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CONFIRMADO: QUEDARSE CON LA NUESTRA ES DELITO

LA CORRUPCIÓN PÚBLICA

“A mi me absolvió la historia”

Cristina Kirchner, 2 de diciembre de 2019

***El fallo de la Corte ratificando la condena a Cristina, vino a dar un mensaje valioso. Robar está mal, ya sea metiendo la mano en la lata estatal, o publicando un tuit. La sociedad toda deberá tomar debida nota de la enseñanza, y no aplicar su propia justicia, absolviendo al líder político de su preferencia. Si queremos progresar como país, la imparcialidad debe ser la regla.

                     Siempre se consideró en otro plano que el terrenal. Tal vez porque el cúmulo de pruebas producido en la causa no le daba chances de salir indemne. Pero también porque su temperamento le impidió siempre auto percibirse como un ser humano común. El olimpo de los dioses le quedaba mejor.

                     Una semana antes de asumir como vicepresidenta de Alberto Fernández, antes de la sentencia, se sentó ante los jueces del tribunal oral de la causa Vialidad y, como si su silla estuviera un metro por arriba de las cabezas de los magistrados, los apuntó con el dedo y espetó: “A Uds. los va a condenar la historia, Uds. debería contestar preguntas, no yo”.

                     Pero la justicia terrenal siguió su camino, se concluyeron las instancias y, finalmente, fue condenada a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos, por fraude al estado en el tema de la obra pública. Se salvó de la asociación ilícita.

                     Le esperan otras tres causas, tan o más graves que ésta, como por ejemplo la denominada “Cuadernos”, dónde el efectivo recaudado de la corrupción, era entregado en bolsos y valijas en el departamento de la calle Juncal.

                     No es que la justicia haya tenido como objetivo dictar un fallo ejemplarizador, no es ésa su función, sino que el ejemplo deviene automático del hecho en sí: la condena a un funcionario público del más alto nivel, por sustraer dineros públicos.

“Cristina se auto percibe fuera del género humano. La justicia de los hombres no es para ella, la historia la absolvió. Ni la dureza de una condena la doblegará en su soberbia”

                     Como digo en el título, parecía que a la Argentina, a los argentinos, a los funcionarios públicos, a la clase política, a la sociedad, nos faltaba que nos dijeran con todas las letras, algo obvio: quedarse con la “nuestra” (fondos públicos) es delito, aquí y en la China. Y la Corte, como última instancia, lo hizo.

                     Tenemos una larga historia de gambetas, cajoneos y cuánta argucia exista, para nunca ver a un responsable de llevarse dineros público tras las rejas. Y por eso, era lógico que la gente dudara hasta último momento.

                     Siempre debió ser así, antes, ahora y en el futuro, sin necesidad de que la Corte deba darnos una lección de decencia. Y no es que la haya dado, sino simplemente cumplieron con su deber, lo que en la Argentina ya es mucho decir.

                     Pero esta condena tiene un sentido más global, abarcativo, que se proyecta no sólo sobre quiénes deben administrar dineros públicos, sino además sobre la sociedad toda, sobre el comportamiento de los ciudadanos respecto a los liderazgos políticos.

                      El impacto del fallo fue disímil en la gente, del mismo modo y en la exacta medida que los alineamientos de ambos lados de la grieta política. Para muchos, motivo de festejo, de reenvío de toda clases de memes alusivos, de bombos y platillos, se notó de que lado político estaban. Para los otros, el opuesto, quejas, llantos, actos vandálicos y promesas de venganza.

                     Muy pocos mantuvieron la cabeza fría y ubicaron el suceso en sus justos límites, un acto de justicia, nada más y nada menos.

                      De este modo, sin dudas que el fallo traerá más consecuencias de las que hasta se produjeron. La cuestión estará en determinar si la venganza es ahora o es, como el dicho, un plato que se come frío.

                     Nuestro país ha mostrado que la sociedad asume los liderazgos políticos con una venda en los ojos y tapones en los oídos. Si es del palo, todo está bien, y si no, lo contrario.

                     Esa pulsión maniquea que habita en cada uno de nosotros, nos vuelve fanáticos fuera de toda imparcialidad. Y, obviamente, vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

                     En consecuencia, nuestra apreciación como ciudadanos carece de un patrón moral único e insustituible, que es: lo que está mal está mal, sin depender del ojo que lo mire o del sujeto que lo protagonice. La verdad o la falsedad “ad-hominem”, es un defecto no sólo del razonamiento sino de la moral.

“Todos, incluyéndonos, debemos tener cuenta que la doble moral nos está llevando al precipicio”

                     Pensaba yo en los vericuetos judiciales, sobre todo vistos en perspectiva. ¡Y sí!, la justicia tiene los ritmos que les imponen las circunstancias. Lenta con el que está en el poder, mayor aceleración contra el que lo ha perdido. Pasa con Cristina, pasó con Menem.

                     Esta doble velocidad parece no ser advertida por los que están en el mando público, casi todos se sienten invulnerables cuando están rodeado de los aplaudidores y de los que le sirven. Pero el tiempo pasa, y cuando se traspone la puerta del poder, las cosas cambian, y vaya si cambian.

                     Es más, el plazo de prescripción de los delitos contra el estado, se suspende mientras el mandatario conserve el cargo, u otro puesto similar. Ejemplo: Si un presidente tiene dos mandatos continuos, el plazo de prescripción se reanuda recién al final de su segunda gestión.

                     Todos deberíamos querer para nuestro país, pero querer en serio, que los distintos mandatarios, sean del color político que fueren, sean juzgados con la misma vara.

                     Sin el propósito de hacer comparaciones, el número de delitos de los tiempos kirhneristas y la extensión del daño al erario no lo permiten, pero si quiero que continúen las causas de Cuaderno, Sauces-Hotesur, etc. contra Cristina, debería querer también que con Karina y Javier Milei suceda lo propio sobre la estafa #LIBRA.

                     Es patético, en este último caso, advertir que el propio presidente se haya auto juzgado y archivado la investigación en el ámbito del Poder Ejecutivo y obstruido la constitución de la comisión respectiva en el ámbito de la Cámara de Diputados.

“Tal vez este aire fresco por el fallo de la Corte, que se coló entre los pliegues sociales, nos sirva para mejorar nuestros parámetros de análisis”

                     La corrupción pública es un mal endémico, especialmente en la Argentina. Pero, no por el acto delictuoso en sí mismo, sino por la impunidad. Es decir, la falta de funcionamiento de los mecanismos de sanción penal.

                     Más, entre ellos, también deben producirse los de sanción social, porque si vamos a tener una mirada condescendiente con los líderes políticos del palo propio, la doble vara moral nos seguirá conduciendo por el camino del desencuentro.

                     El mundo ha cambiado, es cierto. Con él, también los métodos de corrupción pública. Por un lado, el mecanismo directo de sustraer los dineros del estado, ya sea a través de licitaciones amañadas, coimas, sobreprecios, retornos, o ardides similares. Allí se utiliza el cargo en el estado, para la corrupción llamémosla analógica.

                     Pero también, con el cambio ha venido la privatización de la corrupción pública, es decir, no sustraer directamente dinero del estado sino utilizar la influencia del cargo estatal para estafar a los privados, lo que podría considerarse como la corrupción indirecta, virtual o privatizada.

                     En ambos casos, son dineros que indebidamente, delictuosamente, de la nuestra, que pasan al bolsillo del corrupto.

                     Robar es robar, ya sea metiendo la mano en la lata o publicando un tuit.

                      Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

 

Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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