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TRUCO ELECTORAL, UNA PARTIDA DE MENTIROSOS

ELECCIONES CABA

“De la implementación electoral depende en gran medida la consolidación o desnaturalización del ideal democrático”

“Las zonas oscuras de la democracia” (2020), de Jorge Eduardo Simonetti

*Una misma fecha de votación, dos elecciones, dos sistemas electorales. Para presidente, boleta sábana, para jefe de gobierno de Caba, boleta única electrónica. La llaman elecciones concurrentes. Esta estrategia favorece los planes de quién la instrumentó: Rodríguez Larreta. A pesar de las quejas de Macri y del campamento bullrichista, nadie está en condiciones de rasgarse las vestiduras. Conveniencias matan principios.

**La jugada larretista seguramente dejará heridas en Juntos por el Cambio. El asunto es si cicatrizarán en el corto lapso entre las Paso y las generales.

***El apoyo radical a las elecciones concurrentes, tal vez signifique el blanqueo de su condición de segundos en la disputa electoral.

                          Uno cantó ¡falta envido!, el otro intuyó que mentía, que tenía pocos tantos, y aceptó el convite apenas con veintidós. ¡Veinticuatro! gritó el mentiroso, tirando sobre la mesa una sota y un cuatro de copas, y se llevó la partida. Ganó con todas las de la ley, el truco es la actividad lúdica dónde la mentira está permitida, la simulación premiada.

                          Pero la política es, o debería ser, otra cosa que un partido de truco. En la política la mentira es disvaliosa, como lo es su hermana menor, la simulación. Paradójicamente, ambas son más comunes en la política que en el truco.

                          La baja consideración social por la clase política, no se debe solamente a su probada ineficacia para solucionar los problemas de la gente, es decir que su costado débil no es únicamente instrumental, sino fundamentalmente moral.

                          El doble rasero con que permanentemente se tratan situaciones similares, la moral bifronte según cada quién, las dos caras del discurso político, han arrastrado a una actividad que debería ser valiosa socialmente, al peor de los lugares en la consideración pública.

                          En su primera etapa, el general no se andaba con eufemismos: “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”, para agregar que “a los enemigos ni justicia”. Nos estaba señalando a las claras que medía con distintas varas a “los nuestros” que a los otros.

                          Casi podría decirse que el kirchnerismo, heredero putativo del peronismo, practicó durante su gobierno los mismos métodos, tenía claro que gobernaba para “sus compañeros” y en contra del resto. Y lo dijeron, tanto Néstor como Cristina y ahora Alberto.

                          El Pro, y su alianza Juntos por el Cambio, sostuviieron que venían a cambiar la política, a moralizarla, a modificar los parámetros de gestión, a promover una ética republicana que coloque a todos los argentinos en un pie de igualdad.

                          Tengo que decir, sin temor de caer en la ingenuidad, que ello quedó en el discurso, y que cuando las conveniencias electorales lo ameritan, no hesitan en el olvido conveniente de las convicciones discursivas.

                          Cierto, la política se construye no sólo con principios, también con estrategias adecuadas, pero cuando éstas se imponen a aquéllos, evidentemente estamos malversando el sentido profundo de la actividad.

                          En mi libro “Las zonas oscuras de la democracia” (2020), en el capítulo “Normas electorales a medida”, decía yo que “las elecciones constituyen el mecanismo necesario para la realización del ideal democrático”. Las normas electorales son las reglas del juego, si éstas no son objetivas y transparentes, los derechos constitucionales del sistema caen al piso.

                          La manipulación de la normativa electoral es una práctica viciosa desde los tiempos. Cada quien en el poder, las modifica para su conveniencia, tanto en el sistema de votación cuánto en la fecha de los comicios. Rodríguez Larreta no fue la excepción.

                          El federalismo normativo establecido por la Constitución Nacional, provoca que la reglamentación de los comicios sea descentralizada, cada uno las establece como mejor le parece. Las entidades subnacionales (las provincias) y las subprovinciales (los municipios) tienen autonomía al respecto. Así las cosas, se puede votar para presidente un día, para gobernador otro, y para intendente un tercero. Y con distintas reglas.

                          Sin embargo, esa misma descentralización impone a los gobiernos actuar con la máxima objetividad y buscando garantizar una igualdad en la competencia electoral. No es eso lo que los inquilinos del poder hacen.

                          Sin ir más lejos, la cantidad de provincias que votan para gobernador en una fecha distinta a la de presidente, están marcando la actualidad del oficialismo gobernante, en el que la boleta presidencial tirará para abajo las candidaturas provinciales.

                          ¿Sorprendió Rodríguez Larreta al fijar las elecciones de Jefe de Gobierno el mismo día que las de presidente, con dos sistemas distintos de votación? No, porque por más discursos que intenten explicar las razones principistas de la medida, lo cierto es que estableció el sistema que más le conviene en la interna de Juntos por el Cambio.

                          “Elecciones concurrentes” es un mecanismo casi novedoso de votación. Se vota el mismo día para dos jurisdicciones nacional y local, pero con un sistema distinto. La boleta sábana para las presidenciales y la boleta electrónica para la elección de Caba.

                          El actual mandamás porteño tiene una alianza estratégica con el radical Martín Lousteau, aspirante a reemplazarlo. El ex ministro de economía de Cristina no quiere ir pegado en una boleta sábana con un precandidato perdedor, el radical Morales. Rodríguez Larreta quiere los votos de Lousteau para su precandidatura a presidente. La boleta electrónica en el ámbito local posibilita esa estrategia.

                          Es decir que en Caba se vota con el sistema que más le conviene a los intereses electorales del que porta la lapicera del poder: Rodríguez Larreta, el que bien podría ahorrarles a los porteños su discurso principista.

                          Esta estrategia es aprobada por el radicalismo, por lo menos por la mayoría, sobre todo en la figura del gobernador de Jujuy, quien está convencido que integrará como vicepresidente la fórmula de Juntos por el Cambio si es encabezada por el ex jefe de gabinete de Macri.

                          En el campamento de Patricia Bullrich pusieron el grito en el cielo, hablando de violación de los conceptos fundantes de esa fuerza política. Macri se refirió a los costos de elecciones con sistemas distintos, doble gasto en organización e implementos.

                          En verdad hay que decir que no hay nada de ello, pura retórica. El Pro, sostenedor acérrimo de la boleta única, votó en 2015 con la misma. Sin embargo, en 2019, como cambiaron los parámetros políticos, volvió a la boleta sábana. “Cosas veredes”.

                          En el Frente de Todos porteño están contentos con las elecciones de distinta metodología. Ello les permitirá a los candidatos locales despegarse de una boleta presidencial que se intuye tirará para abajo la preferencia de los electores.

                          Es evidente que la jugada de Rodríguez Larreta puede convenirle para captar votos radicales, pero corre un grave riesgo en el juego de conjunto con sus correligionarios del Pro. Macri, quién no ocultó su decepción, todavía conserva el liderazgo en la fuerza, el mismo liderazgo que puso en juego en 2015 para apoyar a Rodríguez Larreta en la jefatura porteña, en desmedro de Gabriela Michetti.

                          Es evidente que la jugada larretista no hará más que decantar las posiciones, blanqueando cada uno de los partidores en los que se ubicarán para iniciar la competencia.

                          No está de más decir que las maniobras que comentamos no hacen sino desgastar la relación en la interna opositora, justo en un momento en que el frente común debe estar más consolidado que nunca. El lapso entre las Paso y las generales ¿será suficiente para curar heridas?

                          Como en el truco, en política nadie muestra sus cartas, simula todo lo que puede, hasta que llegue la hora de la verdad.

                          Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

*Los artículos de esta página son de libre reproducción, a condición de citar su fuente

 

 

         

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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