Columna Simonetti mensaje presidencial

NI CEOS NI CIENTÍFICOS, GOBERNANTES

SIN VISIÓN ESTRATÉGICA

* El discurso presidencial de inauguración de las sesiones legislativas, no satisfizo completamente las expectativas de la sociedad en el sentido de recibir un plan que indique el rumbo de su gobierno durante los próximos cuatro años. No fue capaz de separar lo urgente de lo importante, destacando temas coyunturales que no ameritan un lugar especial en un mensaje tan trascendente.

** Los temas del aborto y de la justicia fueron cuestiones incluidas para calmar el frente interno de feministas fanáticos, procesados y presos. No se conoció un plan económico ni un GPS situacional que nos muestre hacia dónde caminamos.

*** Entre las presiones del fuego amigo, que busca definir cuánto antes su situación judicial, y las urgencias de cerrar un acuerdo de reprogramación de una deuda que quema, el primer mensaje del presidente no levantó el vuelo estratégico que debía esperarse

 “Lo más importante de este mundo no es saber dónde estamos, sino hacia dónde vamos”

Goethe

                               Según el inciso 8) del artículo 99 de la Constitución Nacional, el presidente “Hace anualmente la apertura de las sesiones del Congreso, reunida al efecto ambas Cámaras, dando cuenta en esta ocasión del estado de la Nación, de las reformas prometidas por la Constitución, y recomendando a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes”.

                               El mensaje presidencial del 1° de marzo es la alocución más importante en el ámbito institucional. El presidente debe, ante las cámaras legislativas que representan a la sociedad en su conjunto, exponer la situación del país y sus propuestas para encarar las dificultades y proyectar el futuro. No es un discurso cualquiera, es “el discurso”.

                               Sin embargo, desde hace bastante tiempo que los argentinos no recibimos un mensaje que esté a la altura de las expectativas por parte de la más alta magistratura de la nación, la exposición de un “plan maestro” que nos confiera ubicación en tiempo y espacio y la necesaria proyección hacia el futuro.

                                No es que seamos fanáticos de las planificaciones, pero lo que sí seguro no queremos son las improvisaciones. Si para atender la vida familiar necesitamos una proyección mínima hacia adelante, cuánto más necesario ello es para gobernar un país.

                               Pero no menos cierto es que para organizar un plan es necesario algo previo, cual es la visión estratégica, ésa que es indispensable para ubicarse en el mundo y saber lo que nos conviene como país y como sociedad. Para adquirir esa visión estratégica hay que tener condiciones de estadista, o por lo menos algo que se le acerque, no es suficiente con ser un político de cabotaje.

                               Lamentablemente para todos, pareciera que los argentinos estamos condenados a vivir en el hoy y en el ahora, sin objetivos trascendentes, sin ver la luz al final del túnel. Y ello es especialmente remarcable entre los gobernantes de este país de los últimos años, empeñados en atacar la enfermedad por sus síntomas pero no por sus causas.

                               El privilegiar el “hacer” sobre el “pensar”, que parece ser la impronta de nuestro tiempo, muchas veces produce aquello que dijo Séneca: “A los que corren en un laberinto, su misma velocidad los confunde”. Y si del filósofo romano hablamos, debe agregarse que “ningún viento es favorable para quién no sabe dónde va”.

                                Desde un punto de vista genérico, el discurso de Alberto Fernández del 1° de marzo no me pareció un conjunto, sino una sumatoria de conceptos separados que dificultan la interpretación o la separación de lo urgente de lo importante, lo pasajero de lo permanente, lo circunstancial de lo trascendente.

                               Hizo, como es de libro, una descarnada crítica a su antecesor, muy merecida en muchos aspectos, pero olvidó la cuota parte que le corresponde al kirchnerismo.

                               No esbozó su visión global de gestión, menos aún un plan económico de mediano plazo. Parece todo estar jugado a la refinanciación. Tampoco Macri fue pródigo en tal aspecto, prueba de ello fue el “cajero” Dujovne puesto a manejar la economía y así nos fue.

                               Fue muy destacable su tono general conciliador y su convocatoria a cerrar la grieta, pero su propósito empalidece cuando en los hechos se obra de manera opuesta, cómo la media sanción de las jubilaciones judiciales, obtenida a los empujones, a costa de sentar al “embajador” Scioli para conseguir a gatas un quórum bastante trucho que enardeció a la oposición.

                               Las expresiones sobre la justicia y el aborto, más que el preanuncio de políticas públicas, parecen ser mensajes dirigidos a su frente interno de procesados, presos y feministas fanáticos.

                                El proyecto de ley de despenalización del aborto es un tema reivindicatorio de una minoría politizada y ruidosa con marca oficialista. No tiene una urgencia visible, ya fue rechazado hace poco tiempo, no amerita su inclusión en un mensaje. Tampoco el plan de los 1.000 días para la madre y el niño que Alberto incluyó como un vuelto para Francisco.

                               Desde otro ángulo, incorporó el tema de la Justicia, que sí es clave en el funcionamiento del estado, pero con una visión sesgada producto de la urgencia que tiene de cumplir con los compromisos contraídos para lograr su candidatura.

                               “Venimos -dijo- a ponerle fin a la designación de jueces amigos, a la manipulación judicial, a la utilización política de la Justicia y al nombramiento de jueces dependientes de poderes inconfesables de cualquier naturaleza”. Con la cantidad de jueces que van a jubilar y las necesidades del blindaje judicial de Cristina y compañía, es difícil creer en la sinceridad de sus palabras, antes bien todo lo contrario.

                               “Nunca más a un endeudamiento insostenible”, fue una expresión que conforma a todos, pero que no tiene la contrapartida indispensable de la justa distribución de responsabilidades, y, sobre todo, de los planes para eludir la necesidad del endeudamiento.

                               Por ello, pareció un “doble mensaje” absoluto la afirmación presidencial cuando agrega que “no hay peor alternativa que austeridad fiscal en recesión”. En primer lugar, ajuste ya hubo sobre los jubilados. En segundo término, si no hay contención del gasto público ¿de dónde saldrá el dinero para sostener las prestaciones del estado y pagar la deuda? La duda es si nos miente a nosotros o le miente al FMI.

                               Hay que reconocer, sin embargo, que puesto a lanzar frases Alberto es un corajudo de verdad. Lo fue antes para criticar el gobierno de Cristina con toda suerte de expresiones, lo ratificó después para justificarse y decir todo lo contrario por su candidatura, lo fue finalmente el domingo, cuando ante la asamblea legislativa afirmara que el suyo “es un gobierno de científicos”.

                               Si no son buena fórmula los científicos metidos a políticos, razón del fracaso de los intentos históricos de instalar tecnocracias, menos aún lo son los políticos con ínfulas de científicos, antes bien parece una humorada del presidente ante tanto inepto metido a funcionario, tal cual como los “empresarios” que Macri incorporó al manejo del estado.

                               No son buenas noticias para un país en etapa crítica, que su presidente no haya logrado hilvanar un mensaje con un GPS de gestión que vaya más allá de un par de meses.

                               Sin dudas que la reprogramación de la deuda con el FMI y con los bonistas es un tema urgente. Pero se olvidó de lo importante, que es proyectar un modelo de país hacia adelante, con un estado que equilibre sus cuentas, permita el desarrollo de la economía privada, cree empleo genuino y posibilite a todos los argentinos vivir con dignidad.

                                                           Jorge Eduardo Simonetti

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Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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