TODOS A UNA
“Nadie puede asustarse porque en la Argentina se aumenten los miembros de la Corte. Lo que debe asustar es la utilización del número de integrantes del alto tribunal para solucionar los problemas políticos y judiciales de los que manejan el poder”
Jorge Eduardo Simonetti, de su libro “Justicia y Poder en tiempos de cólera” (2015)
*En la Corte Suprema se juega el destino de Cristina. La ofensiva para armar “su” Corte es masiva. Los legisladores, gobernadores, intendentes, académicos, piqueteros, integran su armada Brancaleone para lograrlo.
**El camino de impunidad no está exento de obstáculos, más aún cuando el tiempo corre y el poder se diluye.
***Finalmente, las dificultades que encuentra el oficialismo demuestran que Argentina no es Venezuela, a pesar de todo.
¿Por qué traemos una y otra vez el tema judicial a esta columna? ¿Es el tema acuciante? Con ser importantísimo para la república, no es lo más urgente para la sociedad, pero sí para los titulares del poder público, se juega a suerte y verdad su futuro: impunidad o castigo.
La agenda de Cristina es la verdadera agenda del gobierno, pero su agenda no es la agenda de los argentinos, por lo menos no de la mayoría. Ella impulsará su propio temario legislativo en función de las reformas legales que le permitan concluir su mandato libre y limpia.
El tiempo se acorta, el poder se diluye y 2023 se encuentra demasiado cerca como para no intentar todos los movimientos para lograr los objetivos de un gobierno que no vino a gobernar, sino fundamentalmente a tapar.
Y el tema es la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que se constituye hoy en el único y último valladar al imperio de la autocracia y la impunidad.
¿Y cuál es la cuestión? La cuestión es licuar el poder del máximo tribunal del país y llenarlo con gente “amiga”. Si sumo integrantes propios -piensa el poder-, convierto en minoría a los actuales integrantes y las decisiones se adoptarán según mis instrucciones. Simple y maquiavélico.
Y así, los ciudadanos asistimos a una novela de propuestas y conformaciones cuyo argumento parece escrito por Kafka. ¿Quién da más? sería el interrogante.
La ofensiva abarca casi todos los frentes. El institucional, con la agenda legislativa, el político, alineando a todos gobernadores peronistas e intendentes del conurbano bonaerense, el académico, con los constitucionalistas amigos, y el piquetero, con los condenados Boudou y D’ Elía, Baradel y Hebe de Bonafini en la calle, organizando marchas para el apriete al sistema judicial.
Hay cuatro proyectos en el Senado, todos del oficialismo kirchnerista o filo kirchnerista. A ello se agregan otros tantos que están dando vueltas, todos con una misma marca en el orillo.
Los más tímidos se animan a hablar de nueve, otros de quince, los hay de dieciséis, y también de veinticinco. Fueron invitados algunos juristas para que opinen, “los del palo” obviamente, todos aplaudieron al unísono.
El “jurista” Wado de Pedro se animó a desempolvar un frustrado intento cristinista de la década pasada: la elección popular de los mismos, para que estén atados a las listas de los partidos políticos.
El tema está en el coto de caza de la expresidenta, que parece ser un territorio que no pertenece a la República Argentina, porque sus urgencias no se corresponden con las de los ciudadanos para los que deben legislar.
Para colmo de males, el debate sobre el número de cortesanos se lleva a cabo en la Comisión presidida por el “pelotudo de Cristina”, Oscar Parrilli. Imagínense.
“Éramos muchos y parió la abuela”, es el refrán aplicable a la situación. Porque a los numerosos proyectos en danza, los gobernadores se hicieron presentes con el suyo, un aporte más a la confusión general.
Su autor es el intelectual todo servicio del kirchnerismo, Rául Eugenio Zaffaroni. La propuesta: una Corte de veinticinco miembros, uno por cada Provincia y uno por la Nación.
¿Cómo se haría sin tocar la Constitución? Lo explica el malabarista Zaffaroni: “el presidente se autolimitaría en sus facultades y le solicitaría a los gobernadores que proporcionen dos nombres, un hombre y una mujer, y envíen su pliego al Senado”.
Genial propuesta. ¿Cómo no lo van a querer los kirchneristas a Zaffaroni? Los gobernadores que apoyan la propuesta son dieciséis, todos peronistas. Simple: sumado el uno de la Nación, son diecisiete peronistas en la Corte, forman mayoría sobre veinticinco integrantes.
¡Qué fácil nos entendemos entre nosotros! La Corte será un apéndice más del poder político vigente, dónde cada jefe territorial instruirá a su cortesano representante, sobre el sentido de su voto en los distintos temas jurídicos. La república “ñandé gente” (en guaraní; “nuestra”), con su propia corte como adorno.
“El objetivo es que la Corte Suprema sea más moderna, más eficaz, acorde a las mejores experiencias internacionales, y principalmente que tenga un verdadero carácter federal”, dijeron los dieciséis gobernadores y gobernadoras justicialistas en la presentación (con perdón de la academia de la lengua).
¿Qué bueno, che! Cada gobernador tendrá más tela para la negociación política. Negociará el voto de sus Senadores y además el voto de su integrante de la Corte Suprema de Justicia. ¿Se imaginan a Gildo Insfrán o a Jorge Milton Capitanich, instruyendo a sus cortesanos?, por mencionar a sólo dos de nuestra región.
La pregunta que sigue es: ¿negociarán los gobernadores en interés de su provincia? Si negocian como lo hacen habitualmente en el Senado, es dinero a cambio del voto, salvo que, como es casi una norma, “llame Pekerman”, es decir Cristina, y se terminó la discusión.
La reforma en el número de integrantes de la Corte se realiza por ley. Es decir que con la mayoría del Senado y algunos votos “conquistados” en Diputados, es posible.
Sin embargo, se pone toda la carne en el asador, no hay tiempo para más. Se apelará también al recurso de la democracia directa, muy afecta a la metodología populista cuando las mayorías le son adictas. La vía es la consulta popular, bajando los requisitos para convocarla, de la mitad más uno del total de miembros de cada cámara a la mitad de los miembros presentes.
Se encuentran en el ámbito de la Corte varias causas contra Cristina, en las que lucha con uñas y dientes para ser librada de culpa y cargo antes del juicio oral. Le tiene pánico a las audiencias en las que se produzcan las pruebas y se escuche a las partes en las causas por corrupción pública. Quiere que la Corte la libere de manera prematura. Pero, para eso, supongo, necesita “su” Corte. Y ahí está la cuestión.
Los gobernadores volverán a reunirse este jueves para dar texto definitivo a su proyecto de armar una corte propia, con sus representantes, lo que le daría el carácter de “federal” que vociferan, claro, de este “federalismo de gobernadores”.
Pero el camino es largo, y no exento de obstáculos que en algunos tramos podrán volverse infranqueables. Primero, lograr los votos para ampliar los miembros de la Corte, difícil sin el concurso opositor en Diputados. Segundo, designar “sus miembros”, para lo cual se requieren los dos tercios de los integrantes de cada cámara, imposible sin el apoyo antagonista en ambas cámaras.
El tiempo corre, el poder se diluye y las soluciones no llegan. Es que nuestro país, afortunadamente, no es todavía Venezuela.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI
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