AMIA atentado complicidad cristina fracaso judicial impunidad Menem tres poderes víctimas

INVISIBLES: 85

                               Tres días hábiles, apenas tres,  son los que necesitó el fiscal de casación Javier de Luca para cargar el arma argumental y darle el tiro de gracia en la cabeza a la denuncia de Alberto Nisman contra la Presidente y el Canciller por encubrimiento en la causa AMIA.- No necesitaba muchos más, sólo debía completar el trabajo que iniciara el juez Daniel Rafecas y que continuara la cámara federal de  Jorge Ballestero y Eduardo Freiler.- La denuncia de Nisman ya se encontraba en el piso, indefensa, herida de muerte, no fue difícil rematarla .-

                               Desde que Nisman formulara la denuncia, el 14 de enero de 2015, hasta que de Luca le diera conveniente sepultura, transcurrieron    tres meses y seis días.- En tan breve lapso, apenas un instante en los tiempos exasperantes de la remolona justicia argentina, una de las causas más graves de la Argentina, que involucraba al poder en el más alto nivel, pasó por tres instancias judiciales y tuvo el triste final que conocemos.-

                               Es la misma justicia argentina, que con la velocidad del rayo le pusiera la lápida a una causa de gravedad institucional, la que no puede resolver aún, ni parece que lo hará nunca, la muerte de ochenta y cinco personas en el atentado terrorista de la AMIA, del que ya han transcurrido veinte años, ocho meses y dos días.-

                               Paradojas temporales de la minusvalía argentina, un sistema institucional que no tiene siquiera lógica para contar el tiempo, más urgido por dar respuesta a las necesidades de los poderosos que al llanto de las víctimas.-

                               Ni siquiera hizo falta una calibre 22 que destrozara anatómicamente una cabeza, con la misma bala de tinta que la propia Cristina atribuyera a los periodistas críticos, el escrito matador de Javier de Luca termina por diluir entre los pliegues indescifrables de la parte  negra de la historia argentina, la esperanza de cientos de familiares de las víctimas, en rigor de todo el pueblo argentino de bien,  de encontrar una pequeña porción de justicia en esta gran torta de impunidad.-

                               A más de veinte años que la cerrazón del dolor y la injusticia oscureciera el cielo de esta Argentina que amamos y nos duele, los muertos no podrán revivirse, tampoco sepultarse con la paz de los justos, continuarán vagando en el limbo de la nada, como las almas en pena que nos muestra reiteradamente la ficción argumental.-

                                Desde allí, nos seguirán reclamando aquello que no hicimos o que hicimos mal, le reclamarán a Galeano, a Rafecas, a Ballestero, a Menem, a Cristina, a todo el sistema institucional argentino,  que no pudo, no supo, pero principalmente no quiso, determinar las responsabilidades de un crimen de lesa humanidad.-

                               Si por vía de la imaginación fantaseáramos que los ochenta y cinco muertos de la AMIA recuperaran la vida por cinco segundos, casi seguro estaríamos que sería tiempo suficiente para tramitar el cambio de ciudadanía.- Preferirían ser franceses, para que el sistema le permitiera encontrar algo de justicia y reparación como las que tuvieron los familiares de las víctimas de la masacre de Charlie Hebdó, o norteamericanos para que suceda lo propio con los familiares de los cientos de muertos por los atentados terroristas de las Torres Gemelas.-

                               Pero no.- Tuvieron mala suerte, no son ni podrán ser franceses o nortamericanos, les tocó  vivir y morir en la Argentina, ser masacrados en su país, con un coche bomba, les tocó tener un Presidente como Menem y un Juez como Galeano, que están siendo juzgados por encubrimiento, creación de pistas falsas y soborno, les tocó un juez como Rafecas, un fiscal como de Luca, jueces como Ballestero y Freiler, que mandaron al archivo sin investigar una causa relacionada, les tocó un canciller como Timerman,  una Presidente como Cristina y un parlamento como el actual, que convirtieron en ley un tratado de impunidad que quedará registrado en los anales de los despropósitos argentinos.-

                               Todos recordamos la definición del dictador Videla sobre el desaparecido.- Respondiendo a una pregunta del periodista José Ignacio López, en oportunidad de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en setiembre de 1979, dijo que el desaparecido “es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo, está desaparecido”.-

                               Aunque a muchos no pueda gustarle, tengo para mí que las ochenta y cinco víctimas de la AMIA se han convertido en los desaparecidos de la democracia argentina.-

                               Por imperio del sistema institucional argentino, del Poder Ejecutivo con Menem y Cristina, del Poder Legislativo y del Poder Judicial, hoy los muertos no tienen entidad, son una incógnita, no los registra la justicia argentina, no los tienen en cuenta los legisladores, los presidentes los han borrado de su agenda.-

                               En suma, al igual que en el proceso militar iniciado en 1976, el sistema ha “invisibilizado”  a ochenta y cinco argentinos muertos, no están, no existen, no hay justicia para ellos y sus familiares, no cuentan en la agenda pública.-

                               Y en ese proceso de invisibilización de los muertos de la AMIA, que se han ido filtrando por el sumidero indigno de la indiferencia estatal, resulta clave la decisión política para que ello así suceda.-

                                Y allí está la gran diferencia con los juicios de lesa humanidad contra los militares del 76.- Con la decisión política de este gobierno, aún cuestionando su mirada parcializada,  los desaparecidos se fueron visibilizando paulatinamente y la justicia fue haciendo su trabajo.-

                               No sucede lo mismo con los muertos de la AMIA.- La decisión de la administración kirchnerista es convertirlos en NN históricos, muertos que no murieron para el relato oficial, pedazo de tiempo que hay que borrar de los libros de historia, drama profundo que hay que ocultar, verdadero holocausto que hay que negar.-

                               No es tiempo de festejos, aunque algunos festejen el abrupto final de los trámites burocráticos del drama.- Porque acá también tendrá que haber Memoria, Verdad y Justicia, también cambiarán los tiempos políticos y vendrán momentos más propicios para que la impunidad comience a resquebrajarse y puedan llevarse a los estrados judiciales, ante otros jueces,  a los acusados, sus cómplices, sus encubridores, sus protectores políticos, sus autores materiales y sus autores morales.-

                               Hoy, padecemos nuestra Argentina, en la que su autoridad estatal ha convertido  en entidades invisibles a 85 compatriotas masacrados, esa invisibilidad que también afecta a sus instituciones políticas, a su sistema de justicia, a parte de una sociedad que no dimensiona el daño a su propio esencia civilizada.-

                               Sin embargo, todo llega, como llegará también el tiempo de romper el círculo institucionalizado de la impunidad en la Argentina.-

                              

                              

 

                              

 
Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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