el de llevarse la pelota cuando el partido se estaba jugando, porque no le gustó el juego. Consecuencia: presupuesto rechazado.
Es que el liderazgo no se hereda, se gana en la cancha, necesita de una legitimidad de origen, no alcanza con uno bastardo producto de la herencia familiar, como es el caso del vástago principal.
No es suficiente haber asumido como mandamás del peronismo bonaerense. Antes bien, es una clara señal de la degradación del peronismo en su bastión principal, un regalo de mamá para un hijo de nunca obtuvo algo por su esfuerzo personal. Políticamente es trasfundido por su progenitora, económicamente por el patrimonio de todos los argentinos.
No quedan dudas que el rechazo fue responsabilidad casi absoluta del oficialismo, ante su imposibilidad genética de admitir que el Congreso tiene facultades de sancionar, y, consecuentemente, de modificar el proyecto ejecutivo. No saben hacer política de otra forma que “pateando puertas”.
Vale recordar que el kirchnerismo nunca le aprobó a Juntos por el Cambio un presupuesto, ni en la Provincia de Buenos Aires, ni en CABA, ni en la Nación, por lo que el rol de víctimas que pretenden jugar no les cae nada bien.
Es más, vuelve a suceder con Fernández lo que es propio de su naturaleza: hablar, pero no cumplir. Prometió, a más tardar los primeros días de diciembre, remitiría el plan plurianual. Obvio, todavía están esperando.
La oposición también mostró sus flancos débiles en el ejercicio republicano. La falta de coordinación fue evidente, la negociación nunca se unificó, la ronda de vanidades estuvo presente no sólo en las internas para definir las autoridades de bloque sino a la hora del presupuesto. Una reiteración de sus procedimientos fallidos los puede llevar a debilitar sus posiciones de cara a 2023.
Además, el tratamiento legislativo mostró una vez más que los populismos bastardean la república con discursos incendiarios y conductas contradictorias. Milei, un populista libertario que convocó a “terminar con la casta”, a pesar de ser experto en economía no concurrió a su primera obligación como legislador, la reunión de la comisión de presupuesto. “Chantas” del discurso fácil y de los hechos inconsecuentes.
Todo continúa igual, por ahora: un relevamiento del politólogo Patricio Hernández sobre 1,5 millones de reacciones en Instagram, Facebook y Twiter en diciembre, tiene como demoledora conclusión una percepción negativa de la dirigencia política en el 70% de los usuarios. ¿Es posible construir un país en serio con estos niveles de desconfianza?
Pero si no es con la política, ¿con qué se sale del entuerto en una democracia republicana? Es para pensar qué porción de responsabilidades le caben a una sociedad en la que los políticos son en definitiva un subproducto de ella.
Quedan dos años difíciles, con un panorama distinto a los dos primeros. ¿Y si probamos ingresando nuevamente al jardín infantes de la república? Nunca es tarde para aprender si la dicha es buena, y esto vale para todos nosotros.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI
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