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MACRI Y UN LIDERAZGO “LAISSEZ-FAIRE”

REAPARECIÓ EL EX PRESIDENTE

  • El expresidente Mauricio Macri reapareció en la arena política luego de un tiempo sabático. No lo hizo de la mejor manera, con declaraciones poco felices que debilitan su propósito de constituirse en líder de la oposición.
  • El mensaje unificado y excluyente del oficialismo, necesita de una oposición con discurso consistente, que represente una alternativa identificable por la ciudadanía. Es una exigencia del pluralismo.
  • Por el momento, no aparecen en el horizonte político argentino figuras opositoras que vayan a hacerle sombra a Macri, pero éste deberá mejorar su performance si quiere consolidar su liderazgo.

 

 “Yo les decía a mis funcionarios, cuidado, nos vamos a ir a la mierda y ellos me decían, tranquilo”

Mauricio Macri, 25.01.2020

                               Desde hace menos de dos meses hay un nuevo gobierno, de signo político distinto al que estuvo hasta el 10 de diciembre. Como toda flamante gestión, está atravesando la tradicional etapa de “luna de miel”, durante la cual se morigeran las críticas y hasta cierto punto se toleran medidas duras que generalmente son de ajuste, como las dispuestas por Fernández.

                               El período de transición comprende además a quienes ya no están en el gobierno y les toca oficiar de oposición. Está claro que ser oposición es más sencillo que ser gobierno, pero conlleva también una gran responsabilidad como contrapeso indispensable en una democracia que se precie de tal.

                               Luego de perder las elecciones el año pasado, Mauricio Macri expresó su decisión de ser el jefe de la oposición al gobierno de Fernández. Pero, por decisión propia, se tomó casi dos meses sabáticos, ausentándose de la arena política para reaparecer hace pocos días.

                                    En sus días de descanso sucedieron muchas cosas, pero la principal fue el proyecto oficial convertido en ley, denominado ampulosamente “reactivación productiva y solidaridad social”, que en términos reales fue una ley de ajuste puro y duro, que hizo caer gran parte del esfuerzo “solidario” sobre los sectores medios y medios bajos, en especial sobre la clase pasiva de bajos ingresos.

                               Y el autodenominado “jefe de la oposición”, el propio expresidente, el mismo que había otorgado durante su mandato la movilidad jubilatoria que ahora se suspendía, no estuvo allí para alzar su voz en defensa del sector más débil de la cadena social, los jubilados. Prefirió asistir a un ignoto campeonato de fútbol en Qatar. Por contraste, su ausencia estaba más presente que nunca, había perdido una oportunidad de oro para plantar una bandera.

                               Las declaraciones políticas a su regreso no mejoraron la magra imagen cosechada en ausencia, muy por el contrario, unieron a propios y extraños en la crítica. Pareció querer despegarse de la responsabilidad política adquirida con la toma de deuda y endosársela a sus funcionarios. Se la dejó servida al oficialismo.

                               Hizo todo lo contrario de lo que se espera de un líder, o de quien pretende erigirse cómo líder opositor: estar ausente física y discursivamente cuando las papas quemaban, y, ya en el país, pretender sacarse el sayo de una deuda pública que hoy representa uno de los principales problemas de la Argentina, no el único ni tampoco de su exclusiva responsabilidad.

                               La política necesita de liderazgos, y los líderes necesitan mostrar cualidades que, por encima de los mortales, los conviertan en tales.

                                Existen varios tipos de liderazgos. En una república, el líder autocrático limita la participación, ejerce el poder a través de recompensas y castigos, espera obediencia de sus seguidores, y adopta unilateralmente las decisiones, aun cuando ellas correspondan a otros poderes.

                               El líder democrático, por el contrario, respeta las reglas del juego institucional, confiere participación a las personas y estamentos, toma las decisiones que le corresponden en el ámbito de su competencia, y, fundamentalmente, marca el camino a través del ejemplo.

                               Los argentinos, que formamos parte de la tradición política hispanoamericana, tenemos preferencia por los liderazgos autocráticos, nos gustan los presidentes ejecutivos, que desdeñan procedimientos y competencias ajenas, que ejercitan la función electiva con un ejecutivismo excluyente. Ese tipo de personalidad política es el objeto de nuestra adoración, ése que nos exige sumisión a cambio de premios o dádivas.

                               A los líderes democráticos los tenemos cómo débiles, ineficientes, lentos y poco talentosos. Ése es el relato que en nuestro país ha instalado el movimiento político omnipresente, en el oficialismo o en la oposición, en setenta y cinco años de la política argentina: el peronismo.

                               Sin embargo, la fortaleza no es patrimonio de los autócratas ni la debilidad de los demócratas. Raúl Alfonsín es el ejemplo más acabado de un líder democrático, que respetó la división de poderes y que supo ejercer con energía la autoridad que las normas le conferían, especialmente cuando enfrentó los levantamientos militares en épocas en que éstos tenían todavía un importante poder político e institucional.

                               Pero el liderazgo que Macri ejerció en la presidencia, y el que pretende ejercer hoy como jefe de la oposición, no parece estar tipificado en ninguna de las dos categorías.

                               Podríamos remarcar, especialmente luego del 10 de diciembre, que el expresidente pretende ejercer una suerte de liderazgo en ausencia, física y/o política, dejando actuar a sus funcionarios y legisladores y, obviamente, descargando las responsabilidades, y eventualmente las culpas, en ellos.

                               Pasó con la economía en tiempos de presidente, está pasando ahora en momentos que la oposición debate su papel conceptual ante el nuevo gobierno kirchnerista, que debe poner límites a los desbordes del ajuste y que debe negociar también para los distritos que administra, como los de Corrientes, Mendoza y Jujuy.

                               Además de no advertirse ningún mensaje político que baje de Macri a su equipo, a sus aliados, a sus legisladores (y a la ciudadanía), menos aún se lo observa interviniendo en las encrucijadas que representa este nuevo tiempo. Está como ausente aunque esté presente, pareciera que pretende ejercer una suerte de liderazgo “laissez-faire, laissez-passer”, ese “dejar hacer, dejar pasar”, y que sean otros los que asuman las responsabilidades.

                               Independientemente de las cuestiones del día a día, que pueden estar en manos de los operadores específicos, resulta fundamental que exista un liderazgo opositor que baje un mensaje unificado y contenedor. Son muchos los ciudadanos que lo esperan, que necesitan tener una referencia, un portavoz que los represente por fuera de un oficialismo de discurso único y asfixiante.

                               Es cierto que el de Macri no fue un gobierno económicamente exitoso en los dos últimos años, pero no menos cierto es que durante su período de gestión se respiró el aire republicano que estuvo ausente en los tres primeros lustros del siglo, y que ello, para muchos, es un dato importante en un país que quiere vivir en democracia plena.

                               Lamentablemente su gurú, Jaime Durán Barba, el mismo que lo llevó por los caminos del marketing y de la antipolítica cómo fórmula para el éxito electoral, hoy le baja el precio a su pupilo al declarar que “Macri ya fue”.

                               Si Macri quiere volver a ser, si desea ejercer el liderazgo opositor, debe llenar conceptualmente su espacio, ese mismo espacio que fue vaciado de política por consejo del ecuatoriano, pero que hoy, sin las armas ejecutivas del gobierno, necesita como el agua para poder referenciar las expectativas de muchos argentinos.

                               Oponer al relato excluyente del oficialismo, un discurso que muestre que otro camino es posible, es una necesidad imperiosa de la democracia argentina, ésa que requiere de la amplitud política para caminar por la ancha avenida de la pluralidad.

                               Con su estilo de liderazgo “laissez-faire”, ¿estará Macri en condiciones de hacerlo?

                                                                                    Dr. Jorge Eduardo Simonetti

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Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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