Soborno democrático.- Tucumán puede enorgullecerse de haber sido la cuna de nuestra independencia.- De lo que no puede alardear es de haber construido el originario pesebre del clientelismo, aun cuando éste se conduzca a sus anchas en la provincia de la superficie corta.-
Ya formados el cielo y la tierra, luego que la manzana fuera mordida, ahí nomás nació la política, que es la segunda profesión del mundo más antigua.- Al día siguiente, sólo a veinticuatro horas, en parto traumático, la política tuvo su primer vástago, su hijo pródigo, el clientelismo.-
De tal manera, aun cuando hayan sorprendido al mundo por la imaginación en la metodología, Alperovich, Manzur y compañía no pueden presumir de la paternidad de esa descendencia bastarda de la política.-
Es que a pesar del ruido ensordecedor de los lamentables sucesos electorales, amplificados geométricamente por la prensa nacional, nadie puede hacerse el desentendido ni tirar la primera piedra contra esa lacra ética, que sobrevive chupando la sangre del sistema, el menos malo que conocemos para elegir a nuestros gobernantes, la democracia.-
Lejos están los tiempos de Pericles y las formas directas de la democracia ateniense, hoy necesariamente debemos delegar nuestro derecho originario en personas que nos representenen el gobierno de la comunidad.- Para ello, el número de voluntades juegan un papel determinante en la selección de los mandatarios.-
En los tiempos que transcurren, hacerse conocido a través de la propaganda y lograr las adhesiones (votos) que nos proyecten a los puestos de mando, importa disponer del suficiente dinero para el financiamiento.- El que no tiene dinero, por muchas capacidades o virtudes que exhiba, seguramente elcamino le será mucho más difícilque aquél que tiene a mano la caja estatal, su propia riqueza o los apoyos de empresas interesadas.-
El propio Néstor Kirchner, en un arranque brutal de crudeza expositiva, una especie de sincericidio público, había dicho que “para hacer política hace falta mucho dinero”.- De allí a no hacerle asco a ningún método para conseguirla, hay un paso corto.-
Es que el sistema democrático ha pergeñado unapersistente mecánica en la política vernácula, que tiene que ver con la variedad de posibilidades para inclinar la voluntad del elector.- Una de las preferidas por nuestros políticos, de todo el arco, es el soborno al ciudadano, forma miserable si las hay de inclinar voluntades valiéndose de la necesidad del semejante.-
Hoy el compañero íntimo del triunfo electoral es el dinero, la democracia adquiere la envergadura de la disponibilidad monetaria, quién más tiene más puede.- No es casual que casi siempre triunfen los oficialismos, por la sencilla razón de ser los que manejan a su antojo los fondos públicos, para inclinar voluntades de un modo casi invencible.-
La política ha institucionalizado una lógica perversa, que se traduce en: “más tengo, más puedo” “más abuso del dinero público, mayor tiempo me sostendré en el poder”; “más rico soy, más caminos se abren”.- Política y dinero, poder y venalidad, riqueza y triunfo.-
El clientelismo ha adquirido formas diversas e imaginativas.- Pero, podemos decir que el más dañino es el “clientelismo institucional”, que es el practicado por los gobiernos y actúa sobre la necesidad de la gente, aprisionadas con los planes sociales y las viviendas.- Para mantenerlos, difícilmente una persona pueda dudar a quién votar.- Sobre éste sistema se ha construido la Argentina del siglo XXI, con muchos “clientes” y no tanto “ciudadanos” desde el punto de vista de su libertad electoral, de eso depende hacia dónde se incline la balanza.-
Pero también, el “clientelismo circunstancial” tiene el mismo objeto, aun cuando pueda resultar inorgánico o ser oportunista.- Las famosas bolsitas de mercadería, que en Tucumán se repartieron tanto del oficialismo como de la oposición, las chapas de cartón(tan conocidas en Corrientes), los camiones entregando electrodomésticos, o directamente el cambio del voto por dineroen efectivo.-
De allí que, la práctica del soborno “democrático”, tiene una doble categoría de protagonistas: el cliente, que generalmente es la persona con necesidades básicas insatisfechas; y el político inescrupuloso, que debe disponer del suficiente dinero para alcanzar o sostenerse en el poder.- Se configura, entonces, una combinación patética entre la pobreza que necesita y pide, y la riqueza que especula y otorga.-
Entonces, para acceder a las posiciones de gobierno de una sociedad, las mejores posibilidades están del lado de los pudientes, pudientes porqué tienen riqueza personal o pudientes porque manejan la riqueza pública.-
Está tan arraigada la compra de voluntades en nuestra “democracia financiera”, que pocos se cuidan de ocultarla, hasta pasa a ser un comportamiento normal de funcionarios y políticos, que no enrojecen cuando reconocen haber recurrido a ella.-
El insólito argumento de Alperovichsobre la influencia de la práctica clientelar en la elección de Tucumán (“a pesar de las bolsas de mercadería que entregamos, perdimos la Capital y otros lugares más, así que no se puede hablar de fraude”), nos expone crudamente una realidad indisimulable de la inescrupulosidad política, también nos dibuja una sonrisa en el rostro, porque parte de los tucumanos recibieron la mercadería (comprada con fondos públicos, seguramente) pero le hicieron “pito catalán” al oficialismo: votaron a conciencia.-
Así las cosas, debe decirse que el clientelismo es a la política cómo los votos a la democracia, la búsqueda impiadosa de voluntades genera un encadenamiento de causa y consecuencia imposible de escindir en la práctica cotidiana.-
Se advierte, entonces, una doble inmoralidad: la primera, la compra de la voluntad del elector mediante la dádiva; la segunda, el origen de los fondos, la famosa “caja negra” de la política, que se alimenta del dinero público, del dinero de todos, desviados de tal manera para beneficio electoral del sector gobernante.-
La pregunta es ¿hasta qué grado está comprometido el sistema con la práctica clientelar? ¿El soborno es realmente incidente en el resultado electoral? No tenemos dudas que en las provincias pobres, en las que la suma de empleados públicos y beneficiarios de planes alcanza un número casi decisivo del padrón de electores, la distorsión del sistema es una realidad inexorable.-
Tucumán es la punta del iceberg, la realidad subacuática alcanza dimensiones de catástrofe para la salud del sistema y la subsistencia de la autodeterminación del ciudadano.-
Es cierto que el mundo no es ajeno a esta realidad, pero no menos es que los países de desarrollo limitado, gobernados por regímenes populistas, constituyen campo orégano para una práctica clientelar que compromete a todos.-
Políticos que necesitan votos, pobreza estructural y falta de virtudes cívicas, son las patas que sostienen un sistema que no parece que vaya a acabar, aunque sean muchos los que hipócritamente se rasguen las vestiduras.-
Jorge Eduardo Simonetti