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LA BANDA VA POR LA CORTE

#1FMARCHAMOSALACORTE

El final de lawfare en la Argentina se tiene que terminar con el pueblo en la calle y que echemos a patadas a esta Corte miserable”

Luis D’Elía, piquetero

* Ha pasado el momento de la pluma, es la hora del garrote. Así hoy piensa el gobierno nacional con relación a la Corte. El tiempo transcurre y la impunidad total no llega. Hay que pasar de los procesos legales a los hechos callejeros: “echar a patadas a la Corte”. Un golpe institucional con todas las letras.

** El matonismo trajeado del ministro de justicia Soria, la punta de lanza del piquetero D’Elía, las hordas camioneras dirigidas por Moyano, serán el instrumento del gobierno nacional para embestir contra uno de los poderes de la república.

*** Pienso que hoy Argentina está más lejos de ser Venezuela, no sólo por una Corte que no se doblega, sino fundamentalmente por un pueblo que ya no se deja engatusar por un populismo autoritario que drena aceleradamente su poder.

                               Las agujas del reloj siguen su fatal movimiento, los días continúan su transcurso, impávidos, irreverentes, impertérritos, los almanaques se deshilachan de hoja en hoja que caen al piso con suave balanceo. El tiempo se consume más rápidamente para los que esperan, y los que esperan desesperan ante su transcurso inmisericorde.

                               Es que el tiempo no es imparcial, suele ser aliado de los que buscan justicia, pero feroz enemigo para los que persiguen impunidad. Lo saben Cristina y sus amigos, sentados cara a cara ante el gran reloj de la historia, la más oscura de nuestro país, saben que el tic tac les juega en contra y pretenden acelerar las definiciones antes que se consuman sus últimos cartuchos en el manejo mafioso de las instituciones.

                               Tuvieron algunas importantes victorias a fuerza de la cadena de lealtades de jueces del palo, ésos de la toga oscura y de los estrados de cartón, lograron gambetear juicios orales en importantes causas, evitaron que los ciudadanos conozcan las pruebas, los testimonios, las escuchas, las pericias. Todo bajo la alfombra, aunque los cadáveres se acumulen y hagan irrespirable el aire de una república casi asfixiada.

                               Pero saben que ello no es suficiente, que quedan instancias superiores y que penden otras causas. Pareciera ser que, todos los manejos institucionales que realizaron durante el gobierno de Alberto, con auxilio de generosas mayorías legislativas y la “ayuda” de magistrados de toga floja, los está dejando aún más lejos de la “solución final”.

                               La Corte Suprema de Justicia de la Nación, definitivamente, es la única puerta de salida del laberinto jurídico que transitan a raíz de sus propias inconductas, pero, justamente, también es hoy por hoy el único valladar al derrotero de impunidad que pretenden.

                               La república va camino lento a su reconstitución, con un Congreso más plural y una Corte que hace valer su independencia. Ya no tienen la suma del poder para llegar a consagrar el objetivo central de la administración Fernández: impunidad para los que lo sentaron en el sillón de Rivadavia.

                               Las vías institucionales, entonces, no son ya los senderos idóneos. Necesitan urgentemente a la Corte, pero no para llegar a la misma a través de los recursos judiciales y la aplicación del derecho, sino para derrumbarla por medio de los hechos, de la pueblada, del matonismo y de la fuerza.

                               Es evidente que el cristinismo está perdiendo aceleradamente los frenos inhibitorios producto de la desesperación, del transcurso del tiempo sin lograr definitivamente la absolución total de su mentora, hijos y compinches.

                               Hay que pasar por encima de las formas, de las normas y de las instituciones, hay que ir al hueso, con una movilización popular que haga saber, más por las malas que por las buenas, quién manda. “Echar a la corte a patadas” dijo el organizador D’Elía (reclamado por derechos de autor por Hebe de Bonafini), como el “leit motiv” de la convocatoria del 1° de febrero.

                               Ya no sirven los Dalbón, los Parrilli y cuantos abogados más caranchean la situación, es momento de utilizar los cuadros más violentos y desprestigiados del universo kirchnerista, porque la hora de la pluma ya transcurrió, es tiempo del garrote.

                               Serán otros los actores de este verdadero golpe de estado institucional promovido desde el poder para derribar la Corte. Es tiempo de que la mesa tenga patas menos pulidas pero más fuertes en su tosquedad y contundencia.

                                Soria y Mena, ministro y viceministro de Justicia, no serán buenos administrando la relación con el poder judicial, pero están dispuestos a ser fuerza de choque del matonismo institucional, amenazando e insultando a los cortesanos en su propia casa.

                               El piquetero antisemita y filonazi Luis D’Elía tampoco será un dirigente político que atraiga votos (al contrario, los espanta), pero es muy bueno tomando comisarías, por lo que va a ser instrumento del gobierno para amenazar a la Corte en la calle y eventualmente tomarla por asalto.

                               Moyano o el Pata Medina no serán dirigentes sindicales modelo, pero son muy eficientes para marchar con colectivos y llenar los espacios con su regimentada patota.

                               Juan María Ramos Padilla, juez del tribunal oral 29 de la ciudad de Buenos Aires y padre de Alejo Ramos Padilla, ese ex juez de Dolores y actual de La Plata apto para todo servicio cristinista, no será un brillante magistrado, pero sirve para agregarle la pata judicial a la marcha.

                               Y, naturalmente, Alberto Fernández, que no será bueno gobernando ni dando clases de derecho, pero está muy convencido que engatusa a la gilada con los dobles discursos.

                               Y, de tal modo, queda conformada la “mesa metajurídica” de embestida contra la Corte, que no tendrá un gran nivel académico, pero tiene un potencial de violencia muy grande para derribar los últimos atisbos de institucionalidad.

                               La democracia no lo es todo en un país. La democracia sin república es como una mesa de dos patas, caerá irremisiblemente en el piso de la autocracia.

                               Y si no, vean el ejemplo de El Salvador con el presidente Navib Bukele, que con el apoyo del 85% por ciento de los salvadoreños, ha arrasado con la república, con una Asamblea Nacional adicta que le ha servido para borrar de un plumazo a las autoridades judiciales y reemplazarlas por jueces adictos.

                               “Su” corte, le permite a Bukele manejar no sólo los tres poderes sino a la prensa. Un botón basta de muestra: la jueza Gladys Salgado, que valientemente dio lugar al reclamo de una periodista independiente, fue destituida de un plumazo de su cargo de juez de sentencia de El Salvador y mandada como juez de paz a un pueblito llamado Panchimalco.

                               Y el riesgo que corremos los argentinos no es palabrería. Un informe de Human Rights Watch cuestionó “la retórica hostil” que utiliza el Gobierno de Alberto Fernández contra la prensa y alertó sobre el riesgo de independencia del Poder Judicial y la impunidad por el atentado terrorista a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), ocurrido en 1994.

                               El país no sólo se encuentra al borde del precipicio económico, sino también moral e institucional. La marcha del 1° de febrero, con intenciones de echar a la Corte, hay que decirlo con todas las letras, está apoyada por el Gobierno nacional.

                               Los profesores de derecho penal de todas las universidades del país convocan para dos días después a otra marcha para defender al alto órgano judicial. Los ciudadanos debemos estar atentos.

                               No creo que el de la Argentina sea el caso de El Salvador, ya que Bukele se encuentra en el pináculo de su efímera fama, pero Alberto y Cristina están en franco proceso de deterioro, perdieron mayorías legislativas y tienen a una Corte no sometida a sus designios.

                               La banda va por la Corte antes que la Corte vaya por la banda. Pero esta vez, los malos no la tendrán fácil.

                                               Dr. JORGE EDUARDO SIMONETTI

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Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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