17 DE OCTUBRE
“A lo largo de un itinerario a veces trágico, a veces festivo, el peronismo fue clerical y anticlerical, progresista y reaccionario, estatista y liberal, derechista e izquierdista… ha sido y es una formidable maquinaria de acumular poder, sea como sea y contra quien sea”
Rogelio Alaniz, periodista
*Los actos del 17 de octubre marcaron la fractura interna del oficialismo. Cada cual con su discurso, demostraron que la lealtad peronista no es un valor en sí misma sino apenas una liturgia que repiten cada año. La realidad: cada vez más heterogéneos y menos leales con el gobierno al que pertenecen.
**El pragmatismo peronista determinó una historia con bandazos en la ideología, a veces socialista, otras neoliberal, todas ajustadas al líder de turno.
***Intuyen la pérdida de las elecciones del año entrante. Algunos amenazan, como Pablo Moyano, otros reclaman lugares en las listas, como los “gordos” de la CGT.
No sin jocosa mordacidad, en los corrillos políticos suele decirse que “los peronistas tienen un día de la lealtad y trescientos sesenta y cuatro de las traiciones”. Es que no es para menos. La historia y el presente lo confirman.
El presente peronista nos indica que en el día más importante de su liturgia, los actos se multiplicaron, pero no para sumar, sino para dividir. Los principales fueron tres, y su organización llevó consigo el propósito de marcar la cancha respecto a sus respectivas posiciones políticas.
Ejercen el gobierno, pero en lo único que coincidieron es en criticarlo, como si no fuera suyo. Es el “karma” peronista, no sólo el de mucho pragmatismo y escasa ideología, sino el de colocar los huevos en más de una canasta, por las dudas, ¿vio?
El acto principal fue llevado a cabo en Plaza de Mayo, adónde convergieron el sindicalismo patotero de los Moyano, el combativo de la CTA, el PJ bonaerense y La Cámpora al mando de Máximo Kirchner. Es decir, los “opositores de pico” de un no presidente que ellos mismos pusieron con el dedo de su mentora, forman parte de su administración y se benefician con jugosas cajas estatales.
El segundo, el de los “gordos” de la CGT, el sindicalismo tradicional, cuyo principal reclamo no fue el salario de los trabajadores sino lugares en las futuras listas de candidatos.
En ambos casos gremiales, halcones y palomas, se cuidan bien en no desestabilizar el desastroso gobierno con paros o protestas generales ante el descalabro de los salarios y jubilaciones. Es que los muchachos no comen vidrio. Imaginen Uds. lo que hubiera sucedido si el poder no hubiera sido peronista. Le anticipó Pablo Moyano a Macri: “cada kilombo van a tener”.
El tercero fue convocado por un personaje que se ubica en los dos lados del mostrador, Emilio Pérsico, jefe piquetero que maneja el grueso de los planes sociales a través del Movimiento Evita y a la vez es funcionario del gobierno como Secretario de la Economía Social. Le sirvió para lanzar la candidatura a intendente de su esposa.
Mientras tanto, Alberto Fernández, un peronista presidente de la Nación y presidente del Partido Justicialista, no fue invitado a ninguno de los tres, apenas inauguró obras en algún lugar de la Argentina como para hacer algo en su deshilachada gestión.
Este presente peronista no es sino la demostración más contundente de su propia historia, ésa que privilegió el pragmatismo sobre la doctrina, siendo ora neoliberal, ora estatista según sea el momento. “Muerte el rey, viva el rey” fue siempre la impronta de sus militantes, adorando a Menem en su apogeo y a Néstor Kirchner en el suyo, que supo ser de izquierda y de derecha al mismo tiempo, y que se especializó en nunca hacerse cargo de su propia historia.
Dice la politóloga y profesora de la UBA, Sandra Choroszczucha que, mientras parte del peronismo no lo reconoce, “Menem fue el más peronista de todos los peronistas; decía y hacía lo que debía decirse y hacerse según la ocasión, y pudo trasmutar sin titubeos y adaptar medios a fines sin piedad. Nadie, como Carlos Menem pudo representar tan fielmente el estilo pragmático, oportunista, demagógico y carismático de Perón. Menem les pertenece a los peronistas hasta la eternidad”.
Es que el movimiento del general de la ancha sonrisa fue de todo, menos de algo en particular, como un “cajón de sastre”, en el que confluyen ideas y personajes absolutamente heterogéneos que destacan según la ocasión.
Es un momento adecuado para preguntarse en que consiste la lealtad peronista. ¿Es lealtad a un líder, Perón, muerto hace casi cincuenta años, que supo ser un genio de la praxis, que alentó a la “juventud maravillosa” para luego echarla de la plaza? ¿Es lealtad a un a ideario? que más allá de sus apotegmas de “justicia social, independencia económica y soberanía política”, históricamente estuvo a los bandazos entre los pliegues de la ideología.
El primer peronismo fue un fuerte aliado de la iglesia católica, aunque terminara quemando iglesias en su segundo gobierno. Fue un gran distribuidor de riqueza en sus tiempos primitivos, aunque fuera protagonista de un ajuste brutal en la etapa siguiente luego que las reservas se agotaran.
Fue el que dictara los “decretos de aniquilamiento” de la guerrilla, en los que se auto justifica el terrorismo de estado y el que, a través de Italo Luder, aceptara la auto amnistía militar y se opusiera al juicio a las Juntas, aunque finalmente terminara autoproclamándose campeón de los derechos humanos en el siglo XXI.
Hoy han plantado las semillas diversas del relato futuro. Fernández pasará a ser el Menem de los noventa, y La Cámpora los revolucionarios de los setenta, los que dan duros discursos en contra del FMI, y han colocado en su puesto a un Sergio Massa que aplica medidas económicas ortodoxas y acuerda con los organismos internacionales de crédito y con los principales popes económicos de los Estados Unidos.
¿Es capaz La Cámpora de retirarse de la plaza como lo hicieron los Montoneros y pasaron a la clandestinidad? No, definitivamente no, aunque el “pasar a la clandestinidad” de los camporistas signifique apenas dejar de usufructuar las jugosas cajas del estado que manejan.
Definitivamente, entonces, antes y ahora, los discursos revolucionarios son nada más que eso, discursos para la tribuna, mientras la realidad pasa por otra parte.
¿Qué hay que reconocerle al peronismo muchos progresos, especialmente en materia social? Si señor, y también muchos dirigentes políticos de valía.
Pero, al césar lo que es del césar, no puede destacárselos por su coherencia política, por su lealtad ideológica. Tal vez el pragmatismo sea en sí mismo un valor destacable, no una metodología de acción. Ser pragmático en política, quizá sea axiológicamente mejor que atarse al carro de la ideología.
En este último caso, debería celebrarse, no el día de la lealtad peronista, sino el de la lealtad al pragmatismo, a las vueltas de campana, a la extraña pero conveniente forma de ejercer la política, ese ser y no ser a la vez, que permite ubicarse en el cubículo adecuado según la circunstancia.
Es por ello por lo que nunca entendí a que se refiere el término “gorila”, si a ser de izquierda o de derecha, revolucionario o conservador, socialista o neoliberal, o simplemente es el calificativo para los que no son compañeros, es decir no forman parte del integrismo peronista.
Por ello, la lealtad que festejan el 17 de octubre no es un valor, es pura liturgia. Será virtuoso cuando el homenaje sea por la lealtad a los valores de la argentinidad, allí estaremos juntos.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI
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