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EL PLACER, A CUALQUIER COSTO

HEDONISMO A FULL.- La muerte suele ser un poderoso despertador de conciencias adormecidas.- Pareciera que los problemas no son tales, o no lo son en su verdadera magnitud, hasta que alguien muere a causa de ellos.- Pasó con Cromagnon, pasó con Once, está pasando con Time Warp.-
                               Ese intenso disparador colectivo, ha determinado que la autoridad pública, los jueces, la policía, el periodismo, los psicólogos, los sociólogos,  todo el mundo en las redes sociales, comiencen un afiebrado debate que acumula  opiniones que muchas veces confunden la verdadera naturaleza del asunto,  en vez de aclararla.-
                               Prohibir las fiestas electrónicas, controlar la calidad de las drogas ilegales, promover la utilización responsable de las mismas (¿?), legalizar su uso, ejercer la autoridad con mayor rigurosidad, convocar  la presencia de la familia y  del estado, son todas acciones que, en mayor o menor medida, quizás puedan contribuir a paliar la problemática o atenuar sus letales efectos.-
                               Decir que la droga afecta la salud, que la droga mata, no son simples opiniones, es la exposición contundente de hechos que se constatan con la simple visualización.- También son hechos incontrastables que con la aparición de las drogas sintéticas, el mercadeo se ha extendido, la oferta es cada vez más variada y menos verificada en su calidad, los precios son menores y los potenciales consumidores se incrementan.-
                     El consumo de sustancias psicoactivas (de origen natural o sintético), constituye hoy la bomba de relojería de mayor riesgo potencial para la integridad de las sociedades modernas, tanto que viene a constituirse en un “revival” de la esclavitud, una nueva esclavitud en la que los grilletes no se llevan en los tobillos y en las muñecas, sino en el alma y en todo el cuerpo.-

                               Sus efectos directos sobre el sistema nervioso central, su capacidad para modificar artificialmente el estado anímico, alterar las percepciones, provocar fugaces sensaciones placenteras,  generar el síndrome de abstinencia física y/o psíquica que llevan al consumidor a la  reincidencia, su utilización con fines recreacionales no terapéuticos, las tremendas consecuencias negativas sobre la integridad física y psíquica del consumidor, nos muestran el poder inconmensurable de este verdadero monstruo de mil cabezas.-
                                 Y ese monstruo con el cual hay que luchar, no sólo está afuera,  con los narcotraficantes, con los “dealers”, con todos aquéllos  que lucran con esta cadena del comercio infame, sino también adentro, entre los pliegues de la sociedad y en las entrañas profundas de los consumidores.-
                               Por ello es que, cuando debatimos acerca de las defensas que la sociedad y los individuos deben activar para detener el imparable avance del “narcotiempo”, muchas veces parcializamos el análisis a partir de sus efectos, sin darle la verdadera importancia al origen profundo de las actitudes humanas.-
                     Temo que estamos en el apogeo de la moderna sociedad hedonista, en la que la búsqueda del placer se constituye en el motivo crucial de la existencia.-
                              

Desde antiguo la teorización hedonista se ha desarrollado con mayor o menor incidencia en el comportamiento humano.- Hoy en día no consiste en afirmar en que el placer es un bien, ya que dicha aseveración ha sido admitida por muchas doctrinas éticas muy alejadas del hedonismo, sino que el placer es el supremo bien.-

                               Si en tiempos pretéritos el placer por las artes o por actividades conectadas con el espíritu, formaban un condimento importante en el logro de la felicidad, vivimos hoy en un tiempo en el que el imperio de los sentidos manda por encima de cualquier otra forma de búsqueda del bienestar físico y psíquico.-
                               El placer no es bueno ni malo, existe, es natural, constituye parte de la vida, pero, indudablemente, no es la vida misma.- No es sinónimo de la felicidad, es un complemento de la misma.-
                     El problema sucede cuando se hace del placer sensorial un bien supremo, al que hay que acceder a toda costa, sin medir medios, límites ni costos.-
                               No en  vano en estos tiempos el verbo más conjugado es el de “disfrutar”, “yo disfruto”, “tu disfrutas”, “todos disfrutan”.- Toda nuestra actividad de vida está dirigida al logro del placer, en el deporte, en el trabajo, en la práctica social.- El placer del éxito, también es una de los drogas de la sociedad moderna; otra, la sensualidad del poder.-
                               Pero no nos contentamos con el placer propio que emana de cada actividad humana naturalmente, queremos el placer exacerbado, sin límites, no lo queremos como medio para llegar a la felicidad sino como un fin en sí mismo.- Consumir más, disfrutar más, gozar sin límites, aunque la razón no lo justifique ni el cuerpo lo pida.-
                               El solaz natural de escuchar buena música o practicar sexo, no es suficiente.- Queremos incrementarlo, llevarlo a territorios inexplorados, aunque ello suponga poner en riesgo nuestra propia integridad psíquica y física.- Y para ello no discriminamos medios, la droga es, entre otros aceleradores de la inconciencia,  el camino más fácil al placer sin límites y, obviamente,  a la muerte y la infelicidad segura.-
                               Creo que hoy todo está dispuesto para el placer en el mundo que vivimos, para el regodeo de consumir, de bailar, saltar, vivir la música, de tener sexo, sin fronteras, sin medida, sin parámetros.-
                                La propaganda, la publicidad dirigida a influir en nuestros sentidos más primarios, la exaltación de la vida placentera, tiene un beneficio comercial para los que venden y una consecuencia social y sanitaria para los que compran o consumen.- Ya no es suficiente la satisfacción de las necesidades naturales, el negocio está en crear necesidades artificiales que incrementen el consumo y las ganancias.-
                     De tal manera, la sociedad está atravesada por la supremacía del deseo, en cuya consecución desaparece toda noción del deber para dar paso al ilimitado imperio del querer.- Los parámetros de una moral mínima no es contenedora del desborde de nuestros deseos, deseamos sin fronteras y buscamos desenfrenadamente el placer, el dinero, el poder.-
                                Con el paso del tiempo, el hombre quedó vacío, aturdido,  y en nombre de una libertad sin valores, perdió el conocimiento y el  fundamento de la felicidad serena, cual es  la creencia en un ser superior que nos señale un camino de trascendencia.- La infranqueable duda del escepticismo vació las almas y ese vacío fue llenado con la falsa sensación de libertad que genera la búsqueda descontrolada de la gratificación.-
                               El consumo de drogas, especialmente en la juventud, tiene casi el mismo motor que el consumo de bienes materiales: el hedonismo más fervoroso.- Es rigurosamente transversal, no está sólo en una sóla clase social ni es patrimonio de los jóvenes, antes bien los adultos son los espejos en los que ellos se miran.-
                               Finalmente, quizás lo importante y eficaz sea simplemente la siembra porfiada de valores trascendentes, destacando la importancia del obrar por deber por sobre el obrar por querer.-
                               El dilema vital de la sociedad moderna está en nosotros mismos, en nuestros parámetros de vida.- Podrán aumentar el número de policías, realizar controles de la calidad de la droga, eliminar las fiestas electrónicas, perseguir a los dealers, pero muchos jóvenes seguirán inmersos en el placer fatuo que genera la droga, en la medida que la sociedad en su conjunto no exponga valores por los cuales apreciemos vivir.-
                                                           Jorge Eduardo Simonetti

*Los artículos de este blog son de libre reproducción a condición de citar su fuente

          http://www.ellitoral.com.ar/411350/El-placer-a-cualquier-costo                    

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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