CONSEJO DE LA MAGISTRATURA
“El poder es cuando alguien toma una decisión y la decisión se puede aplicar y es respetada por el conjunto de la sociedad…que te pongan una banda y el bastón, un poquito es, pero un poquito”
Cristina Kirchner, discurso en el Centro Cultural Kirchner, 13 de abril
*Como vicepresidenta, Cristina está en un lugar clave. Es sucesora del presidente, maneja el Senado y digita la conformación de un organismo clave en la justicia como es el Consejo de la Magistratura. Cómo no puede alcanzar una integración adicta, adopta la estrategia “piquetera” y paraliza el funcionamiento de la república. Un autogolpe.
**Habiendo problemas verdaderamente graves para la sociedad, seguimos atados al carro de la suerte vicepresidencial.
**El escenario de incertidumbre coloca a la república en el peligroso borde del derrumbe del estado de derecho.
Un viejo amigo, abogado y reconocido periodista, me consultó días pasados acerca del funcionamiento de la acefalía presidencial en nuestro país. Debo reconocer que, inicialmente, la pregunta me causó extrañeza, luego del miércoles ya no.
Debí recurrir a los libros para refrescar conocimientos. El artículo 88 de la Constitución Nacional y la Ley de Acefalía N° 25.716 (modificatoria de la Ley N° 20.972), regulan la cuestión.
Si la ausencia presidencial es definitiva (enfermedad, muerte, renuncia, destitución), el vicepresidente/a debe completar el mandato. Si ambos cargos están vacantes, asume el presidente provisional del Senado (o el presidente de la Cámara de Diputados o el presidente de la Suprema Corte, por su orden), que debe convocar para 48 horas posteriores como máximo a una Asamblea Legislativa. En una sesión debe elegir nuevo presidente (entre legisladores nacionales y gobernadores) para completar el período.
En un discurso “militante” ante la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana (Eurolat) el 13 de abril, repudiado por parlamentarios europeos, dijo Cristina: “que te pongan la banda y el bastón, un poquito es tener poder, pero un poquito”. Es ella, que no diferencia auditorio, representando su propia obra: el presidente tiene un poquito de poder, sólo un poquito, pero la que manda soy yo.
A propósito del terreno movedizo en el que se desenvuelven las instituciones argentinas, este suceso no tiene sino un correlato necesario con las vicisitudes por la que atraviesa el Consejo de la Magistratura, el organismo que debe designar a los jueces.
Estamos ante una realidad verdaderamente peligrosa, con un piquete corporativo organizado desde la misma vicepresidencia, para obstruir el libre juego republicano. Si los poderes, las decisiones, los comportamientos funcionales no confluyen a sus pretensiones, que desaparezca todas forma de institucionalidad.
La realidad solipsista, esa forma radical de subjetivismo según la cual sólo existe aquello de lo que es consciente el propio yo, pasa por ella y su destino judicial. Nada más, y nada menos.
En función de esa autoreferencialidad patológica deben girar los planetas de este país: Fernández, la oposición, los piqueteros, la Corte, la inflación y todo lo demás. Con una premisa muy clara, ésa del monarquismo absoluto de Luis XIV: “después de mí, el diluvio”.
No es de extrañar, por ello, la actitud del oficialismo ante la conformación del Consejo de la Magistratura, una postura que en tiempos normales calificaríamos de “golpe institucional” pero que ahora se transforma en el mascarón de proa de una nave cuya comandante prefiere tirarla a pique antes que admitir el fracaso de sus golpes de timón.
Vaciada la autoridad presidencial y un Congreso cuasi oficialista, resta paralizar el ámbito judicial para cerrar el círculo de un verdadero “piquete” institucional, que le quema gomas al intento de hacer respetar la ley.
La Corte es el único órgano del estado que a Cristina le genera pavor, no responde a sus mandatos. Declarada la inconstitucionalidad de la conformación del Consejo de la Magistratura dispuesta por la ley Cristina de 2006, la presidencia del organismo debe quedar en cabeza de la Corte.
Inaceptable, peligroso, un misil al centro de la estrategia cristinista, que le impedirá seguir designando a los jueces, en especial a los de Comodoro Py que intervienen en sus causas.
El eje central del razonamiento es, entonces, dejar sin funcionamiento a un organismo central del poder judicial y fundamental para el estado de derecho y el transcurso normal de una república: el órgano que selecciona postulantes para jueces. Un verdadero vaciamiento de la justicia, un autogolpe a las instituciones.
Además de ser una estrategia que conviene a sus pretensiones de impunidad, es también el producto de una personalidad narcisista que no admite pluralidad. Si yo no manejo el Consejo, pues que no exista. Después de mí, el diluvio. Una verdadera “piquetera” con título de abogada y con cartera Luis Vuitton.
Para instrumentar esa estrategia lanzó a sus canes más fieles: el senador Parrilli y el diputado Moreau. El primero, el “boludo” de Cristina, planteó el incumplimiento liso y llano del fallo de la Corte. El segundo, una especie de “Dady Brieva” letrado, mostró su fanatismo propio de los conversos y calificó al presidente del alto tribunal como “Napoleón de pacotilla”.
Lo cierto y concreto es que, ni ella como presidenta del Senado, ni Massa, de la Cámara de Diputados, remitirán la nota de designación de la representación legislativa al Consejo de la Magistratura, luego de que, tanto jueces como abogados, por comicios realizados días pasados, eligieran sus representantes.
Por si las moscas, se consiguieron un fallo de un Juez Federal de Entre Ríos, a pedido del legislador kirchnerista Marcelo Casaretto, que dictó un absurdo jurídico que pretende invalidar con una cautelar una decisión de su superior máximo. Seguramente la Corte jugará sus cartas, haciendo respetar su fallo.
La ley y la justicia tienen vericuetos muy complicados de entender para los que no son letrados. Las chicanas y las maniobras son muy propias de ese ámbito, que sirven para ganar tiempo, aunque finalmente terminen en derrota.
Hoy el cristinismo busca eso, ganar tiempo, embarrando la cancha, trabando el funcionamiento institucional, dejando en el limbo la conformación de una institución clave no sólo en el ámbito judicial sino en el normal funcionamiento de la república.
El “default” es un término económico utilizado para definir la situación del acreedor que no cumple sus compromisos. También se utiliza en el ámbito deportivo, cuando un contendiente no cumple alguna regla básica del deporte, como no presentarse al partido debidamente uniformado, o no reunir el mínimo de siete jugadores en el fútbol.
Pues bien, Cristina desea establecer, en lo institucional, la situación del “default deportivo”, un órgano sin los jugadores suficientes. Pero con una gran diferencia. En el deporte, el equipo en default pierde el partido, en política, en cambio, no tiene sanciones y logra trabar el funcionamiento institucional.
El escenario republicano es patético, peligroso, camina al borde del precipicio. La convivencia con problemas económicos muy graves, la inflación récord, la pobreza, y con situaciones sociales que amenazan con estallar, conforman un combo perturbador.
Pero, una cosa es la gravedad objetiva del problema, otra la ineficiencia para encararlos y resolverlos, y una más grave aún es la telaraña que se intenta tejer dolosamente alrededor de las instituciones para impedir su normal funcionamiento.
Con un Fernández que por derecho propio ha vaciado gran parte de su propio poder, con Cristina que se encarga de acabar con el resto e intenta paralizar el poder judicial, sólo podemos concluir que si ello no es un “autogolpe”, es algo que se le parece demasiado.
Tiene razón mi amigo, veterano en estas lides. Por las dudas, hay que mirar el procedimiento de acefalía.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI
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