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UN PASO ADELANTE DE LA ULTRADERECHA

ELECCIONES EUROPEAS

Los partidos europeos de centro tienen mayoría, a pesar de que los votantes se escoran a la derecha”

Euronews

                   En 2019 publiqué un libro denominado “La Neoizquierda”. La tesis central del mismo estriba en que en el siglo XXI no puede hablarse como categorías válidas de la política, la díada derecha/izquierda. Que ello casi culminó con la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de la Unión Soviética, que por entonces dominaba la mitad del mundo.

                   Salvo algunos casos muy puntuales digno de análisis, Cuba o Corea del Norte, el resto de las naciones se incorporó al sistema capitalista, con variantes diversas.

                   El colectivismo sucumbió de manera implosiva, ante la imposibilidad de dar soluciones válidas a los problemas humanos.

                   A partir de la teoría de Carlos Marx y de la Revolución Rusa de 1917, la fractura del mundo fue contundente. El capitalismo, con su secuela de individualismo, por un lado, y la colectivización de los medios de producción por el otro, marcaron más de setenta años del mundo bipolar, que terminó en 1991.

                   Desde entonces, la academia y la política siguieron insistiendo que, dentro del propio sistema capitalista conviven partidos de izquierda y de derecha, aunque ya nada tuvieran que ver con el bolchevismo de entonces.

                   Dije entonces que “la izquierda es socialista o es nada”. Y en esa disyuntiva, optó por ser “nada”, porque perdió sus banderas más caras surgidas de la inexistencia de la propiedad privada y particularmente de los medios de producción, en manos del estado.

                   Tanto así que Joaquín Estefanía, prologando al jurista italiano Norberto Bobbio, escribió que en las elecciones al Parlamento Europeo de 2004, las diferencias entre izquierdas y derechas fueron “poco más de un centímetro teórico y práctico”.

                   Fernando Savater calificaba a la cultura de nuestros tiempos como “sociedad de ambidextros”. Decía que “no hay gente químicamente pura de derechas o izquierdas, sino que todo el mundo tiene componente de ambas ideologías y todas las personas cuerdas son contradictorias y sólo los locos son monotemáticos”.    

                   En la página 93 de “La Neoizquierda, decía yo que “La derecha, por otra parte, que sería la contracara de una división ideológica del mundo, también ha casi desaparecido; sus viejas propuestas fundadas en el fascismo o en el nacionalismo xenófobo, han quedado casi archivadas, sólo rescatadas incidentalmente por algunos grupúsculos extremistas o por la aparición de políticos con discursos de la contrapolítica que se consumen en su propio fuego fatuo, para fenecer con la misma rapidez con que aparecieron o para olvidarse en gestión de gobierno de sus propuestas intolerantes ante la contundencia de los problemas reales que deben enfrentar”.

                   Hoy, en lo sustancial, los opuestos no pasan por la díada derecha/izquierda, sino por otros parámetros. José Natanson los identifica:

*Categorización organicista: liberales (estado pequeño, actividad privada) y estatistas.

*Categorización temporal; conservadores y progresistas.

*Categorización política: demócratas y autoritarios.

*Categorización unicista: nacionalistas y globalistas.

*Categorización economicista: capitalistas (más del 90% de países) y colectivistas (unas pocas y subdesarrolladas economías).

                   Ello no impidió, sin embargo, que un liberalismo reconcentrado a costa de un estado mínimo, el conservadurismo en gran medida, el nacionalismo, y el autoritarismo, reforzaran regímenes e ideas consideradas de “ultraderecha”.

                   En las últimas elecciones de junio para el Parlamento Europeo, es dable apreciar un modesto avance de esta clase de “ultrismo”, el mismo que pregona Milei y que pretende exportar como el tónico salvador.

                   Es cierto, quizás ese avance no permite modificar la relación de fuerzas existente en ese parlamento continental, pero sí apreciar que hay un despertar de ciertas tendencias que, en el caso de Europa, pretenden dinamitar el europeísmo, en favor de una mayor vigencia de los nacionalismos.

                   Se vio eso en España, aún cuándo mucho menos de lo que las encuestas indicaban. El Partido Popular de centro derecha obtuvo el 4% más de los votos que el PSOE, y Vox sumó dos parlamentarios más en un cuerpo de aproximadamente ochocientos. Ninguno de los dos, obtuvieron los números suficientes como para desestabilizar al gobierno de Pedro Sánchez.

                   Sin embargo, en Alemania y en Francia, la “ultraderecha”, logró derrotar a los partidos de gobierno. Los socialdemócratas del canciller Olaf Scholz en Alemania figuraron terceros, por detrás de los ultraderechistas Alternativa para Alemania (segundos).

                   En Francia, la cosa fue más seria. Marine Le Pen logró un importante triunfo sobre el oficialismo del Presidente Macrón, lo que obligará a éste a adelantar las elecciones legislativas del país galo.

                   Así y todo, no se vislumbra en el panorama europeo un avance cualitativo de la “ultraderecha” que haga cambiar la relación de fuerzas actualmente vigente en el organismo continental.

                   Y esto, ¿qué tiene que ver con la Argentina? Tiene que ver y mucho con Milei, no como presidente sino como aspirante a la corona mundial del ultrismo de derecha.

                   Su presencia en España para la reunión de Vox, su mensaje incendiario, la cobertura de los medios de la pelea con Sánchez, hicieron presumir que el partido extremista de España iba a aprovechar el envión. Apenas lo hizo con modestos avances.

                   Es cierto, la llamada derecha extrema ha dado muestras que está con vida y plenamente vigente en distintos países de Europa, dispuesta a dar batalla.

                   Pero de allí, a constituirse en un polo de poder excluyente hay un paso muy grande, que ni Milei con sus veleidades estaría en condiciones de implantar.

                                              Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

. JORGE EDUARDO SIMONETTI

 

 

 

 

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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