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LA OPCIÓN POLÍTICA NO SÓLO DEBE SER DIFERENTE SINO CONSISTENTE

AÑO ELECTORAL

“La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente”

Nicolás Maquiavelo

*Es el año de recambio democrático, un tiempo electoral que se presenta en un contexto de total incertidumbre. Los precandidatos son muchos, los discursos variados y abstractos. Nadie se anima a enumerar las medidas, si es que las tiene, que tomará a partir del 10 de diciembre. Seguramente serán duras. El riesgo de espantar votos es grande. Los ciudadanos necesitamos definiciones, los buzones deben ser insumos del pasado.

**Nadie ignora los males de la Argentina, los vivimos. Por ello, no sólo reclamamos diferencia sino también consistencia en la propuesta.

***Con los liderazgos del presente resultará muy difícil crear un escenario de diálogo, casi una precondición para un futuro asequible.

                  El año electoral, me refiero principalmente al del final de mandato, es el peor momento de la política. Ud. se preguntará ¿por qué?, si suponemos que en democracia debería ser el mejor, porque se ejercita la posibilidad de elegir nuevas autoridades, opciones distintas.

                  Le explico mis razones. Temo que los candidatos nunca le dicen al electorado todo lo que le tienen que decir, para no afectar sus chances electorales. Entre los pliegues de las medias palabras, verdades relativas, enteras mentiras sobre la situación que deberán administrar si resultan ganadores, hay espacio más que suficiente para colar además las promesas, que luego quedan en el arcón del olvido. Nadie que haya gobernado resiste el archivo, ni Cristina, ni Macri, menos aún el inefable Alberto.

                  Recordada es la afirmación maquiavélica del riojano de la Ferrari, cuando allá no tan lejos, ante la ola de privatizaciones y el rumbo liberal de su administración, manifestara muy suelto de cuerpo: “si les decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”. Sincero el hombre, aunque desde el punto del compromiso moral con el electorado deje mucho que desear, tuvo por lo menos el coraje de reconocerlo.

                  En tal sentido, el no presidente Alberto Fernández, tiene un rosario de incongruencias verbales y materiales, pero no la valentía de reconocerlo, lo que constituye una doble estafa moral. Su colmo fue la poesía que nos recitara desde la fría Antártida, mientras Rosario quema.

                    Volviendo al año electoral que se nos presenta por delante, debemos decir que casi nunca como ahora, la tarea de los candidatos se presenta ardua. La labor de los electores será aún peor, tendremos que saber, y si no aprender, a separar el polvo de la paja para escoger a quienes tienen posibilidades reales de rescatarnos del inminente precipicio.

                  Es cierto, tocar fondo puede ser dramático, pero también es una buena oportunidad para el resurgimiento, la reconstrucción. En 2001, la crisis hizo volar por el aire el sistema político, económico y social de los argentinos. El emergente fue Néstor Kirchner, que apareció en sus primero años como el salvador, aunque luego nos diéramos cuenta de que era un placebo disfrazado de remedio.

                  Ahora la cuestión, con ser igualmente grave, se presenta distinta, porque la bomba aún no ha explotado (o sí?) y nadie se anima a predecir hasta dónde llegarán las esquirlas si ello sucediera, como parece altamente probable.

                  Resultaría redundante listar las pálidas de la situación, las sentimos en carne propia, en el supermercado, en el precio de los servicios, en el costo de los alimentos, en la vida diaria. Pero lo grave es que puede ser aún peor.

                  ¿Cómo? Se calcula que el que gobierne a partir del 10 de diciembre, si es que ello no sucede antes, deberá hacer una importante devaluación, volviéndonos de un plumazo mucho más pobres, un ajuste fiscal que impactará directamente en el gasto social en subsidios y demás yerbas, pero también en los ingresos de los jubilados, un aumento en el precio de la luz y el gas de entre tres y cuatro veces. Sigue y suma.

                  Cuando se asuma ya no será un año electoral, y el que gobierne estará sentado en un volcán al que deberá quitarle presión, y no es con medidas meramente cosméticas que lo conseguirá, como hasta ahora con Massa, cuyo plan de “patear hacia adelante” alarga la mecha al costo de agrandar la bomba.

                  Hoy por hoy, en las principales fuerzas políticas se suman geométricamente dirigentes con pretensiones de candidatura. Todos saben que la situación es gravísima, pero la ambición le puede a la prudencia. Y es lógico en democracia, alguien debe agarrar el hierro caliente.

                  En términos teóricos, las fuerzas políticas y sus candidatos deben ser capaces de proponerles a los ciudadanos un diagnóstico de situación y un plan para evitar la debacle y comenzar a emerger.

                  Es impensable que la política no tenga internalizado el diagnóstico, la oposición lo expone, el oficialismo lo disimula. De allí surgen dos interrogantes: ¿Cuál es el plan de gobierno para adelante? Y ¿cuáles son las posibilidades reales de concretarlo?

                  En ese preciso momento, Maquiavelo mete la cola, y los políticos se sienten tentados a prometer en el presente y a pensar romper en el futuro la promesa. ¿Son tan malos los políticos? Tal vez no tanto, pero saben con seguridad que el electorado no está preparado para escuchar realidades y seguir votándolos. Entonces, para oficialismo y oposición, mejor el maquillaje.

                  La mejor campaña electoral es la del cambio, de la propuesta distinta, de la impronta nueva. Lo insólito que ello es planteado tanto desde la oposición, lo que sería lógico, como desde los que gobiernan, lo que es francamente un oxímoron conceptual.

                  Pero con ser distintos no alcanza, el camino debe ser consistente, y la consistencia en política sólo se alcanza con realismo y propuestas viables, es decir que no sólo se sepa el qué, sino además el cómo. Caso contrario, es ciencia de gabinete o distracción de café.

                  Es una verdad inocultable que la base de toda propuesta viable es un gigantesco ajuste fiscal, el achicamiento de un estado elefantiásico que gasta mucho y mal. Todo lo que se diga después es accesorio o mero maquillaje.

                  Obviamente que el ajuste siempre es antipático y doloroso. Muchísimos conciudadanos sufrirán las consecuencias, con más o menos equidad, pero finalmente el ajuste recae sobre las personas menos favorecidas.

                  Resulta necesario en democracia tener poder político e institucional para hacer lo que se pretenda hacer, sobre todo ajustar. Poder político supone credibilidad por parte de una mayoría social, internalizar en la gente acerca de la lógica y razonabilidad de las medidas, pero por sobre todo gente dispuesta a sacrificarse.

                  Además, los acuerdos políticos con las fuerzas opositoras resultarán básicos, incluyendo treguas con las puntas de lanza del conflicto como los sindicalistas y piqueteros. Poder institucional, como es lógico, para lograr sancionar las leyes necesarias.

                  ¿Parece ello posible en la Argentina de 2023? Posible sí, probable no. El diálogo, que se presenta como la precondición para un futuro sustentable, no es factible mientras permanezcan los mismos liderazgos.

                  En suma, plan consistente, diálogo constructivo, severo ajuste, paz social, son elementos absolutamente incompatibles en el marco de un país donde todavía no se saldan las deudas políticas y sociales del pasado.

                  Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

*Los artículos de esta página son de libre reproducción, a condición de citar su fuente

 

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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