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BUSCADOS

CANDIDATOS A PRESIDENTE

“Los partidos políticos deberían ser el hilo conductor de las ideas de un conjunto, antes que meros instrumentos jurídicos para canalizar las apetencias personales o grupales”

Jorge Simonetti, “Las zonas oscuras de la democracia”, 2020

*La personalización por encima de la partidización de la política, es una característica de estos tiempos. Sin embargo, en la oposición se ponen de manifiesto diferencias de índole ideológica. Macri es acusado de “derechista”, el radicalismo de populista “light”. Juntos por el Cambio puede estar cometiendo el pecado de errar la contradicción principal: populismo autocrático contra república.

**El oficialismo parece tener escasez de candidatos, necesita del dedo de su mentora. A la oposición le sobran, necesita de las Paso para definirlos.

***A un año de las elecciones, las pujas internas comienzan a dejar mucha tela para cortar.

                          Nuestra propia finitud de seres humanos nos quita perspectiva para advertir los cambios que se producen a lo largo del tiempo. Inmersos en el aquí y ahora, nos parece que todo va para peor, que la moral, las costumbres, las variables económicas, el hambre, la guerra, las instituciones, se han ido degradando con el tiempo y tendemos a hacerle honor al dicho de que “todo tiempo pasado fue mejor”.

                          Pienso exactamente lo opuesto, a riesgo de parecer un optimista incorregible. No hay que ser un avezado historiador para darse cuenta de que el mundo camina siempre hacia adelante, progresa, avanza, es cierto a veces con remezones, discontinuidades o retrocesos temporales, pero, finalmente, hacia puertos mejores.

                          Las hambrunas que diezmaban por millones, las guerras como modo de definir las disputas políticas y geopolíticas, la moral de fuerte sentido ordenatorio, la discriminación por razones raciales, sexuales, sociales, se han ido atenuando con el tiempo. La tolerancia, el respeto por los derechos humanos, la mejor distribución de los recursos, la comprensión de la diversidad, nos han ido alejando del discurso de odio, división y violencia de antaño.

                          Es cierto, tampoco vamos a caer en el “ingenuismo” de pensar que todo lo que hacemos es para mejor, no señor. Nunca los procesos humanos son unívocos y perfectos, precisamente por ser el fruto de nuestra propia falibilidad.

                          A veces nos asaltan pasiones que demuestran que siempre estamos en el camino, nunca con los objetivos definitivamente alcanzados, de tanto en tanto los autoritarismos, la violencia, la visión excluyente, asaltan los ánimos de los poderosos, en algunas oportunidades con la condescendencia del conjunto. Allí nos damos cuenta de que debemos permanecer vigilantes siempre, para no perder lo logrado.

                          Por ello, quiénes tienen la principal responsabilidad de construir los senderos por dónde ha de transitar la humanidad, me refiero a aquéllos que se encuentran en posiciones de responsabilidad e influencia social, como los políticos, los intelectuales, los periodistas, los científicos, deben continuamente “repensar” las estrategias y las direcciones hacia dónde caminamos.

                          Las instituciones son el sustrato fundamental de la civilización y del estado de derecho. Sin ellas, la mera voluntad humana nos puede llevar de un lado para el otro, sin un sentido preciso y sobre todo trascendente. No hay viento favorable para el barco que no sabe dónde va, diría Séneca.

                          En el ámbito de la política, creo que todos tenemos la sensación de que estamos en un retroceso continuo, que la actividad, que es ética y es clave en el manejo de una sociedad, se ha ido degradando hacia la preeminencia de las pasiones e intereses humanos en detrimento de las ideas y los objetivos comunes.

                          Es lo que podríamos llamar “la desinstitucionalización de la política”, en la que las apetencias de los protagonistas comienzan a colocarse por delante de las ideas y las organizaciones partidarias.  Ése poner el carro delante de los caballos, ha sido llamado por un genial canciller de anteojos gruesos y nariz prominente, como la democracia de los fulanismos-menganismos.

                           Es así como, por poner un ejemplo, el kirchnerismo, el macrismo, u otras denominaciones por el estilo, están por delante de los “ismos” partidarios o ideológicos, y estamos poniendo los ciudadanos siempre la atención en los personajes de la política y no en sus ideas o sus pertenencias partidarias.

                          Sin embargo, temo que ello es un proceso mundial de desideologización de la política, sobre todo desde la desaparición del mundo bipolar (que amenaza con volver) con la desintegración de la URSS como tal.

                          Ahora bien, no estoy tan seguro de que la atenuación de la ideología sea un proceso necesariamente vicioso, lo es cuando los personalismos adquieren una preeminencia decisiva y toda construcción política y social dependa de la voluntad del mandón de turno.

                          No dejo de señalar, sin embargo, que soy más partidario de los principios y de las ideas que lo corporizan, porque la ideología, como sistema cerrado que ofrece todas las respuestas, muchas veces fue el sustento para los grandes males de los tiempos contemporáneos, como el comunismo y el fascismo.

                          En la Argentina de la tercer década del siglo XXI, entiendo que la “personalización” de la política va cediendo una parte importante del protagonismo a la lucha entre posiciones ideológicas que se definirán en los próximos comicios.

                          Cómo en el último tiempo, 2023 marcará el rumbo de nuestro país entre la continuidad del populismo o la vuelta al sistema republicano, con el condimento esencial de los proyectos para superar una economía en picada.

                          Allí sí tienen importancia los nombres que las distintas fuerzas políticas ofrezcan para las candidaturas a presidente. En el oficialismo no parecen tener muchas opciones, entre una Cristina que es decisiva en lo interno pero perdedora en las generales, un Sergio Massa que no parece hacer pie en su gestión económica, y un Alberto Fernández que sostiene la expectativa de su reelección para no caer prematuramente en el síndrome del café frío.

                          Probablemente el Frente de Todos o Cristina Kirchner, intente construir un nuevo candidato que de algún modo no tenga una imagen negativa marcada pero tampoco la enjundia para cambiar una inercia perdedora. Se preparan para ser oposición.

                          Del lado contrario, muchos de Juntos por el Cambio creen que tienen el caballo de la victoria atado, por lo que no se abstienen de enfrentarse en peleas públicas que deterioran la imagen de conjunto.

                          Advierto allí, no sólo una pelea por candidaturas, sino algo más de fondo que comienza a vislumbrarse, el origen diverso de los partidos que lo conforman. Lo que en 2015 estaba larvado, ahora resurge con los mismos parámetros de antaño, el viejo radicalismo y el conservadurismo.

                          Muchos radicales comienzan a decir que Macri es la “derecha” y a agitar sus banderas autonómicas. Por su parte, Macri no se priva de sugerir que el viejo partido de Alem e Irigoyen es como la variante Omicrón, más atenuada y menos dañina, del virus populista.

                          De cualquier modo, el fundador del PRO parece el más fuerte en la interna. Seguramente, su dedo definirá la candidatura del espacio, con o sin las Paso.

                          Los candidatos radicales no parecen haber adquirido musculatura suficiente para disputarle con posibilidades de éxito la candidatura presidencial a Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich, ni qué decir del propio Macri, aunque lo intentarán. Milei marca una fuerte presencia, tal vez sea la pesa que desequilibre la balanza.

                          Por cierto que, a pesar del fuerte juego de los personalismos, en los próximos comicios la disputa será entre un estado populista vuelto económicamente inviable y una república que deberá hacerse de poder para enfrentar a las corporaciones y cambiar el rumbo decadente.

                           “Buscados” por los electores, la recompensa será grande si se da con el indicado para presidente, en un tiempo muy difícil.

                          Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

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Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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