MARCHA UNIVERSITARIA
“Se trata de un sector de la ciudadanía, nada menos que los jóvenes, que le hace saber que no todo cambio es tolerable”
Carlos Pagni, La Nación
*La multitudinaria marcha universitaria fue el primer llamado serio de atención al gobierno en su política de mano dura con la restricción de fondos. Además de vulnerar la autonomía universitaria, se advierte una indigencia en políticas públicas para el sector. En las elecciones presidenciales, LLA no tuvo una sola propuesta en su plataforma para la educación superior.
**Será posible dejar un rato el tuiter y sentarse a pensar y fundamentalmente a dialogar para instrumentar medidas de gobierno para los distintos ámbitos.
***Mientras se espera, como maná del cielo, que mejore la macro, la economía de todos los días golpea duro a los sectores más vulnerables.
Cuando el reduccionismo gubernamental coloca a todos los problemas y a todas las áreas de gobierno en el embudo de las consignas livianas y de las medidas draconianas, más temprano que tarde comenzarán a aflorar los desajustes entre el relato oficial y la realidad.
La marcha universitaria, que fue verdaderamente multitudinaria, se mostró como un gran manchón negro en el mensaje inmaculado de la gesta libertaria. No sólo por la cantidad de manifestantes, sino fundamentalmente por la falta de respuestas convincentes de una gestión que se supone que tiene todo enlatado en el catecismo que practica.
Es cierto, como no podía ser de otra manera, se coló el tren fantasma con algunos políticos y sindicalistas superados, pero no se pudo disimular que ello apenas fue una nota de color en una marcha poblada de alumnos, profesores y familias.
Los furiosos tuiteos del presidente no sirvieron para cambiar la impresión del impacto cercano a la santa bárbara del gobierno, el protocolo antipiquetes de la furiosa mileísta Patricia Bullrich brilló por su ausencia, más por la imposibilidad de aplicarlo ante la magnitud del evento, que por la falta de ganas de hacerlo.
Es éste el primer llamado serio de atención a la marcha arrolladora del ajuste irracional. Como es de conocimiento general, a la universidad pública se les congelaron las partidas a valores del presupuesto de 2023, obviamente reduciendo a un tercio sus posibilidades de financiamiento por la inflación de más del 200% sucedida en el período.
Este congelamiento formó parte del “superávit” trimestral autocelebrado por el presidente en su cadena nacional del lunes pasado. Nobleza obliga, la mayor parte del sacrificio para lograr el equilibrio de la caja gubernamental lo pusieron los jubilados, sus haberes tuvieron una contracción del 35% interanual.
Evidentemente, el gobierno libertario, obnubilado por la “macro” y su pelea contra “la casta”, a esta altura un desgastado pretexto, no tiene ideas claras acerca de la educación, por lo que todas sus medidas pasan por denunciar curros y cerrar los grifos del financiamiento.
Siempre afectos a los grupos de pensamiento, cuando les tocó salir de las catacumbas a la realidad caliente de gobierno, mostraron que les falta equipo para gobernar y, fundamentalmente, ideas específicas sobre cada área.
La educación no es un ítem de gobierno más. Es, diría, el núcleo de las políticas de gobierno, una temática que debería estar en primera línea en la discusión y en la formación de equipos técnicos con conocimiento.
Para Milei, la educación es un sub-tema, en ello están las razones de la anulación del Ministerio de Educación y su degradación a la categoría de Secretaría del ómnibus Ministerio de Capital Humano.
No se conoce públicamente la elaboración de políticas públicas oficiales en relación a la temática en su conjunto, más que un puñado de propuestas inconexas y superficiales.
Es por ello que “no la ven”, porque creen que la universidad pública pasa simplemente por la planilla Excel de un burócrata, olvidándose de la ley que establece su autonomía académica e institucional.
Si un partido como el libertario, que hizo de los llamados “tanques de pensamiento” uno de los bastiones de su trabajo, haya presentado en su plataforma electoral menos de una decena de propuestas en educación, pero ninguna (repito, ninguna) para el área universitaria, uno puede darse cuenta de la improvisación con la que se actúa.
Cierto es que hay que ajustar las cuentas en todas las áreas del estado, cierto es que hay que auditar las cuentas de todos los organismos públicos, verdadero déficit casi crónico de la Argentina, pero ello no constituye una política pública, más bien es una obligación funcional que ni siquiera debería anunciarse, sino directamente hacerse.
La universidad pública es un ámbito complejo. El que no la conoce desde adentro, seguramente va a errar en los diagnósticos y, eventualmente, en las soluciones. Es y siempre fue (más aún en tiempos pasados) un lugar de debate de ideas y de militancia política. Así fue concebido por el movimiento de la reforma universitaria.
Ni el gobierno militar de Onganía pudo “imponer” su visión a través de la policía. No olvidar que el dictador fue relevado luego de que se produjera el Correntinazo, por el simple reclamo del aumento del ticket de comida en el comedor universitario, que derivó en el Rosariazo y finalmente en el Cordobazo. La historia enseña.
Y si miramos a nuestro vecino, Chile, los procesos de cambio y las nuevas fuerzas que obtuvieron el gobierno, nacieron de las marchas de los jóvenes estudiantes. No es para asustar, sí para pensar.
¿Qué hay problemas en la universidad pública? ¿Qué hubo una politización extrema por parte del kirchnerismo en su oportunidad? ¿Quién puede dudarlo? Pero no es con hachazos presupuestarios y tiro al bulto como se pueden solucionar. Las soluciones deben venir de la comprensión de los procesos internos.
No es el propósito de este columnista hacer un panegírico de la educación pública, no tengo la suficiente expertise para ello, pero si puedo entender, como la mayoría de los argentinos, que en sus aulas se formaron cientos de miles de ciudadanos que luego poblaron el país y el exterior de profesionales extremadamente destacados.
Tampoco puedo ignorar que la educación pública iguala, porque permite que, con una educación de calidad, las personas sin recursos puedan formarse al mismo nivel que aquellas que sí lo tienen.
Desde el ángulo estrictamente institucional, verdaderamente alarma cómo un tema de extrema importancia y complejidad, pueda ser tratado tan livianamente.
Es evidente que el presidente Milei gasta su tiempo en el tuiter, el ajuste y en uno que otro discurso en ámbitos ideológicos amigos. Pero, como puede ser lógico en alguien que más que gobernar, tuitea, carece muchas veces de fundamentos serios o de políticas públicas elaboradas, para encarar la problemática de cada área, y la educación es una extremadamente importante.
Un evidente prejuicio ideológico (la universidad como refugio de zurdos, el que no es libertario es comunista) y un propósito de utilizar motosierra dónde necesita bisturí, lo convierten en carnicero en lugar de cirujano.
Confieso: no se sí la universidad gasta en exceso, si las partidas son bien asignadas, sí se utiliza la plata para hacer política. Eso lo debería saber el gobierno, pero con detalles y no al bulto.
Lo que sí sé es que las 57 universidades nacionales suman 2.065.115 estudiantes y 216.279 empleados –entre docentes universitarios y preuniversitarios, autoridades y personal no docente–, según los últimos datos oficiales, de 2022. Apenas el 15% de los docentes tiene dedicación exclusiva y muchos profesores son “ad-honorem”.
El gobierno debe haber tomado nota de la marcha, no fue cualquier movilización. A poner las barbas en remojo.
Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI