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¡MALDITO INDEC!

MATEN AL MENSAJERO

 “En un país bien gobernado, la pobreza es algo de lo que avergonzarse. En un país mal gobernado, la riqueza es algo de lo que avergonzarse.”

Confucio

                               El cotorreo sobre los índices semestrales de pobreza e indigencia, publicados por el INDEC, es el deporte negro que hoy practica con fruición la prensa argentina.

                               Como todo lo que sucede en el periodismo moderno, las noticias que venden,  rebotan tantas veces en canales, radios, portales, diarios, que cuesta analizarlas en su real dimensión. Tanto vale una derrota o un triunfo deportivo importante, como la publicación de los índices de pobreza e indigencia.

                               Lo importante hoy en los medios es llegar antes, llegar con una carga grande de dramaticidad y repicar insistentemente en las mentes, ojos y oídos del sufrido público, aun a costa de sacrificar la profundidad en el análisis.

                               Lo propio sucede con los gobernantes, que se afanan por no aparecer como los causantes de la pobreza, aun cuando para ello deban romper el termómetro. No es buena estrategia, los argentinos sabemos sobre manipulación de estadísticas.

                               Sentado frente a la computadora para escribir mi artículo del domingo anterior, resistí a la tentación de sumarme al coro de apresurados “gritones del pobrismo” (como diría el senador Pichetto), con el objeto de hacer una lectura contextual. No sé si lo he logrado, pero vale el intento.

                               Existen dos tipos de pobreza, y consecuentemente dos maneras de medirla:

  • La pobreza conyuntural o “por ingresos”, que se mide cada seis meses. Se establecen los ingresos mínimos y los que están por debajo son pobres o indigentes. El último dato es el de febrero de 2019, en el que el límite con la pobreza es el de $8.922 por adulto, y el de indigencia de $3.598.
  • La pobreza estructural se mide cada diez años -la última es de 2009- y se trata de una medición multidimensional, en la que se analizan otras cuestiones básicas, como la situación de vivienda, las condiciones sanitarias, el hacinamiento, la capacidad de subsistencia, etc. Es la pobreza denominada NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas). Esta medición, a estar a los estudios de especialistas (fuente Chequeado.com), es la que va en leve repunte, cualquiera fuera el gobierno.

                               La primera es responsabilidad de las malas políticas de los últimos gobiernos, una devaluación o la misma inflación convierten de un plumazo en pobres a millones de argentinos. Esa es la que ahora dio un 32% de pobres y un 6,7% de indigentes. Obviamente, es la que mide con crudeza las carencias actuales o la imposibilidad de hacer frente a los gastos elementales de un hogar.


La pobreza coyuntural es obra de las malas políticas de los últimos gobiernos, la pobreza estructural es como la costra volcánica, se forma a través del fracaso de varias generaciones. Un gobierno no alcanza para superarla, es necesario el compromiso de todo el conjunto de la sociedad, pero, además, hay que dar pelea por el modelo en el lugar dónde se toman las decisiones estratégicas en la Argentina


                               Conocer estas dos mediciones, es una mala noticia para los que vivimos en el norte argentino, en particular en el nordeste, y obviamente para los correntinos.

                               ¿Por qué? Porque los que padecen de pobreza estructural están en el lado norte de la Argentina, sí, en el norte pobre y olvidado, del que los correntinos formamos parte principal. Y ello esa pobreza es como la costra volcánica, se va formando por generaciones, y es muy difícil erradicar.

                               Con el nuevo termómetro que desea construir Valdez, puede que cambiemos la pobreza coyuntural de Corrientes, y que desde el último puesto pasemos al penúltimo o antepenúltimo.

                               Pero lo que no vamos a poder cambiar rápidamente es la triste realidad de tener apenas el 7% de nuestros caminos pavimentados, un nivel de empleo registrado en el sector privado que representa el 1,2% del total país, exportaciones que alcanzan al 0,3% del total nacional, un producto bruto geográfico que llega a gatas al 1,1 % del producto bruto del conjunto nacional (fuente: mecon.gob.ar)

                               Declaraciones de las autoridades provinciales nos están marcando nuestra situación. Valdez y su ministro nos dijeron que el “plusito” y los comedores escolares nos sacarían del podio de los pobres, reconociendo así que en nuestra provincia el amperímetro sólo se mueve con dinero estatal y con ayuda social. Simple.

                                    Valdez también destacó que somos la primera provincia en arroz y forestación, y la tercera en ganadería para consumo. Es cierto y hay que aplaudir.  Pero pobres no son las provincias, sino las personas sin trabajo que viven en ella, y, hasta dónde sé, el arroz, la forestación y la ganadería, muy poca mano de obra generan para el correntino y tienen hasta ahora muy escaso valor agregado.

                               Es cierto que el joven gobernante multiplica esfuerzos para radicar industrias, entre ellas pasteras, frigoríficos, industrializadoras de madera, puertos, etc., pero no menos cierto es que su antecesor también trabajaba en ello, y sin embargo seguimos en los últimos lugares de la tabla a pesar de casi 18 años de gobierno de un mismo signo político.

                               Valdez o Colombi no hacen la diferencia, no creo en líderes providenciales, creo en las instituciones, en los sistemas y en la continuidad de las políticas públicas, porque, al decir de mi colega Eduardo Ledesma, nuestra situación de pobreza tiene más de cien años, cuando ninguno de los dos siquiera había nacido. Las sociedades desarrolladas son las que tienen instituciones fuertes y confiables, y progresan aún con el contrapeso de eventuales malos gobernantes.


Tener apenas el 7% de nuestros caminos pavimentados, un nivel de empleo registrado en el sector privado que representa el 1,2% del total país, exportaciones que alcanzan al 0,3% del total nacional, un producto bruto geográfico que llega a gatas al 1,1 % del producto bruto del conjunto nacional, no son cuestiones que se cambian de la noche a la mañana


                               No somos pobres desde ahora, ni saldremos de la pobreza de un plumazo. Padecemos el síndrome del país cefálico, que concentra la sangre vivificadora en la franja central hacia el sur, condenando al raquitismo a los que vivimos hacia arriba del mapa.

                               La culpabilidad exclusiva no recae en uno u otro, es coparticipada con generaciones de políticos provinciales de todos los partidos, que supieron fijarse más en las peleas de pago chico, mientras en Buenos Aires se discutía acerca del diseño geopolítico que siempre nos ubicó en la contracara oscura de la Argentina desequilibrada.

                                Estamos fuera del circuito productivo de la Argentina, no somos especialistas en casi nada que tenga valor incorporado, no tenemos capital para obras de infraestructura básicas para el desarrollo, tenemos la energía más cara que en Buenos Aires, las barreras de distancia no nos ayudan, carecemos de transporte barato, no generamos tecnología.

                               Una característica argentina, Corrientes incluida, es que los legisladores electos por provincia, se porteñizan al llegar a Buenos Aires, se incorporan a los centralismos institucionales y partidarios, y el sistema sigue y va.

                               No pretendamos resultados distintos cuando siempre hacemos lo mismo. No saldremos de la pobreza sin fijarnos objetivos estratégicos que fracturen la dinámica viciosa que nos condena. No votemos legisladores nacionales que vayan a mimetitarse con los esquemas porteños, elijamos gobiernos que realmente gobiernen y propongan, no que simplemente sean gestores.


 No creo en hombres providenciales, creo en las instituciones, los planes, las políticas públicas con continuidad, y sobre todo en el cambio del sistema geopolítico de la Argentina


                                  No creo en hombres providenciales, creo en las instituciones, los planes, las políticas públicas con continuidad, y sobre todo en el cambio del sistema geopolítico de la Argentina

                               Ni cien Valdez juntos nos sacarán de la pobreza estructural, en la medida que los resortes legales y económicos de los gobernadores sólo les permite llegar hasta su propia capacidad de administrar pobreza, nunca más allá.

                               No somos pobres de ahora, ni vamos a dejar de serlo en poco tiempo. Primero debemos dejar atrás la pobreza más dolorosa, la pobreza mental, para alcanzar, algún día, la incorporación decidida de Corrientes al circuito productivo de la Argentina.

                               Que éste presente no nos deprima, que nos comprometa.

                                                           Jorge Eduardo Simonetti

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Jorge Simonetti

Jorge Simonetti es abogado y escritor correntino. Se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste. Participó durante muchos años en la actividad política provincial como diputado en 1997 hasta 1999 y senador desde 2005 al 2011.

Se desempeñó como convencional constituyente y en el 2007 fue mpresidente de la Comisión de Redacción de la carta magna. Actualmente es columnista en el diario El Litoral de Corrientes y autor de los libros: Crónicas de la Argentina Confrontativa (2014) ; Justicia y poder en tiempos de cólera (2015); Crítica de la razón idiota (2018).

https://jorgesimonetti.com

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