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NO HAY DEMOCRACIA SIN SOCIEDAD DEMOCRÁTICA

ESPÍRITU SOCIAL

“Si queremos vivir en una sociedad amplia, tolerante, comprensiva, administrada por hombres sabios y prudentes, comencemos por producir el cambio en nosotros mismos, aspiremos a ser hombres justos, a conducirnos de la misma manera que pretendemos para el resto.”

Jorge Eduardo Simonetti

*No hay democracia sin una sociedad democrática. No hay sociedad democrática sin ciudadanos justos. Vivimos esclavizados por nuestros sesgos, no somos capaces de emerger de los mismos y analizar las cuestiones comunes con cierto grado de objetividad. No se trata de dejar de lado nuestro pensamiento, sino de pensar sin preconceptos.

**La fractura social y política se genera de arriba hacia abajo, de los dirigentes hacia la gente. En la medida que votemos dirigentes intolerantes, no habrá sociedad democrática.

***El tiempo por venir exigirá un alto grado de compromiso social, pero éste no vendrá sin involucramiento de las elites políticas.

                   Los argentinos estamos transcurriendo un tiempo especial en nuestro camino democrático, es el año electoral que, como tal, tendrá una influencia decisiva en nuestro futuro.

                   Transitamos 2023 en medio de densos nubarrones que nos preanuncian la inminencia de una tormenta de imprevisibles derivaciones. Esto está referido fundamentalmente a la situación económica, pero también a la realidad política.

                   Es cierto, la democracia es movimiento y ruido, la dictadura orden estricto y silencio. No pretendamos una democracia callada, ni la eliminación del juego de las ambiciones políticas de cada quién, en última instancia ellas son el motor del sistema. Si cada uno nos quedamos en nuestras casas y no participamos, chau democracia.

                   Pero, ello no es suficiente para tener un sistema de calidad, que confiera respuestas a la sociedad. Necesitamos completarlo con muchas cosas, pero considero que el principal requisito a considerar no está en los políticos sino en la sociedad.

                   Este tiempo del padecimiento de una fractura política y social expuesta, nos debe servir para entender que si los ciudadanos no ponemos los muchos granos de arena que aporten al sistema, difícilmente éste pueda funcionar adecuadamente y seguiremos en la pendiente.

                   Lo concreto es que no habrá buena democracia sin una sociedad democrática. Es por ello por lo que me permito transcribir unos párrafos de mi libro “Las zonas oscuras de la democracia”, pags. 281/282 (2020), que explican mi visión sobre el tema. Transcribo:

                   “El interrogante es: ¿basta con tener elecciones libres de manera periódica, conformar la elite política que dirige nuestros destinos a través del voto, establecer el funcionamiento de los tres poderes del estado, para vivir en un sistema democrático, o se necesita algo más?

                   Cuando digo “algo más” no me estoy refiriendo a un aspecto instrumental de constitución de otros dispositivos formales e informales de representación y de participación, sino a la existencia del elemento inmanente, inmaterial, espiritual, que conforma toda empresa humana.

                   ¿Tiene algo que ver la sociedad en general, el espíritu social, con la existencia de una verdadera democracia o basta con la democracia electoral? ¿La elite política, los representantes, los gobernantes pueden ser algo distinto de aquello que es la sociedad en la que se desenvuelven?

                    Es decir, ¿es posible vivir en democracia sin tener espíritu democrático, sin ser plurales, sin manejar la alteridad?

                   La pluralidad es un elemento esencial de la democracia, que significa igualdad de derechos, respeto, solidaridad, reconocimiento del pensamiento distinto. La alteridad, cómo su expresión simbólica, es integrativa del concepto, significa colocarse en el lugar del otro, considerar la perspectiva distinta.

                   Hannah Arendt (1998) expresaba que no debemos dejar de reflexionar sobre la dictadura y el totalitarismo si queremos comprender la política contemporánea, sentenciando que esos regímenes criminales hubieron de tener elementos comunes con las sociedades en las que tuvieron lugar y que hoy viven su legado. Dicho en pocas palabras: “Las sociedades tienen mucho en común con las dictaduras que irrumpen en su historia”.

                   Democracia sin sociedad democrática es continente sin contenido, es formalidad sin sustancia, es procedimiento sin objeto. No hay democracia sin propósito y comportamiento democráticos.

                   Decía Guillermo O´Donnell que “el objeto adecuado de reflexión, así como de la práctica, radica más en la democratización que en la democracia”.

                   La democracia, de manera desagregada, debe ser evaluada en torno a tres dimensiones: su régimen político, la organización y el funcionamiento del estado, y el contexto social.

                   Refiriéndose a la última dimensión, Osvaldo Iazzeta nos alude al manejo de la alteridad en democracia: “Uno de los logros que acompañaron el retorno de la democracia se asocia a la inédita y renovada fe cívica en el pluralismo y en la diversidad que se gestó en ese momento de entusiasmo democrático. Eso se reflejó especialmente en el reemplazo de la idea de enemigo por la de adversario”.

                   Sin embargo, el mismo autor nos habla que ese espíritu democrático que se respiraba en el amanecer de la última república, hoy se traduce en el cambio de paradigma, en la que el enfrentamiento, la intolerancia, la artificialización y dramatización del conflicto, los intentos de reducción de una sociedad plural y compleja a esquemas binarios, es la conquista (¿democrática?) de estos últimos veinte años de democracia.

                   La sociedad civil en la Argentina fue un agente democratizador en los tiempos de Raúl Alfonsin, lo ayudó a democratizar la democracia, tanto que movilizaciones masivas impidieron el éxito de intentos de golpe militar por esos tiempos.

                   Pero hoy, como es notorio y expuesto hasta el hartazgo, la fractura social, la denominada “grieta” que divide a la sociedad argentina, ha producido un binarismo casi irreconciliable que impide que el espíritu político, visto como alteridad, pluralismo y aceptación del otro diferente, se haya debilitado y estemos transitando plenamente un tiempo de un profundo sesgo antidemocrático en el ámbito social.”

                   Hasta aquí la transcripción de un par de páginas de mi obra. ¿Cuál sería la conclusión? Recurro a Gregorio Kaminsky para condensarla: “Un modelo autoritario no desaparecerá de una sociedad por la transición de un sistema político dictatorial hacia uno democrático”.

                   ¿Quiere decir que debemos dejar de lado nuestras diferencias para abrazarnos como hermanos? Sostener ello sería de una ingenuidad inexcusable. Lo que tenemos que cultivar son nuestros propios espíritus de hombres justos.

                   Ser hombres justos es nunca cejar en el intento de hacer prevalecer en nuestras conductas, la parte del alma racional que es propia de los hombres sabios, por encima de las pasiones, los instintos, los odios y los amores. Una misma vara para todo, que se salga de la lógica del pensamiento binario: amigo/enemigo.

                   Mi experiencia como escritor y articulista, me indica que los juicios de los lectores generalmente están atravesados por una lógica binaria, que las opiniones se dividen con el corte exacto de los propios sesgos políticos. Es la lógica de los primeros tiempos del general: “a los enemigos, ni justicia”.

                   Seguramente que, escuchando el discurso de Cristina y de Milei, las pretensiones de objetividad se tiran por la borda. Es que, siempre lo dije, la intolerancia siempre se genera arriba y se trasmite hacia abajo, del dirigente a la gente.

                   Por ello es por lo que, además de ser duros críticos de los malos comportamientos de la política, debemos realizar una introspección para conocer cuánto de los mismos tienen su origen en una sociedad incapaz de tener los mínimos patrones de objetividad y tolerancia.

                   ¿Qué parece chino lo que estoy planteando? Si, lo parece, porque es un tiempo dónde el bolsillo manda y el resto parecen cuestiones intrascendentes. Pero no es chino.

                   Seguramente nos iría mejor, recuperaríamos una democracia de mejor calidad y un sistema que otorgue las soluciones materiales que la gente requiera, si practicamos ser hombre justos. ¿Seremos capaces?

                   Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

*Los artículos de esta página son de libre reproducción, a condición de citar su fuente

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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