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LA BATALLA DE LOS CORONELES

DE CARA A 2023

“Hoy hay dos corrientes políticas: el republicanismo, con sectores más y menos liberales, y el populismo. En este contexto, yo no cerraría ninguna puerta”

Patricia Bullrich, presidenta del PRO

*El tiempo transcurre hasta para los líderes. Cristina Kirchner y Mauricio Macri, cada uno con una modalidad diferente en el ejercicio de la política, drenan su influencia en sus respectivos espacios. Quienes los siguen, los coroneles, disputan palmo a palmo la sucesión del general, de cara a 2023.

**Desde sus silencios, Cristina parece estar en un punto de no retorno respecto a su gobierno. Macri, desde un plano de desentendimiento episódico, observa como su coalición política se diversifica y problematiza.

***2023 está demasiado cerca en lo electoral y muy lejos en lo económico. La disputa de candidaturas comienza a verse con toda su crudeza.

                               La democracia es una competencia continua. Tanto que a veces no deja tiempo para gobernar o, lo que es peor, para pensar. 2023 está muy cerca en lo electoral, pero muy lejos en lo económico.

                               Que el gobierno no da pie con bola no es cuestión secreta. El mismo oficialismo se encarga de remarcarlo, día por día. Y no sólo en los temas complejos, como la inflación, la deuda pública, los combustibles (que se han convertido en un problema macroeconómico). También en los otros, en los que el propio gobierno se encarga de crear para divertimento de todos y todas y su propio suicidio. Tres botones sobran de muestra.

                               En medio del eventual ajuste de las cuentas públicas a raíz del acuerdo con el FMI, el presidente crea la Unidad Ejecutora Especial Temporaria Resiliencia Argentina, algo así como el chavista Ministerio de la Felicidad. No dura 24 horas, se deroga el furcio.

                               En reunión del Consejo Económico y Social, con presencia del presidente, el ex menemista Gustavo Béliz, anuncia el programa de “Redes para el Bien Común”, para “impedir que las redes sociales intoxiquen la democracia”, algo así como el control estatal de la opinión de la gente, con aroma a vodka ruso o baijiu chino. “Me dio vergüenza escucharlo”, dijo la vice jefa del bloque de diputados del Frente de Todos.

                                En la misma reunión, el psicólogo Alberto Fernández anuncia la “terapia de grupo” para salir de los problemas que aquejan a la Argentina.  Ya sólo falta el “manosanta”.

                               El tema central parece ser, entonces, no ya la gestión del actual gobierno que, por lo que se aprecia, es casi irrecuperable, sino aquello que debemos esperar a partir del 10 de diciembre de 2023.

                               Y en esa lógica de análisis, remarco que nuestro país está atravesando una severa crisis de liderazgo, lo que hace aún más incierto el panorama futuro. Utilizando conceptos de Antonio Gramsci, tenemos hoy mismo una “crisis de hegemonía”, que se configura cuando “lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir”.

                               ¿Y qué es lo viejo en la Argentina? Los liderazgos de Cristina y Macri, que están muriendo pero que no dejan que lo nuevo alumbre.

                               Oficialismo y oposición siguen marchando al paso que cada uno de ellos marca. Cristina desde sus silencios y sus intemperantes actitudes, define la agenda distópica de un gobierno sin brújula. Más preocupada por zafar de sus causas judiciales, el país camina al ritmo de sus problemas judiciales y de su temperamento psicopático.

                               El camino descontracturado de Macri siempre sorprende, en medio de la tempestad política y económica está participando en un campeonato mundial de “bridge”, juego aprendido durante la pandemia, en los escasos intervalos que proveen las series de Netflix.

                               Probablemente ninguno de ellos aspire a ser candidato a presidente, está por verse, pero continúan con una decisiva influencia en la opinión social y en sus respectivos espacios. En la batalla, son generales al mando de sus bandos, heridos pero que no acabados, mientras sus “coroneles” se pelean duramente por la sucesión.

                               En el oficialista Frente de Todos, es pública que la fractura entre albertistas (¿los hay definitivamente?) y cristinistas. Por lo menos, así se ocupan de remarcarlo los alfiles del kirchnerismo duro en cuanta oportunidad tienen. Sus continuos desplantes fueron absorbidos por el presidente, que prefiere poner su “mejor cara de nada” antes que hacer uso de la lapicera.

                               De cualquier modo, como el mascarón de proa de la armada cristinista, La Cámpora, se proclama revolucionario pero no idiota, sus integrantes de ninguna manera están dispuestos a acompañar su rebeldía con el abandono de la nave del estado, que les otorga generosas cajas para hacer política (y para sus bolsillos también). Además, el peligro judicial los mantiene navegando en el barco frentetodista, unidos por el espanto, no por el amor.

                               Para los tiempos electorales que vienen, no parece proyectarse una figura política que pueda neutralizar en parte la pérdida de adhesiones por la pésima gestión gubernamental. No alcanzará, esta vez, con un “dedo” cada vez menos incidente.

                               En la otra costa huelen sangre y ello los tiene excesivamente excitados ante la proximidad de la presa. Tanto, que comienza a agudizarse la pelea, favorecida por el “partaimismo” del líder de la manada.

                               El panorama opositor no es el de 2015, dónde los problemas ideológicos y metodológicos se disimularon tras la candidatura de Mauricio Macri.

                               Ahora, los que deben enfrentar al oficialismo tienen ante sí un espectro bastante más amplio y complejo. La cuestión no sólo es una confrontación de vanidades ante la candidatura principal, cuentan también razones ideológicas.

                               La aparición de la variante liberal, con gradaciones que van desde el tradicional liberalismo hasta la opción disruptiva del libertarismo, no solo muestran posiciones de orden conceptual, sino una apuesta fuerte a candidaturas que están concitando una importante adhesión.

                               Javier Milei ya advierte que la posibilidad de la presidencia no está tan lejos, y su discurso comienza a aggiornarse. En declaraciones efectuadas a Perfil, dice que no eliminará los subsidios sociales sino que los descentralizará en los municipios, una prueba contundente de la vigencia del teorema de Baglini.

                               Con ello, y un radicalismo que de la mano de Morales comienza a reivindicar los viejos conceptos del partido de Alem, que los alejan más de Macri y los acercan a las posiciones de Ricardito y de Moreau, la oposición comienza a mostrar el mosaico ideológico que no será tan fácil de congeniar.

                               Patricia Bullrich, la de mayor volumen político del PRO, advierte la realidad y anuncia la posibilidad de realineamientos, dando un fuerte guiño a los libertarios en ciernes. La opción electoral será, según ella, la de republicanismo y populismo, no la de neoliberalismo o progresismo.

                               Entonces, la disputa de los coroneles por tomar el lugar del general en la batalla no estaría sólo centrada en las ambiciones personales, una reanimación de la ideología parece querer hacerse lugar en las próximas alianzas.

                               El oficialismo no tiene futuro si el gobierno sigue funcionando como un ancla, más aún si las diferencias internas llevan la sangre al río. La oposición, con una mayor perspectiva, no las tiene todas consigo porque ahora se desatan también las cuestiones de la ideología.

                               Macri y Cristina tal vez no caigan heridos de muerte en el campo de la batalla política, pero su influencia en la táctica y en las definiciones electorales estará disminuidas.

                               Mientras tanto, los problemas reales continuarán ahondando una crisis que parece no tener fin. Los coroneles están dispuestos a ocupar el lugar del general, la cuestión es que no caigan víctimas del mal común de la vieja política y de las hegemonías en declive.

                              Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

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Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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