ELECCIONES PRESIDENCIALES
“Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud…”
Juan Ruiz de Alarcón (1581-1639)
La muerte política es, o debería ser, una sanción que la ciudadanía aplica al político que la ha defraudado. Constituiría un baldón más oprobioso que una sentencia judicial, porque los jueces somos todos nosotros, los electores, y no juega aquí la presunción de inocencia, el fallo se pronuncia en las urnas y significa para el político el olvido, el destierro social, la muerte moral.
Colombia es el único país que conozco con un procedimiento constitucional que puede culminar con una sentencia jurídica de “muerte política”.
Sin embargo, también existe un dicho que “en política nunca nadie muere definitivamente”, y los hechos sucesivamente otorgan patente de veracidad a esta máxima popular. Cuántos casos de políticos que fueron repudiados por la ciudadanía por la comisión de actos indebidos (en especial de corrupción), y aparecen luego “vivitos y coleando”. Y lo peor de todo es que reviven por decisión nuestra, de los ciudadanos, que los volvemos a votar.
“El regreso de los muertos vivientes” (1985), es una conocidísima película, en la que los muertos reviven convertidos en “zombis”, criaturas del oscuro mundo infrahumano, que vuelven para vengarse.
Cristina jugará fuerte en las próximas presidenciales, ya sea como candidata o a través de terceros. Ganar el poder representa la única posibilidad de eludir la cárcel. Aun así, nada es seguro, un eventual triunfo sólo le generará una mayor permeabilidad judicial, pero el final seguirá incierto
“Cristina vuelve”, debería decir por estos tiempos su marketing, no sabríamos si porque nunca murió políticamente a pesar de sus tres derrotas consecutivas (la última a manos de Esteban Bullrich) o porque fue revivida por su “hechicero”, Mauricio Macri, que la necesita viva para garantizar su propia subsistencia política.
La expresidenta mantiene ese núcleo duro que pivotea en torno al 30%, de simpatizantes que la votarían con los ojos cerrados, sin importar causas judiciales ni razones políticas. Pero, a la par, para ganar necesita conquistar, no ya a quienes integran ese otro “núcleo duro”, el anticristinista, sino a aquéllos que tienen una capacidad de análisis crítico por fuera de los sesgos preconceptuales.
Si los candidatos presidenciales fueran Cristina y Macri, hoy por hoy la opción parece estar dada entre la corrupción kirchnerista y la mala praxis macrista. Los argentinos no la tenemos fácil, eh? No es una disyuntiva virtuosa, tendríamos que optar por el mal menor.
Estos gobernantes, radicalismo incluido, están empecinados en probar que la economía no es una ciencia exacta. No se cansan de hacer cálculos y anunciar resultados que la realidad luego desmiente, una y otra vez. Con Cambiemos, cambiamos promesas de “pobreza cero”, inflación controlada, crecimiento con inversión externa, por realidades de pobreza mayor, inflación galopante, recesión aguda, ajuste fiscal duro, y el panorama promete proseguir.
Lo peor de todo es que nunca hacen “mea culpa”. Siguen y siguen haciendo pronósticos, a pesar de que el viento frío de las realidades los azota una y otra vez en la cara y les muestra un país distinto al que nos cuentan.
El kirchnerismo, por su parte, continúa enhebrando alianzas en las provincias y buscando acompañantes para formar un frente político ganador, mientras su jefa recorre los tribunales asiduamente, cercada por causas graves de corrupción contra su gobierno.
La defensa de la “pasionaria del Calafate” (tal cual la bautizó Fernández Díaz), no deja de ser, invariablemente, la presentación de un escrito protestando por una supuesta persecución política, y la alegada inexistencia de pruebas que la muestren a ella recibiendo personalmente dinero sucio.
En octubre la disyuntiva no parece ser virtuosa para los electores, tendremos que optar por el mal menor, entre la corrupción y la mala praxis
Pero si la justicia funciona a la brasileña, me temo que la repetición de esa muletilla no le servirá de mucho, porque se han acumulado demasiados elementos de convicción en sentido contrario a sus pretensiones.
Si sus funcionarios principales están probadamente involucrados en el saqueo indiscriminado de las arcas públicas, si es evidente que se otorgaron repetidamente obras públicas con sobreprecios a empresarios santacruceños amigos (Lázaro Báez, Cristóbal López), si éstos le pagaban fortunas por “llenar” sin gente sus hoteles, si la cartelización de la obra pública generaba retornos millonarios sistemáticos, si los bolsos con dinero se entregaban a su secretario en su departamento de la calle Juncal, si en determinado momento en su dormitorio porteño no se podía caminar de la cantidad de valijas con plata que lo inundaban, si el avión presidencial transportaba regularmente bolsos con plata que se llevaban a su residencia del Calafate y a su casa de Santa Cruz, si tuvo un crecimiento patrimonial (en blanco) imposible de justificar, entre otras tantos hechos similares; ¿pensará que alguien medianamente objetivo pueda creerle? No, y menos la justicia.
Es altamente probable un escenario de juicios y condenas, que lleve a Cristina a pensar cuidadosamente sus próximo pasos políticos y electorales. No quiere más candidaturas, quiere zafar de la cárcel, para ella y sus hijos, de modo tal que su estrategia está elaborada primordialmente en función de ese objetivo.
La única posibilidad, no garantizada, es ganar el gobierno y desde allí torcer el rumbo judicial. Si ella como candidata no tiene asegurado el triunfo, por su alto índice de rechazo, buscará terceros amigos que la alejen del infierno tan temido, aunque nadie le pueda “firmar” resultados judiciales, aún con el poder institucional en las manos.
Para felicidad de Macri, Cristina sigue viva en la posibilidad de una candidatura, y si no viva por lo menos con una continuidad política de “muerta viviente”, una figura zombi que se proyectará, inmanente, a través del tercero candidato que le garantice no ir a dar con sus huesos a la cárcel.
Claro que, para el tercero, no le será fácil superar la contradicción de presentarle a los electores una imagen de incorruptibilidad gubernativa y concomitantemente la de representante político de Cristina Kirchner, una incompatibilidad difícil de esconder.
¿Se prestará Lavagna para jugar ese doble papel? ¿Será Massa el actor elegido, teniendo en cuenta su pasado kirchnerista? ¿Quiénes otros querrán representar esa comedia y tener posibilidades electorales?
En ocho meses, con la volatilidad de la política argentina, mucho puede cambiar, pero me temo que la estrategia oficialista seguirá instalada en el espanto y no en el amor
Mientras tanto, Macri y Durán Barba le prenden velas a los dioses, no tanto para mejorar el desempeño gubernativo muy pobre del oficialismo sino para mantener viva políticamente a Cristina, y que en octubre sea la contracara electoral del presidente, ya sea como candidata o como la figura central del frente político que será su contrapartida.
Hoy a la expresidenta no le alcanza. Sus fanáticos, a pesar de que son muchos, no suman lo suficiente para ganar la elección (por sí o a través de terceros), habrá que ver si su propia figura se diluye lo suficiente como para dar paso a las broncas de los desencantados contra este gobierno que no acierta en sus medidas.
También hoy, la razón política existencial de Macri sigue siendo Cristina, porque sin dudas a los votantes del presidente en octubre, especialmente en segunda vuelta, no los unirá el amor sino el espanto.
Falta todavía correr mucha agua bajo el puente. Para Cristina, la evolución de las causas judiciales, para Macri, la evolución de la economía. Esperemos y lo sabremos.
Jorge Eduardo Simonetti
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Falsa opcion. La corrupcion esta en cambiemos, es una png de negocios cinica y delincuencial. Mala praxis tambien esta en Cambiemos. La unica opcion es votar a Cristina si se presenta o a un candidato que ella indique para recuperar, otra vez, el pais de las garras del liberalismo