DOS AÑOS SEGUIDOS
“Si no fuera para llorar, da risa. Quiere penalizar no respetar el Presupuesto y todo el conflicto tiene como causa que no lo tenemos”
Margarita Stolbizer
***Días pasados, por cadena nacional, el presidente se dedicó a denostar a los legisladores, por aprobar leyes que importan gastos. Los llamó “genocidas”, anunció que les aplicará sanciones penales y que va a blindar la no emisión de moneda, para mantener su más apreciado fetiche electoral: la baja de la inflación. Sin embargo, olvida el Presidente que trabaja por segundo año consecutivo con el presupuesto prorrogado de Alberto Fernández, que equivale a trabajar sin presupuesto y disponer del dinero sin ningún control.
Si yo le digo que el gobierno libertario es una continuidad del kirchnerismo, Ud. tal vez se pregunte: ¿qué está diciendo este hombre? Si yo insisto, soy más específico, y afirmo que Javier Milei es un continuador de la política de Alberto Fernández y de Sergio Massa, Ud. definitivamente pondrá en duda mi sano juicio. Pero no, no estoy loco, legal y fácticamente es así.
Vayamos por partes, dijo Jack. El presupuesto de la administración nacional es el instrumento más importante que tiene un país, el nuestro en este caso. Es la denominada “ley de leyes”.
En el presupuesto están condensadas las políticas públicas de un gobierno. De dónde obtiene los medios financieros y dónde los invierte, recursos y gastos, son los dos grandes rubros que define la dirección de la política global. El resto de las leyes y de las normas en general, son los productos del mismo.
Si manejar los recursos y gastos mensuales de un hogar es arduo, más lo es si no tenemos una mínima planificación en casa. Imagínense ello para un país, sería casi inconcebible.
La distribución del gasto es esencial para conocer el plan de gobierno. Si invierte mucho en seguridad y poco en educación, si le preocupa más tener fuerzas policíacas bien equipadas y con buenos sueldos que personal sanitario preparado y bien pago, estaremos concluyendo que es un gobierno que está construyendo un estado gendarme.
“Alberto Fernández es el gestor del presupuesto 2023, con el que trabaja Javier Milei por segundo año consecutivo. Le llaman “prórroga” y le permite al gobierno gastar a su antojo, sin control ni límites por partidas”
Si el gasto está destinado en gran medida a lo social, probablemente estemos hablando de un estado benefactor, que es un gran distribuidor pero un débil generador de condiciones para el aumento del empleo formal.
De uno u otro modo, el presupuesto no es un conjunto de planillas de números que solo le interesan a los profesionales de las ciencias económicas. Tal vez sí en lo formal, pero en lo sustancial es el desiderátum de la gestión de gobierno.
Es inconcebible que un país trabaje sin presupuesto, inconcebible. Es necesario y obligatorio que el gobernante se maneje dentro de los montos que para cada área se establezcan (con la obvia facultad de transferencia de partidas).
¿Y cómo se sanciona el presupuesto nacional? De acuerdo a la Constitución Nacional y la Ley de Administración Financiera, el Poder ejecutivo tiene la facultad y la obligación de remitir al Congreso, antes del 15 de setiembre de cada año, el proyecto de presupuesto para el año siguiente.
El Poder Legislativo, a su vez, también tiene una responsabilidad, que es la de sancionarlo, con modificaciones o no respecto al proyecto original. Es, definitivamente, una facultad legislativa, y es la ley más importante.
Además de servir como un ordenador de gastos y recursos, ¿qué pasos legales siguen si no existe un presupuesto aprobado para el año? Pues el Poder Ejecutivo deberá “prorrogar” el último aprobado.
¿Y qué consecuencias puede acarrear la gestión con un presupuesto prorrogado? Simple, sencilla y contundentemente que la autoridad ejecutiva tiene la discrecionalidad de incrementar partidas, intercambiarlas, y establecer, sin intervención legislativa, los límites del gasto.
Con palabras más sencillas, gestionar con un presupuesto prorrogado es la ilusión de todo autócrata. Tiene las manos libres para manejar “la tuya”, “la de todos”, a su antojo. Es lo que está sucediendo hace dos años.
“A la calificación de “degenerados fiscales”, los legisladores le responden al presidente llamándolo “degenerado presupuestario”. Obviamente, todo el conflicto se genera por una administración que gobierna sin presupuesto”
De allí, entonces, la figura que ilustra el artículo, una escena contrastante, la ferocidad del león que administra, besando tiernamente a su benefactor, que lo mira con angustia contenida.
Porque señores, Javier Milei trabaja con el presupuesto de Alberto Fernández de 2023, prorrogado por segundo año consecutivo. Lo hizo en 2024, lo hace en 2025. Entonces, el plan de gobierno que lleva adelante el libertario, por lo menos en lo formal, es el de Alberto Fernández.
Días pasados, el presidente de la nación dio un duro discurso en cadena nacional, anunciando el candado a la emisión monetaria y sanciones penales a los legisladores que aprueben un presupuesto con déficit. Los llamó “genocidas” (¿no es un poco mucho?).
En efecto, los legisladores sancionaron un conjunto de normas que importan gastos, sin especificar el origen de los recursos para financiarlos. En tiempos normales, ello tal vez otorgue razón al cuestionamiento ejecutivo.
Pero, siempre hay un pero en estos tiempos, sin presupuesto actualizado, con un presidente que maneja a su antojo los recursos y gastos del estado, sin el incómodo corsé legislativo, tal vez a los “degenerados fiscales” no les quede otra que responder de esa manera al comportamiento del “gran degenerado presupuestario”.
La prórroga presupuestaria (por segundo año consecutivo, como no sucedió nunca), trasluce incertidumbre, falta de los consensos mínimos y un propósito de manejar el dinero de los contribuyentes sin los incordios de los límites republicanos.
“A gran parte de la sociedad no le interesan estas cuestiones. Siguen acríticamente a quien endiosan. Pero el asunto tiene capital importancia. El presupuesto debe aprobarse por ley. La discrecionalidad del Poder Ejecutivo es veneno para la república”
Ello no es novedoso en el país de la libertad. Es un “modus operandi” que consiste en diluir la intervención de los otros poderes, gobernar sin controles, y gastar la plata a como venga en gana.
Tan kafkiana se presenta la situación que, dictar una ley que establezca una figura penal para quienes legislen con déficit, un instrumento no prohibido ni ilegal, es condicionar la tarea de un poder diferente y castigar el ejercicio de las funciones propias.
Es cierto que el déficit público es un gran causante de la emisión espuria de moneda, y ésta un disparador importante de la inflación. Pero no es el único.
Si para los monetaristas (como los de este gobierno) el aumento de la base monetaria es la única razón, existen otras escuelas que definen a la inflación como una situación mucho más compleja, tal como la escuela de Keynes y la teoría estructuralista.
La inflación, para estas dos últimas posiciones, podría existir también en un marco de la restricción monetaria, hablándose de inflación por consumo, inflación por ajuste de costos, inflación auto construida por expectativas, entre otras causas.
Es cierto, Milei cuida sus activos electorales con su resultado más preciado, la baja de la inflación, pero lograda con el alto costo del desfinanciamiento de la educación y de la salud.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI