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ESCAPE POR LA PUERTA DEL MARTIRIO

RENUNCIAMIENTO

“El 10 de diciembre de 2023 no voy a tener fueros, así que podrá darles la orden a sus esbirros de Casación y la Corte Suprema de que me metan presa”. No voy a ser candidata a nada”

Cristina Kirchner

*Con la condena judicial, Cristina renunció a cualquier candidatura en 2023. A partir del 10 de diciembre del año entrante, perdería los fueros. Podría cambiar de opinión, faltas algunos meses todavía. Si se confirma su anuncio, la vicepresidenta optaría por el camino del martirio. El tribunal de la historia entrará automáticamente en sesión.

**Abandonar la posibilidad de un blindaje legislativo es sustraerse a la autoridad humana, quedando ella consolidada en su pedestal supraterrenal.

***Un portazo al sistema podría romper el hegemonismo del comportamiento político normal, los fueros como escudo, tal el caso de Carlos Menem.

                          El renunciamiento de Cristina a cualquier candidatura en 2023, incluida la de senadora, instala un escenario político novedoso en el país, obligando al recálculo tanto al oficialismo como a la oposición.

                          El primer interrogante que surge es su grado de certeza, por tratarse de una sentencia no firme que no obstaculiza su postulación. ¿Cuánto de decisión consciente y calculada contiene el anuncio y cuánto de reacción temperamental ante la condena?

                          Faltan varios meses para el turno electoral, correrá todavía mucha agua bajo el puente, y seguramente sucederán cosas que finalmente puedan incidir en el comportamiento definitivo de Cristina.

                          Separando el polvo de la paja, hay que decir que una cosa es la candidatura y otra muy distinta, pero más instrumental, son los fueros que el cargo conlleva. Es más, pensábamos que, ante el escenario oscuro del frente judicial, el senado le resultaría un refugio más seguro que una candidatura presidencial de resultado incierto.

                          A fines de 2015, en los últimos meses del gobierno de Cristina, luego de la derrota electoral, el operativo “limpiar todo” hacía parecer imposible este presente de condena judicial.

                          Se especulaba en ese entonces que si la justicia argentina casi nunca fue capaz de investigar y castigar la corrupción pública, menos aún lo haría en este caso, en el que el poder político se mantendría en las cámaras legislativas. El presidente electo, Macri, no parecía tener la enjundia necesaria para contrapesar la influencia de un movimiento que reinó durante tres mandatos consecutivos.

                          Esa especulación fue perdiendo fuerza con el correr del mandato cambiemita. Los jueces, sin mucha prisa pero también sin pausa, lentamente comenzaron a encolumnar las causas en el desfiladero de las definiciones.

                          No la ayudó su sentimiento de invulnerabilidad e inexpugnabilidad adquiridos durante ocho añosa consecutivos de poder absoluto. No se cuidaron los detalles ni las huellas, comenzaron a aparecer los bolsos de López y los cuadernos de Baratta.

                          Sin embargo, con el triunfo electoral de 2019, el alma volvió al cuerpo. Desde el poder comenzó a tejerse un entramado institucional que -pensó- la blindarían del brazo judicial.

                          Desde el operativo puf, pasando por el monopolio de la representación legislativa ante el Consejo de la Magistratura, el aumento de los miembros de la Corte, el manejo presidencial de las subrogancias judiciales, la presión institucional y callejera sobre los magistrados, algunos fallos que la hicieron eludir juicios orales, y tantas otras, formaron parte de un plan que comenzó a desmoronarse.

                          Es que, resulta difícil el manejo adecuado de las situaciones cuando se realiza desde el pedestal de la omnipotencia, desdeñando el trabajo silencioso de acumulación de pruebas de cargo de jueces y fiscales, que hacen honor al puesto que ostentan.

                          El error más grande de los abogados de la vicepresidenta, fue dejar que sea ella misma la que condujera la estrategia defensiva. Cristina quería no sólo salir inocente de todos los cargos, sino que, además, le pidieran perdón por la osadía de juzgarla.

                          Así las cosas, aún con todo el poder en sus manos, comenzó a ser dirigida al incómodo rincón de sus responsabilidades penales, llegó el momento de su primer juicio oral y fatalmente el instante de la sentencia, condenatoria en el caso Vialidad, incluyendo inhabilitación perpetua para el ejercicio de cargos públicos.

                          Y Cristina reaccionó como ella misma ante el fallo. Si antes ya se había ubicado por encima de la justicia humana, confrontando y acusando al propio tribunal que la juzgaba, habilitando sólo a la historia como juez supremo, con tamaña omnipotencia no podía esperarse una respuesta común ante la condena.

                          No protestó prometiendo pelea ante las instancias superiores de la justicia, no anunció una cruzada política. Su reacción fue en línea con su genética, cortante, inesperada, apocalíptica.

                          Y acorde con su temperamento, si no se inclinó ante la justicia humana, menos aún desandaría los caminos terrenales para intentar eludir las consecuencias de la condena. Se abandonó al destino que la historia, según ella, le asigna, el de mártir de las causas justas.

                          El renunciamiento tiene que ver con ello, porque, convengamos, no es Cristina una dirigente política más. Su propia instinto de invulnerabilidad la colocó a un solo disparo de la muerte en manos de Sabag Montiel, sus aires rayanos con la patología psiquiátrica, la ponen a las puertas de las rejas, que parece aceptar convencida de su destino superior.

                          Entonces, no es propio de su mesianismo escapar por la puerta común, esa puerta de los fueros protectores por la que se escabulló Carlos Menem hasta su muerte. La tiene a mano, con sólo ser candidata a senadora, pero ella no es una política común.

                          La vía elegida para eludir las consecuencias de la justicia humana, es la de abandonarse a sus “captores”, asumiendo su condición de “mártir” de la causa de los justos y no cómo responsable de delitos de malversación de caudales públicos.

                          “Hagan de mí lo que quieran” parece ser su resignado destino fatal, reencarnando a la heroína Juana de Arco, que murió en la hoguera defendiendo su inspiración divina.

                          El mártir es ese héroe o heroína que sufre injusticias, privaciones o vejaciones, sin resignar la defensa de sus causas. Y aquí está el punto, aunque muchos la creen una condenada común, ella está convencida que está en un plano superior al del resto de los mortales, políticos o no, y que su final no puede ser igual al de ellos.

                          No quiere ser Menem y utilizar la salida de los fueros, quiere ser Juana de Arco, entrando por la puerta de su martirio. El riojano, finalmente, terminó en un cementerio común, ella aspira a descansar en el olimpo de los dioses.

                          Escribir con el diario del lunes es mucho más seguro para quién debe hacerlo. Intuir es una tarea riesgosa. Este artículo tiene mucho de pronóstico, de intuición, de análisis del alma humana, aunque el viento frío de las realidades pueda mañana desmentirme rotundamente.

                          Entre tanta realidad disvaliosa, ¿no pensaría el lector que podría ser imbuido de un cacho de admiración si, finalmente, Cristina quedara sin fueros luego del 10 de diciembre de 2023?

                          En tal caso, si enfrenta su destino sin la armadura de los privilegios, la Cristina política, funcionaria, condenada por corrupción, se convertiría por arte de su martirio, en la heroína de la causa de los desposeídos, disputándole duramente la primacía a Evita.

                          Si ello no sucediera, si finalmente el senado resulta la guarida protectora contra sus condenas, escaparía por la misma ventana que utilizan los mortales, y no es lo suyo.

                          Por ahora, el martirio parece ser un destino elegido por ella misma. El tiempo dirá si es sólo una reacción temperamental o la decisión final de una mujer de armas llevar.

                          Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

*Los artículos de esta página son de libre reproducción, a condición de citar su fuente

 

 

 

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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