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DEBATE: MUY POCOS ¡QUÉ!, NINGÚN ¡CÓMO!

 

EMPATE TÉCNICO

“Los efectos de las campañas electorales, en general, y los debates presidenciales, en particular, son muy diferentes en sociedades diferentes”

Daniela Barbieri y Augusto Reina, “Debatir para presidir”

*Los debates televisados entre candidatos no suelen definir nada. Sin embargo, cuando los márgenes son mínimos y la volatibilidad electoral elevada, como en nuestro caso, pueden incidir. Ninguno se destacó, a pesar de las evaluaciones de los campamentos partidarios. Pocos ¡qué! y ningún ¡cómo!

**A partir de la dolarización y quema del Banco Central, Milei no supo precisar cuándo ni cómo. Massa no pudo separarse de su condición de Ministro. Bullrich dijo que tenía un plan, pero no dio detalles.

***Uno sobrador, la otra tensa, el tercero acartonado, así se mostraron los candidatos con chances. Los mejores fueron los que tienen las menores posibilidades: Bergman y Schiaretti.

                   ¿Para qué son los debates presidenciales? La respuesta sería para informar a los votantes. En realidad son un paso más en la campaña electoral, un paso importante.

                   Pero, ¿definen una elección? A este interrogante debemos responder con una aparente contradicción: sí y no. ¿Cómo sí y no?

                   Normalmente mueven muy poco el amperímetro de la intención de voto, la mayoría carga con su sesgo y difícilmente lo modificará. O sea, en este caso, la respuesta es no.

                   Sin embargo, si los márgenes son mínimos entre candidatos y el panorama electoral es extremadamente voluble, como creo es el caso, unos pocos puntos pueden ser definitorios para ganar en primera vuelta o para que uno u otro candidato pase a segunda. Es decir, en este supuesto deberíamos responder: sí.

                   Saber el peso relativo que tendrán los debates en la elección es un objetivo imposible, de igual modo que conocer quién ganó el debate, sobre todo el que vimos el domingo.

                   Un dato interesante para conocer es que son 73 los países que tienen debates en las elecciones para presidente o primer ministro, y llegan a 94 cuando se suman los que se realizan para otros cargos electivos.

                   El grado de incidencia de las campañas electorales y los debates en el comportamiento del electorado es tarea de adivinos, ya que resultan muy diferentes en sociedades diferentes.

                   No es lo mismo un proceso comicial en un país con un sistema de partidos estable y una gran porción del electorado identificado partidariamente, que otros de bajo nivel de pertenencia partidaria y altos niveles de volatibilidad política.

                   Por citar un ejemplo, Estados Unidos que encabeza la práctica de los debates televisados, tiene una mayor incidencia en el electorado, aunque nunca demasiada, debido a que la contraposición es sólo entre las dos fuerzas principales: demócratas y republicanos.

                   Antes, una mínima variación en la intención del voto -1, 2 o 3 %- se calificaba como poco relevante. En la Argentina de 2023, “hay que redefinir márgenes y repensar el lenguaje que usamos para definir el impacto o no de los debates presidenciales” (Barbieri y Reina en declaraciones a Infobae).

                   Hay que reconocer que el debate del domingo pasado, entre los candidatos Bergman, Schiaretti, Massa, Bullrich y Milei, se desarrolló de manera civilizada, con chicanas y contrapuntos, pero nada fuera de lo normal.

                   Tal vez, ése fue su punto débil, un debate “demasiado previsible”, que no tuvo la pimienta que normalmente tienen estos contrapuntos, para conocer el temperamento de los candidatos.

                   En primer lugar debo decir que me dejó gusto a poco, por dos razones: la primera, por el sistema; la segunda, el contenido, muy pocos ¡qué! van a hacer, ningún ¡cómo! lo van a hacer.

                   En cuanto a la mecánica del encuentro, debo recurrir a una alegoría para definirla: es como querer meter a un elefante en una caja de zapatos. Tres temas densos, que ameritaban un mayor detalle, pero que el escaso tiempo, los contrapuntos y chicanas, consumieron la vida útil del choque.

                   Se discutieron a partir de tres ejes temáticos: Economía, Educación y Derechos humanos y Convivencia Democrática.

                   En punto al rubro económico, dos de los candidatos tienen especificidad y competencia: Milei es economista y Massa Ministro de Economía actual.

                   El libertario fue casi el único que pudo enumerar algunas medidas, pero no explicó casi ninguna al nivel que se esperaba. Reiteró su incendio del Banco Central, aunque no aclaró cuándo, y la dolarización sin dólares, sin decir el cómo. Poco para un experto.

                   Massa no pudo eludir la contradicción esencial de su doble condición de Ministro de Economía y candidato. A cada intención de candidato, quedaba flotando en el aire el interrogante del porque no lo hizo ahora de Ministro.

                   Bullrich se fue en la mención de tener un equipo y un plan para acabar con la inflación, pero no dio ninguna explicación sobre su plan. Poco, muy poco.

                   Schiaretti vendió “Córdoba”, que puede ser una buena experiencia gubernativa, pero muy diferente a los problemas macroeconómicos que atraviesa la Argentina. Bergman, con buena verba, no pudo salir del manual trotskista que maneja.

                   En materia educativa es dónde Milei hizo agua, se fue en titubeos e hizo agua en el detalle de su plan de “vouchers”. Quedó flotando una consecuencia nefasta: un sistema de educación para ricos y otro para pobres.

                   Massa, de vuelta, a su propuesta de elevar el presupuesto para educación al 8%, resultaron oscuras sus respuestas del por qué hoy no cumple siquiera con el 6% establecido por ley.

                   Bullrich, en línea con su discurso del orden, propuso al regreso de la escuela de calidad, apostando a la recuperación del  sistema público de educación, pero con disciplina.

                   En la temática elegida por el público, Derechos Humanos y Convivencia Democrática, se vio a un Massa “generoso”,  proponiendo un gobierno de unidad nacional, dónde convivan kirchneristas, peronistas, radicales, trostkistas y liberales, obviamente a su mando. Muy demagógico y poco específico.

                   Milei, siendo un punto en que tiene una especialista de compañera de fórmula, con una posición clara respecto a la guerrilla y los militares, volvió a reconfigurar la teoría de los dos demonios, algo que se da de bruces contra el instalado concepto de Memoria, Verdad y Justicia de los organismos de derechos humanos.

                   Bullrich, en esta temática también se atiene a la columna vertebral de su mensaje: la vigencia del orden legal cómo único modo de generar una convivencia democrática.

                   Si tenemos que analizar las actitudes de los candidatos en cuanto a la escenificación del debate, diremos que Massa pretendió presentarse cómo el que la tenía clara porque ejerce el gobierno, aunque apareció muy acartonado. No recibió todas las balas de su desastrosa gestión ministerial.

                   Bullrich, muy tensa y con poco manejo escénico, intentó por todos los medios sacar de las luces del set televisivo, el eje confrontativo Massa-Milei, que resultó evidente en la estrategia del dúo libertario-kirchnerista.  A veces lo consiguió, otras no. Milei, en modo sobrador, no sacó provecho de su condición de casi virgen político.

                   Los argentinos apenas nos estamos acostumbrando a los ritos de la democracia, y el debate fue éso, apenas un rito que se cumplió para satisfacción de la ley pero no para información de los ciudadanos, que sacamos poco provecho.

                   Por mi parte, debo confesar que me senté frente al televisor con el detalle de las propuestas de los candidatos, y con un papel en blanco y una lapicera, para puntearlas y conocer las precisiones sobre cada punto. A los quince minutos, el papel en blanco estaba en el canasto, mudo testigo de la pobreza franciscana del debate.

                   Puedo decir, finalmente, que me pesó la derrota de Boca el domingo a la siesta, aunque en el partido de la noche, el empate fue justo en un encuentro de bajo nivel técnico.

                        Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

 

 

 

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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